abril 2019 / Reseñas

Iván Palacios Ocaña, Cosas inútiles y otros poemas, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial / UNAM, 2019

 

Álvaro Vallarta, La patria íntima, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial / UNAM, 2019

 

Estos dos libros representan el fruto de la primera edición del Premio de Poesía Joven. Y digo “fruto” porque sus llamativas portadas crean una especie de díptico lima-limón. Uno de los aspectos novedosos de Cosas inútiles y otros poemas de Iván Palacios Ocaña y La patria íntima de Álvaro Vallarta es este diseño de alta visibilidad, que busca contrarrestar la opinión popular de que la poesía es una forma densa y aburrida de literatura, escrita únicamente por personas muertas.

La pregunta planteada por el jurado —compuesto por Felipe Benítez Reyes, Rocío Cerón y Eloy Urroz— no fue ¿qué es la poesía?, sino ¿qué es la poesía joven? A los poetas que además son jóvenes les depara un panorama adverso. A diferencia de lo que pasaba en tiempos de Amado Nervo, la poesía no es, actualmente, el más leído de los géneros literarios. No solo por considerarse denso y aburrido, sino también porque la gente lo encuentra difícil de leer o de comprender.

La revolución digital, la más importante para nuestros fines literarios desde la invención en Occidente de la imprenta de tipos móviles, nos ha ayudado a rescatar a la poesía de tantos adjetivos adversos. Un poema puede caber mejor que otras formas literarias en una pantalla. Las redes permiten que circule sin tener que pasar primero por los filtros que antes eran exclusivos y excluyentes. Incluso el hecho de que no venda como la novela, le ha conferido a la poesía mayores posibilidades de experimentación y aproximación transdisciplinarias, por haberse liberado de las exigencias del mercado que, hoy día, son demasiado rigurosas y a la vez, banales. Finalmente, la manera en que publicamos y leemos desde el arranque de la revolución digital ha subvertido los esquemas de conformación de cánones poéticos, dejando abierto el campo a nuevos participantes como Palacios Ocaña, cuya poesía ha sido publicada en la plataforma vanguardista brokenenglish.lol

Aunque estos dos autores sean jóvenes según el marcador que lleva el taxímetro de los años, no lo son necesariamente de espíritu. Cuando leo sus libros, reconozco todas las referencias y me parecen, en ocasiones, más de mis tiempos que de los suyos.

En La patria íntima, por ejemplo, Álvaro Vallarta menciona a un poeta que ya era monumental cuando lo descubrí hace varias décadas. Dice:

El segundo poema más poblado del mundo
tiene un monumento en memoria de Walt Whitman
el primer poema más poblado del mundo
tiene soldados en las fronteras.

Lo cual no quiere decir que no haya habido ciertos cambios desde la Guerra Civil estadounidense merezcan su atención. Sobre aquella electricidad que tanto maravillaba al buen poeta gris, Vallarta lamenta la imposibilidad de andar desenchufados:

Ya casi no queda oscuridad
en la ciudad ciega de luces.

Además de Whitman, otros autores de cabecera que ha acumulado este poeta, conforme sus lecturas se convierten en escritura, son John Donne, Octavio Paz, Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado, además de poetas de la canción popular como los Beatles o Gustavo Cerati. No todas estas alusiones son loas. Por ejemplo, en el “Responso al padre de Malva Marina”, Vallarta increpa a Pablo Neruda por haber abandonado a una hija suya que nació con “cabeza deforme / como de punto sobre la coma”. Porque otra cosa que aprendemos al crecer es que la calidad de la escritura de las grandes figuras literarias no necesariamente corresponde a la gran calidad de su moral. Aunque sus libros nos resulten admirables, no así sus acciones.

En términos generales, La patria íntima revela un gusto mayor por los poemas si no largos, cuando menos con cierta intención épica: la de relatar una historia. Sus temas tienden a ser tradicionales e incluyen el amor, la familia, la política que siempre nos falla, la identidad que vamos formando, cierto guiño inevitable a la tecnología pero con una mirada que se antoja nostálgica, que se fija en el pasado.

Cuando esa mirada voltea hacia el presente, la decepción del poeta es palpable. “Somos la suma de infinitas restas” arraiga en lo metafísico desde sus endecasílabos, y encuentra en uno de los recursos más antiguos de la poesía, la anáfora, una manera de comunicar la falta de respuesta a aquella pregunta eterna, ubi sunt:

   Más de 32 mil desaparecidos en México.
   CNN en Español, septiembre de 2017

Somos la suma de infinitas restas
somos cuartel de sílabas cobardes
la sombra de un viento que por las tardes
nos deja más preguntas que respuestas.

Somos la honda suma de lo perdido
el margen de error de nuestra memoria
sombra de luz, porvenir del olvido
y un país que tropieza con su historia.

Somos toda la inocencia perdida
y somos esa inmensa minoría
que resta cuando suma y cuando olvida.

Somos ahora y siempre todavía
somos el sueño de alguna otra vida
triunfo de ausencia sobre poesía.

En contraste, Cosas inútiles y otros poemas ofrece una reflexión más centrada en la poesía que puede escribirse desde nuestra época televisiva y digital. El panteón de lecturas de Iván Palacios Ocaña sigue correspondiendo más a mis tiempos que a los suyos, pero es muy distinto del de Vallarta e incluye a William Burroughs, Ernesto Cardenal, José Watanabe, Drummond de Andrade, Hölderlin, W. H. Auden, Nicanor Parra, Frank O’Hara, César Vallejo, el filósofo Georges Bataille y, de la canción popular, a Lou Reed, Ian Curtis y Pescado Rabioso, con una referencia pasajera a las mascotas muertas de Miley Cyrus y, hacia el final, otra al “Romance sonámbulo” de Federico García Lorca: “Yo ya no soy yo, / ni mi casa es ya mi casa”.

Palacios Ocaña es un poeta que posee un exaltado sentido de la ironía; no hace tanto hubiera sido definido como posmoderno. Sus temas incluyen el ambientalismo, lo urbano, las estaciones, la naturaleza, el espacio exterior, la poesía metafísica, los colores, las nubes, las flores, los gatos, el primer amor, los amigos malditos y cierto surrealismo (particularmente el de David Lynch). En contraste con la predilección épica de Vallarta, a Palacios Ocaña le gusta el haikú, o más bien los poemas cortos imaginistas que se asemejan al haikú. Poemas que son, como él dice, “para grafitear”. Tiene, incluso, un poema dedicado a las cucarachas, o específicamente a una cucaracha aplastada, que no citaré aquí porque les tengo una fobia atroz. Mejor “C/2012-S1 (Satellite of love)”:

   Tal vez toda el agua del mar
   vino de los cometas que impactaron con la tierra.
   (Algunos científicos)

Sería el cometa del siglo;
a un millón 200 mil kilómetros,
brillaría más que las mujeres al sol
de cualquier verano.

Esto era importante porque al parecer la vida
comenzó a formarse en el agua de cometas así,
hace 4 mil millones de años
(lo que explicaría la fugacidad
de algunos tobillos
y la estela que dejan a su paso)

o eso dijeron en el documental.

Recordé esa canción de Lou Reed
en la que ve satélites orbitando por TV
y se deprime (porque su deseo también se aleja).
Quizás ver cometas pasar por televisión
o tocar a alguien que amas,
sea lo más cerca que podamos estar del cielo.

C/2012-S1 se habría visto desde cualquier ventana
durante cinco noches. Pero un mes
después que Lou Reed, se evaporó.
La realidad tiende a desaparecer.

Ambos poetas hacen referencia a los sismos, específicamente el del 19 de septiembre de 2017. Ambos escriben también sobre la política y sus decepciones. Sobre la guerra y lo que les ha lastimado. Sobre cómo este país les ha dolido.

Dice la advertencia de los miembros del jurado que se reproduce en ambos poemarios:

“Tener madera” suele ser la expresión que el poeta con más años le espeta, como un sortilegio, al poeta joven, al vate por venir. Se trata, en esencia, de un acto de fe. Acaso los años de lectura confieran al poeta viejo esa suerte de intuición: adivina en un verso, en una imagen, en una serie de poemas, el filón, la posibilidad del poeta en ciernes —siempre y cuando éste se refine con los años, la lectura, y el paciente trabajo del cuidador de versos, que es como decir, el guardador de rebaños.

A lo mejor les faltan años, pero no lecturas; tampoco el paciente trabajo del cuidador de versos. Como sea, inexorablemente habrá tiempo para seguir acumulando años y lecturas y versos. Mientras tanto, entre estos dos autores justamente premiados, no existen tópicos “juveniles”: todos “tienen madera”.


Autores

Tanya Huntington

Dakota del Sur, Estados Unidos, 1969. Artista y escritora binacional, es Jefa de Redacción de la revista bilingüe Literal: Voces latinoamericanas y autora de varios libros, de los cuales el más reciente es Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca. Su cuenta en Twitter es @TanyaHuntington.

Julián Herbert

/ Acapulco, Guerrero, 1971. Es poeta, novelista, cuentista y ensayista. Ha recibido el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen, el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola, el Premio Jaén de Novela y el Premio de Novela Elena Poniatowska, entre otros. Es autor de una decena de libros de poesía, entre los que se cuentan Kubla Khan (2005), Pastilla camaleón (2009) y Las azules baladas (vienen del sueño) (2014). Su libro más reciente es Suerte de principiante. Once ideas sobre el oficio (2024).

Carmen Villoro

/ Ciudad de México, 1958. Escritora y psicoanalista. Es autora de varios libros de poesía, entre los que se encuentran Jugo de naranja (2000 y 2008), Obra negra (2006), Espiga antes del viento (2011), Liquidámbar (2017) y El habitante (2019). Entre los reconocimientos que le ha valido su obra se encuentran el Premio FILIJ Ensayo sobre Literatura Infantil y Juvenil en 1993, el Premio Jalisco en Letras en 2016 y el Premio Internacional Hugo Gutiérrez Vega a las Artes y las Humanidades en su octava edición, otorgado por la Universidad Autónoma de Querétaro. Actualmente es miembro del Seminario de Cultura Mexicana y directora de la Cátedra de Arte, Poética y Literatura Fernando del Paso de la Universidad de Guadalajara.

José Kozer

La Habana, 1940. Voz protagónica de la poesía latinoamericana de nuestro tiempo, vive en Estados Unidos desde hace sesenta años. Es profesor jubilado de Queens College. Ha publicado cerca de un centenar de libros, casi todos de poesía. En 2013 recibió el prestigioso Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (Chile), y en 2017 la beca Montgomery de Dartmouth College. Ha sido traducido a diversas lenguas (ruso, portugués, griego y alemán, entre otras) y se han escritos varias tesis de grado sobre su obra.

abril 2019