enero 2020 / Inéditos

Para qué sirve la experiencia

El agua en todas partes

Esto es real:
llueve adentro de la casa.
Las junturas mal selladas,
el agua que gotea del vidrio,
los trapos, los baldes, las palanganas,
baldear, un mínimo acto
para que desagüe.

Recién mudada
entre cajas a medio desembalar
pero no me quejo,
estoy en la edad en la que una
camina hacia sus mitos.
Espero una revelación
que venga del agua.

 

Un verde pensar

No me crie en el campo.
No tuve un río al que escribirle poemas.
No tuve el río que mi ahora ex amor sí tuvo
y tal vez sea esa la razón
por la que no estamos juntos.
Él siempre tuvo río en los ojos, yo no.
No sé qué reflejan mis ojos
no sé hacia dónde mirar
dónde poner la perspectiva.
Tampoco sé qué vengo a buscar
¿será ese río que no tuve?
Más abajo del yo
por debajo de ese yo
vienen las imágenes de otros
a completarme los poemas:
una bandada de estorninos,
humedales, ese desierto
un verde pensar
bajo una sombra verde.

 

Después de ver el monte Fuji

Te preguntás para qué sirve la experiencia,
en qué franja del cerebro se guardan
los momentos acumulados. Ciudades son imágenes.
Las viste, las pisaste, y después ¿qué?
Vos
que querés entenderlo todo
te fuiste al país donde no se entiende nada.
Todavía no descubriste qué pasó ahí
qué le pasó a tu cabeza con este viaje
cuál es el yo que dejó atrás
cuál sigue igual
atado de rodillas a su infancia,
su presente y su pasado como un nudo,
cuál es el próximo viaje que te toca.
Recordás el verso de Bishop
para negarlo rotundamente
“¿deberíamos habernos quedado en casa
pensando en ese lugar?”

Cada vez hay más distancia
entre lo que contás
y lo que en realidad querés decir.
Allá todo tenía el mismo olor
las voces el mismo tono,
la preocupación por la moda
cuando las necesidades están cubiertas,
la neurosis de la gente
que lo tiene todo.
Vos a tus dos años
con un cuarto para dormir y otro lleno de juguetes,
ibas a un restaurante y te traían cinco gaseosas
porque ninguna te gustaba.
Y ahora volvés a esa niña de rodillas
que no sabe qué hacer con un no
frente a las cosas.

Hundís los ojos en un lago 
en la montaña que asoma arriba del lago
en la perfección simétrica de esa montaña
con las miles de leyendas que la incluyen.
Sos una más de los tantos
que se rindieron frente a su belleza,
decir majestuoso en este caso
no es un anacronismo, es una superstición
que tal vez hagas tuya.
Podrías haberte quedado allá
pero volvés a la casa y a las plantas,
a un exceso de territorialidad,
a tu yo hipertrofiado.
¿Qué queda de un viaje?
¿qué pasa después?
Quizá una parte de tu cabeza
se quedó allá para siempre.
Quizá la parte que volvió
es la que todavía sigue sin encontrarse.


Autor

Nurit Kasztelan

/ Buenos Aires, Argentina, 1982. Ha publicado los libros Movimientos incorpóreos (Huesos de Jibia, Argentina, 2007), Teoremas (La Propia Cartonera, Uruguay, 2010), Lógica de los accidentes (Vox, Argentina, 2013; Liliputienses, España, 2014), O amor era um jogo instável (Nosotros, Brasil, 2018) y Después (Caleta Olivia, Argentina, 2018; Liliputienses, España, 2019). Codirige la editorial Excursiones y tiene una librería atípica en su casa: Librería Mi Casa (www.libreriamicasa.com.ar). Ha sido traducida al inglés y al portugués.

enero 2020