15 abril, 2019

El peso objetivo de una experiencia

de Tedi López Mills | Inéditos



En el cuarto hay un escritorio, una pantalla, tres libreros.
En las repisas de los libreros hay fotos, plantas, una pequeña urna con cenizas, un florero con
   flores secas cubiertas de polvo, un candelabro, un coyote de madera, una taza roja.
Del lado derecho está la ventana.
Del lado izquierdo está un armario.
Debo honrar a los objetos, no a los sujetos.
El árbol que veo por la ventana no es una representación ni un símbolo ni una metáfora.
En las mañanas se llena de ardillas.
Debo pensar en lo que está aquí.
Sigo las instrucciones que me impuse anoche.
En el cuarto hay dos sillas y una mecedora.
En una caja en el piso están los documentos del Arquitecto.
Encima de la caja se apilan carpetas, sobres, papeles sueltos.
Debo pensar.
Ayer me estuve peleando con los fantasmas de mis enemigos.
Si uno extrae al sujeto de la frase tal vez en el lugar del sujeto se instale el mundo objetivo.
Se llama epifanía, según leí ayer en un ensayo contra los poemas que se regodean en el
   ensimismamiento verbal.
El mundo objetivo debe ser lo único presente en un poema, declara el autor del ensayo.
El árbol junto a la ventana.
El escritorio y la pantalla donde se reflejan mi cara y la pared detrás de mi cara.
Los cuatro gatos que entran y salen del cuarto.
Uno persigue a una mosca.
Antier leí sobre la historia de mi país entre 1846 y 1848.
Si pudiera escribir poemas agradables lo haría.
Un poema agradable sobre la luna llena o la luna menguante.
Un poema agradable sobre los pájaros a las seis de la tarde en el árbol junto a la ventana.
Un poema agradable sobre los gatos observando a las ardillas y las ardillas observando a los gatos.
Un poema agradable sobre las fotos en las repisas de los libreros.
Los poemas serían agradables no por el tema sino por cómo se desviarían hacia una experiencia
   sensorial que parecería subjetiva sin serlo.
Debo pensar sin pensar en mí.
Debo describir una experiencia que no me incluya aunque yo la atestigüe.
En el mercado la mujer sin dientes se acerca a pedir dinero.
Le dan pedazos de fruta.
La mujer se sienta en la orilla de la banqueta y se come la fruta.
Los estigmas del dinero no los tiene la fruta.
No sé si interpretar sea lo mismo que pensar.
Ayer el palo de la escoba se clavó en mi ojo.
Los actos bien planeados no garantizan que no haya accidentes.
Podría haberme quedado en el sillón en vez de meterme a la bodega para buscar el origen del olor.
Ya me puse de nuevo en lo que describo.
La moral de la ausencia tiene una austeridad convincente.
Me sustraigo.
La ley de las personas se desdibuja cuando las personas no comparecen.
Un poema agradable sobre el cielo que viene después del árbol más lejano que se asoma por la
   ventana.
Un poema agradable donde no figure el agua bajo ninguna de sus formas.
Un poema agradable sobre el paso del tiempo revelado por la brisa en la yedra y el traslado de las
   sombras.
Debo pensar sin sentimientos.
Alguien golpea los barrotes en el edificio contiguo.
La descripción y el pensamiento sólo embonan si la descripción desemboca en una sola imagen.
Lo obvio no lo es tanto cuando uno se detiene y se pregunta por qué decir “el librero es un librero”
   resulta menos fácil de lo que parece cuando uno se imagina diciéndolo.
Debo pensar en la circunstancia.
El sentido de una calle cambió a principios de la semana.
Los peatones seguimos volteando hacia el sentido anterior.
Tal es el peso objetivo de una experiencia.
Un poema agradable sobre la luz filtrada por las cortinas de gasa.
Un gato entra y otro gato sale.
Una mujer atrapó a una araña y le cortó dos patas.
Fue un experimento.
La araña se quedó inmóvil.
El compañero de la mujer encendió un cerillo y se lo acercó a la araña.
La araña se arrastró hacia la esquina del cuarto.
El experimento fue un éxito.
Se promulgan decretos todos los días.
Debo pensar en lo real y lo imaginario.
Lo real no es más tangible que lo imaginario, pero puede cotejarse con lo real de alguien más en el
   mismo momento.
Un poema agradable sobre la primavera.
Un poema agradable sobre las losetas del patio.
Debo pensar en los subterfugios.
Debo pensar en las palabras que no existen.
La tercera persona se pone en la boca y se quita como si fuera insecto, mugre, pelo.
No ocurre al revés o si ocurre es un sucedáneo y no significa nada.
Un día se habla en su nombre y al otro se borra lo que dijo.


Tedi López Mills / Ciudad de México, 1959. Poeta, ensayista y traductora. Entre otros premios, ha obtenido el Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores en 2009. Su libro de poemas más reciente se titula Lo que hicimos (Almadía, 2018). Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.