marzo 2019 / Inéditos

Sigo escondiéndome detrás de mis ojos



Cuando me gusta un hombre a primera vista
es porque se parece a alguien de mi familia.

A veces veo a mi abuelo borracho entre sus cejas
o la luz apagada de mi primo.
Las pisadas del tío favorito y mis ojos detrás, sin hacer ruido.
En todos ellos,
la manzana de adán
igual a la primera manzana que se clavó en mi espalda.
Las ganas de hablar muy hombre.
El caminar superior y prominente.

Me les quedo viendo
como si con eso desatara la fantasía.
Y cuando me miran con su desprecio
me gustan más
porque así me miraba mi padre.

 

Masturbarse,
a veces,
tiene que ver con esperar a que llamen de un nuevo trabajo,
a que el teléfono suene con el regreso de alguien,
a que el día nos alcance.

La masturbación
es como ir siempre al mismo supermercado
y pagar lo mismo todas las veces
y olvidar lo de siempre.
Monótona y segura
como el que se pone los bóxers a toda prisa
al casi ser sorprendido.

A veces es tan seca
que me recuerda a un hombre caminando por una vieja calle
en la que podría o no nevar,
en la que podría o no haber otro hombre viéndolo nevar.
Pero puede a veces
tener que ver con desmoronarse,
con hacer de uno mismo
el cansado ejercicio de deshacerse de uno mismo.

 

¿Cuál será la hora de estar en contra,
de buscar paredes bien educadas y rayarlas?

De querer limpiarse la noche
de tantas camas.
La hora de ponerle un alto
al color que da paz a la familia.
La hora de tomarnos en serio
las promesas lanzadas en la infancia.
La hora de quitarle el cinturón de valores calóricos al cuerpo.

Llega sencilla,
sola, sin algo que la active
como atardeceres rojos y tercos aplastando los días,
como se oye la lluvia golpeando insistentemente en autos retirados hace tiempo.
¿o hay que ir por ella?
reclamarla,
quitársela a los jefes,
a edificios corruptos
y frustrados.

 

La niña quisiera no tener que usar nunca
faldas cortas.
Quisiera meter debajo de su vestido
las horribles mangueras de sus zapatos ortopédicos,
esos aparatos
que no combinan con ninguna infancia.
Desearía no tener que correr nunca;
que usar las piernas
no la hiciera parecer estar quebrada,
en pedazos, ante los otros
(como un rompecabezas de sí misma)
y poder tocar el suelo sin tantas dudas
y que sus sueños no estén atados a un par de plantillas.

Mataría por ser
como la chica de su pintura favorita.



* Estos poemas pertenecen al libro inédito Sigo escondiéndome detrás de mis ojos, ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2019.


Autor

César Cañedo

/ Sinaloa, 1988. Poeta. Doctor en Letras por la UNAM. Profesor de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras y en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM. Becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA durante el período 2018-2019, en el área de poesía. Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2017 por su libro Loca.

marzo 2019