Quizás la pregunta central de la poesía sea la más trivial, la más inútil de todas: «¿Esto qué quiere decir? ¿Qué significa?» No significa nada, pero tratar de no atribuir significados es como intentar contener la respiración: solo se logra durante un rato. «¿Cuánto tiempo podemos hacer un garabato antes de converger en una forma familiar y reconocible?», se pregunta Mario Montalbetti, que ha hecho maravillosos esfuerzos por dejar de respirar y por cortar el aliento de los poetas. Lew Welch, a su vez, decía que los poemas de Gertrude Stein, más que conseguir la opacidad del signo mediante la destrucción del referente, nos han hecho más conscientes de la correspondencia que existe entre uno y otro. Y Derrida, otro mago, ratifica la intuición que ha rondado durante treinta años a quien esto escribe: la esperanza está en la base de la lengua: «Cada vez que abro la boca, hablo o escribo, prometo. Quiéralo o no». Entonces, ¿se puede hablar o escuchar, escribir o leer sin desencadenar el deseo de ese advenimiento del otro que llevó a Juan Larrea a militar entre los milenaristas de un mundo nuevo?
Divagaciones absurdas y sin embargo… En agosto del 2014 comenzó a aparecer una serie inacabable de preguntas que tomaban la forma trivial, la forma inútil, de una mancha sobre un filtro. Todas las mañanas, varias veces al día, la borra del café reaparecía, interrogante, contra el círculo de papel algodón libre ácidos de sesenta y cuatro milímetros de diámetro. Solicitaban, como la vida, su respuesta. Comencé a rescatarlas. Secaban a prisa. Otras veces, sumergidas en los azares cotidianos, se ahogaban, sufrían accidentes, se arrugaban… Sus formas predecibles eran, en verdad, únicas. En una especie de ritual comenzaron las interpretaciones; fechadas, escritas, enviadas a una dirección de correo electrónico que sirvió de cuaderno o pizarra.
Quizás esta pulsión significante sea contagiosa, no por lo que yo haya hecho, sino por lo que ella hizo conmigo. Creo, con Michael McClure, que no soy más que un ser que se levanta sobre una montaña de seres. Es esa posición la que genera el deseo de responder a algo ciego y opaco de lo que surge, sobre el tamiz de una particular cultura, cierto tipo de poesía. Eso mismo busca esta obra: respuestas. La poesía, entonces, como respuesta que seguimos esperando.
Autor
Benito del Pliego
/ Madrid, 1970. Ha publicado los libros Fisiones (1997), Alcance de la mano (1998), Merma (2009), Índice (2004 y 2011), Fábula (2012), Extracción (México, 2013) y Dietario (2015). Fábula ha sido traducido al inglés, e Índice, parcialmente al portugués. También es ensayista y traductor de la poesía de Lew Welch, Philip Whalen, Michael McClure y Gertrude Stein. Es profesor en la Universidad Estatal de los Apalaches, Carolina del Norte, Estados Unidos.