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La vida, que también es una palabra

de: Nuno Júdice

Es verdad que Lisboa, en el invierno, no tiene la/ dureza de una ciudad del norte. El aire/ es húmedo, el frío no entra en el alma, y no/ tiene esos blancos puros, ni los grises que/ perduran, ni siquiera el sentimiento inquietante/ de que el mundo se detuvo bajo la mortaja celeste.

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El tiempo de edificar

de: Martina Valencia

¿Cuándo vendrá? El tiempo de edificar, digo. Levita sobre mí un cielo raso: signo azul del vacío, aire estéril sin nada que pueda usar para construir nada. Aquí abajo, sobre la tierra, zumban mis manos por destruirlo todo.

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La manzana del cuento

de: Ricardo Pohlenz

He olvidado cómo atrapar/ mis sueños / cómo contarlos/ en la red de palabras que los haga/ una cadena de sucesos/ para darle sentido/ a las luces y los rostros

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El último Yeats

de: Ezra Pound

En esta nota sobre Yeats, Pound se muestra tal como era: su prosa de barrio contrasta con la enorme agudeza que siempre demostró para reseñar la poesía o los méritos en la obra de sus contemporáneos, al menos de los contemporáneos que él admiraba: Yeats, Eliot, Wyndham Lewis o Gaudier-Breszka, por poner solo cuatro ejemplos.

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Ya no me gusta escribir sobre el tiempo

de: Lorena Huitrón Vázquez

Las lesiones se toman su tiempo para admirarse/ durante la noche mientras dormimos,/ sus sibilancias nos arrullan,/ soñamos con nuestra soledad/  hasta que la convulsión de nuevo nos despierta.

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El estruendo y la sordera

de: Patricia Arredondo

Mi tía traicionó a su cuerpo / el día que murió mi abuela,/ como otras veces se bebió / las sobras de un solo sorbo./ A diferencia de los suicidas, / no buscaba un lenguaje propio/ ni reparar una vieja herida.

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Viaje al centro de la conciencia submarina

de: Violeta Orozco

En Piélago (Cuadrivio, 2020), el primer libro de la poeta yucateca Irma Torregrosa, ganador del XLII Premio Hispanoamericano de Poesía San Román, 2017, la autora departe radicalmente de este tratamiento, mostrando una exploración hondamente revisionista del signo del mar en la tradición literaria. Torregrosa efectúa una intervención crítica al espacio idealizado de las memorias de infancia, aportando una nota inquietante, en donde los motivos del ahogamiento y del abandono paterno son el contrapunto de las marinas y paisajes de las playas exaltadas en los poemas marinos del canon.

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Luminosas e ingenuas mentiras

de: Sandro Penna

Y luego estoy solo. Queda/ la dulce compañía/ de luminosas e ingenuas mentiras.

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Tu propia fecha de caducidad

de: Julio Trujillo

Querías un horizonte circular    para el mareo de los sentidos para dar vueltas sobre el mundo como peonza    ¿hasta el delirio? hasta el desequilibrio de la mente    voraz con tanta sed de tanto    si a todos basta una fracción de cielo unos puños de arena     una cerveza bajo el sol ¿por qué deseabas todo el mar     todo el azul de un solo trago?

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Interiores

de: Magali Lara

Magali Lara es una artista visual, gestora y maestra que ha trabajado desde los años setenta con obra relacionada al cuerpo y las emociones a manera de ensayos visuales a través de temas como la identidad, lo femenino, la otredad y la conexión entre el adentro y el afuera. Presentamos cinco piezas de la serie Interiores.

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Amo a un hombre que sé que puede morirse

de: Jericho Brown

No voy a dispararme/ en la cabeza, y no voy a dispararme/ por la espalda, y no voy a colgarme/ con una bolsa de basura, y si lo hago, / te prometo que no voy a hacerlo / esposado en una patrulla/ o en la celda de una ciudad/ de la que solo conozco el nombre…

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Dos poemas a Carmen

de: Francisco Tario

Hay una presencia constante en la biografía y en la obra de Francisco Tario (1911-1977) y es Carmen Farell, a la que conoció en 1930. Se casaron en 1935 y tuvieron dos hijos, Sergio y Julio; en 1967, sorpresivamente, ella pasó a poblar otros universos y se transformó en el “mágico fantasma” que preside Una violeta de más (1968), según la conocida dedicatoria de ese libro de cuentos fantásticos. Se dice que Tario aguardó desde entonces el momento de poder estar de nuevo con Carmen. El título de ese tomo se refiere a las flores de violeta que acompañaban la correspondencia entre ellos en el tiempo de su noviazgo, de 1930 a 1935… De esa época son este par de ejercicios poéticos tempranos que fueron escritos, precisamente, para Carmen Farell por el entonces joven deportista Francisco Peláez Vega, arquero del Club Asturias.

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Un enemigo incalculable

de: Yahya Hassan

La vida es una de esas pesadillas donde abres una puerta para escapar del peligro y apareces en el mismo lugar, pero con el peligro fortalecido. Hay quienes creen que el olor a pólvora, una vez en ti, te seguirá por siempre adonde vayas, a paso lento o corriendo. Eso lo supo Hassan. Creció y vivió toda su vida en uno de los países de primer mundo con mayor acceso a la cultura y a la educación. Aun así, el horror de la guerra y la fisura estructural de la tradición contra el presente lo persiguieron por siempre. La tradición que pesa y asfixia.

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Animales que toman distancia

de: Julieta Marchant

Se cierra la garganta para que el agua no ingrese. El agua: ola, batiente, marejada, golpe, agitación, embate. Se cierra y por defensa se asfixia. O tal vez tu cuerpo no se defendió: el cauce de un río ingresa en el cauce de una boca, laringe el canal, agua el pulmón.

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Rafael Cadenas: En busca del misterio perdido

de: Josu Landa

Rafael Cadenas (Barquisimeto, Venezuela, 1930) no es un poeta místico, en el sentido común de este vocablo. Tampoco pretende pasar por tal. Al contrario: tiene plena conciencia de los rigores que comporta consagrarse a la mística y sabe bien que son muy pocos los mortales que ejercen con provecho un plan de vida así. No obstante, se siente fuertemente atraído por ese singular reino del Espíritu, estudia a fondo los escritos de algunos de quienes han dado cuenta de él y, sobre todo, le ha dado entrada en su poesía.

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Rafael Cadenas, traductor

de: Constantino Cavafis

A continuación, como parte del dossier que el PdP presenta en homenaje al venezolano Rafael Cadenas por sus noventa años de vida, presentamos una pequeña muestra de su obra de traducción. Reunida en El taller de al lado (bid & co., 2005), el volumen, como señala Rafael Hernández, “es una de las aventuras literarias más solventes que se han hecho en Venezuela en materia de traducción. Porque se trata de un esfuerzo en el que quien traduce se multiplica”.

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Una voz sin tretas. Antología personal

de: Rafael Cadenas

Abro la ventana y veo un ejército que recoge sus víctimas. Espectros que llevan en sus brazos espectros, y adonde camino descubro sus bocas. La penuria de sus trajes no es nada frente a la de sus ojos, y al pus del heroísmo, ¿qué decir de todo eso? Cuerpos transparentes al sol, con tejido de fantasmas. Si olvido, aún sé que siguen recogiendo víctimas —apenas comienzan— y no hay fin, durará hasta la noche y todas las noches y mañana y pasado mañana y después y siempre.

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Yo que siempre trabajo y me desvelo (2)

de: Emiliano Álvarez

El largo discurso de Marcela que responde a los insultos de Ambrosio, injustos a todas luces, es una de las piezas retóricas más hermosas que se han escrito. Lo he dicho antes: la renuncia absoluta que Marcela emprende del mundo de los hombres, apuntalada y problematizada por su discurso, le dan una estatura de sujeto mayor a la de cualquier otro personaje del Quijote hasta ese punto de la novela —más allá de Sancho y don Quijote, por supuesto—, y la convierten en una de las heroínas más radicales de la literatura de su época.

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Dos reescrituras de “Derrota”, de Rafael Cadenas

de: María Virginia Jaua

yo / que he tenido diversos oficios / que ante todos me he sentido débil / que no perseguí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme a otro o quedarme para siempre / que he sido negada injustamente por los más aptos y por las más aptas también / que me arrimo a las paredes para no caer del todo / que soy objeto de risa para mí misma / que he sido humillada por supuestos profesores de literatura / que un día pregunté en qué podía ayudar y no obtuve respuesta…

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Los ámbitos del decir en la obra poética de Rafael Cadenas

de: Arturo Gutiérrez Plaza

Así, podríamos decir, sirviéndonos de una comparación: si en el caso de la poesía de san Juan de la Cruz, el mismo poeta intentó explicarle al lector el alcance y sentido de sus textos (por fortuna sin fortuna), Cadenas, por el contrario, lidia con las palabras, consciente de la imposibilidad de someterlas a cortapisas que las confinen a ser meros canales de transmisión de las ideas conglomeradas alrededor del poema, al momento de su escritura. A pesar de sus empeños para que las palabras “lleven lo que dicen”, sabe, en realidad, que es inútil pretender domesticar su impulso; sabe que “dicen”, precisamente, porque viven en constante pugna por salvaguardar los grados de libertad que les confiere el poema.

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Yo que siempre trabajo y me desvelo

de: Emiliano Álvarez

Cervantes compuso miles de versos. Es autor de algunos de los sonetos burlescos más notables de nuestra tradición (el soneto con estrambote que escribió “Al túmulo de Felipe II en Sevilla” a la cabeza); de ese largo poema narrativo, apretadamente metaliterario, que ya he citado—el Viaje del Parnaso—, yde memorables obras dramáticas en verso.

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No importa si Londres o nosotros

de: Ana Luísa Amaral

Claro que todos mis prejuicios de mujer se me vinieron encima, porque en el merendero sólo había hombres que comían tocino y huevos y jitomate (si estuviera en Portugal, serían sándwiches de queso), pero pensé: Estoy en Londres, estoy solita, a mí qué me importan los hombres, los ingleses ni se meten tanto con una como los nuestros, y así…

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Píramo y Tisbe

de: Publio Ovidio Nasón

Cuando Publio Ovidio Nasón, nacido en Sulmona el 20 de marzo del año 43 a. C., se mudó a Roma siendo aún un adolescente, los rayos de la más gloriosa generación de poetas en lengua latina iluminaban todavía la gran ciudad. Lucrecio había muerto apenas doce años antes de que naciera Ovidio. Otros grandes poetas habían ya imitado, asimilado y recreado todo lo mejor de los mejores poetas griegos que los precedieron: Catulo a Calímaco y a Safo; Virgilio a Homero, a Hesíodo, a Teócrito y a Apolonio de Rodas; Horacio a los líricos arcaicos y a los alejandrinos. Habían surgido, además, tres poetas que habían llevado la elegía a lugares que no conoció en lengua griega: Cornelio Galo, Tibulo y Propercio.

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Nadie entiende el cielo que se asoma en las ciudades

de: Luis Arce

Una cuchara de plata frente al lavabo. La rápida evaporación del agua te ha tomado por sorpresa. Hace tiempo ella estaba aquí, entre nosotros, hablándonos sobre las posibilidades que teníamos para comenzar el año de buena manera, brutalizando el I Ching, diciéndonos que no nos preocupáramos en caso de no contar con las ganas para seguir con esta fortuita adivinación.

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El palacio de mis encantamientos

de: Victor Segalen

Victor Segalen (1878-1919) es uno de esos inevitables personajes de vida rocambolesca y poética: nacido en Brest, Francia, Segalen fue médico, oficial de marina, etnógrafo, arqueólogo y poeta. Aunque no le gustaba el mar ni la navegación, disfrutaba en cambio de los desembarcos y las expediciones por tierra. Pasó dos años en Tahití, donde tuvo la suerte de comprar los últimos croquis de Paul Gauguin, que había fallecido tres meses antes de su llegada. Poeta de signo trágico (vivió hasta los cuarenta años), Victor Segalen escribió un célebre diario con ensayos sobre Rimbaud (El doble Rimbaud) y Paul Gauguin (Gauguin en su último paisaje) que fueron publicados de manera póstuma, en 1978.

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Hacemos música con las manos

de: Macarena de Arrigunaga

nos ponemos tinta en la piel para marcar territorio/ no tenemos paciencia para ver una planta crecer/ repetimos los mismos errores/ mentimos para no tener que explicarnos/ buscamos nuevas maneras de desnudarnos/ nos aburrimos de la otra y desaparecemos/ no sabemos querernos pero a veces/ compartimos nuestra sangre con jeringas/ y así nos mantenemos vivas…

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No se puede medir lo sordo ni lo hueco

de: Ana Belén López

sentís sentís y decís / que lo sentimental de los violines / te arrullan / te duermen / sentís sin decir / que la rosa roja era negra / que se hizo blanca / en la mañana del invierno…

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La vida es solo una portezuela

de: Ezequiel D’León Masís

Maciej me enseñó a descender con arnés altas montañas de cuarzo en las que revientan criques con agua láctea: el vértigo despertó demontres en mi ombligo, solté el control sin soltar la cuerda umbilical que me sujetaba al encino.

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Un ciclón parado sobre el rizo de los dioses

de: Tada Chimako

Respetando el mundo vigesimal,/ llamas a los dioses de los veinte días:/ caimán, que representa el día de la tierra;/ vivacidad, que representa el día del viento;/ noche de espíritu maligno, el día de las casas;/ el día de maíz;/ que los días se sienten en círculo.

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Los ayes del yo

de: Eduardo Espina

La intemperie completa las cartas de Louis XVI,/ la lluvia nocturna es a medida del agua en gotas./ A las sílabas les sucedían cosas y pocos, como Él,/ monarca para ignorarlas: su tiempo se aposenta,/ marcha con ojillos de acullá camino al matadero./ En el de Echevarría rodaba rumbo a una sangre la/ visible región del vecindario, en este, nada faltaba./ De ahí no lo sacarían tan quieto, aunque esa vez sí./ A los muertos los sacan de donde dejaron de estar,/ y en la escena del adiós una diosa podía tomar sopa.

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Un mausoleo prestado

de: Nahuel Lardies

Llegamos de a poco a reunirnos ante el nicho,/ un mausoleo prestado./ Quién hubiese dicho que iba a ser necesario/ erigir un lugar de reposo/ (la obra está en proceso—le quedan tres vacantes);/ es como cuando/ una pareja joven alquila su cochera.

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Sin la bendición del agua

de: Ana Portnoy Brimmer

Mi padre coloca su pie sobre mi espinilla. Ha aceptado el hecho que ya no se puede amarrar los zapatos. A meses de cumplir cincuenta, amenaza con cambiar a velcro, su panza una cúpula a la edificación de su cuerpo, encubriendo la vastedad de los años.

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No tengo fuerza para ser civilizada

de: Iveth Luna Flores

Veo que mi poema recoge su vestido/ y lo mete en el refrigerador/ dice: No te asustes/ cuando los pedazos de vidrio / aderecen tu comida./ Mi poema suda mucho / si un militar sereno / ausenta la belleza / del vestido y del encuentro.

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El instinto que nos dice

de: Manuela Sola Castro

El corazón de la madre ilumina/ el territorio de la mano./ Con impulsos rápidos / sube el dedo más largo/ para agarrar al pájaro salvaje./ El dedo que indica el silencio/ está coronado de estrellas./ Por la ladera derecha/ se desliza el pez rojo…

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Nueva antología de poesía cancelada

de: Iván Krassoievitch

La Nueva antología de poesía cancelada es una pieza que busca, a partir de una serie de pasos específicos, reflexionar sobre temas como la materialidad del lenguaje escrito, así como devolver a lo pictórico el carácter textual de la poesía y enmarcar este proceso en una especie de traducción…

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Las moradas gélidas

de: Emilio Coco

A veces me pregunto si mi muerte/ llamará la atención en este mundo/ o acaso correré la misma suerte / de tantos otros que ya están durmiendo/ en cajas que el olvido ha sepultado./ O si alguien en mi casa va a acordarse / del sitio que en la mesa yo ocupaba/ y en el estudio sentirán los libros

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Por el trabajo que es vivir

de: Laura Wittner

Los patios internos. / Los baños y cocinas con pileta cuadrada./ Los ambientes semicirculares/ con ventanal corrido./ Un aro de básquet en la calle/ para que tire cualquiera./ El café exacto que todo lo arrasa/ y todo lo eleva durante media hora.

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La música de las cifras

de: Emilio Hinojosa Carrión

Escribir números para acercarse a ellos. Al verbalizarlos, nos detenemos como si fueran partes en otro idioma. Más allá de indicar cantidades, la aplicación de numerologías escapa del texto: ¿hay objetividad en los números? Podemos convenir en que las cantidades son parte de los discursos, y por lo tanto pueden ser parte de la métrica, de la música del lenguaje.

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Cosas que ni siquiera imaginamos

de: Luis Eduardo García

La hemos sentido/ como una tela delicada/ que nos cubre el cuerpo a medias. / También ha sido polvo/ dentro de los ojos/ y consuelo. El punto/ que seguimos para no vagar/ en zonas abisales. Una ola.

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El hacha de un sismo repentino

de: Andonis Fostieris

Por eso me enamoré de las casas. Y también así de los hombres / que se parecen a las casas./ Llevan sandalias de paso pero no viajan/ sólo la mirada por las ventanas sueña/ hasta el otro lado. Empollan silencio.

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