Reforestar el bosque con palabras nuevas
| ReseñasAlicia Louzao, Circo volador, Editorial Versátiles, España, 2020, 156 pp.
“Todo lo perdimos en el incendio y todo lo perdimos en el agua”, dice uno de los versos inaugurales de Circo volador, de Alicia Louzao (Ferrol, España, 1987). Como paráfrasis podríamos argumentar que el libro trata sobre nuestra relación con los elementos de la naturaleza, pero nos quedaríamos cortos. ¿Es una indagación de las pérdidas obligatorias de la vida? Tal vez. O también, la búsqueda de la palabra concreta para expresar el daño y entender la deriva. Y aquí nos tenemos que preguntar si no es acaso el nacimiento una huida del agua: la imposibilidad de continuar viviendo en un espacio que se nos ha quedado pequeño (contra lo que siempre se dice y pese al dolor del primer llanto). ¿Y dónde está la primera palabra, la que describe el daño? ¿Cómo explicar la desazón de saberse a merced de un sistema que asume lo colectivo como algo que puede controlar y no como algo susceptible de ser protegido o amado? Se me ocurre que una de las propuestas fundacionales de este poemario —y me atrevería a decir, de toda la obra de Louzao— es la búsqueda de esa palabra concreta (que no es sueño, quizá tampoco curación, aunque se parezca) que calme tanta incomprensión. Esa palabra, entonces, exige un regreso al origen desde el daño para extraer la belleza del horror.
Hay que entrar en la infancia como quien no tiene miedo, aunque los dedos de los pies sean eléctricos puntos de fuga. La infancia, ese uróboros que nos representa y nos consume, probablemente sea la gran meta de toda escritura; porque lo que somos fue y va hacia ese tiempo perdido. O dicho de otra forma: nos pasamos la vida mirando hacia un punto futuro que tiene mucho de aquel tiempo perdido en que amamos la voz de la fuente, según Juan Ramón Jiménez. Pero llegó el luto, trastocando la perspectiva vital para siempre. Este libro, quizá también la vida, gira en torno a un acontecimiento, el día del despertar: cuando el daño cobró forma, después de repetirse y normalizarse, y las voces amigas comenzaron a ser sospechosas cómplices del ahogamiento. Ese despertar en el que “Un niño levantó la mano y disparó con dos dedos. Y, uno a uno, todos los árboles fueron cayendo”.
Circo volador es un viaje al origen, como decía, para representar la vida con una sola mano: “Cuando nacimos creció el mundo”, la explicación real de lo ocurrido. También para regresar a la soledad de la escuela y destruir el dolor que nos impuso el silencio. Es una oda a los raros, a los sincariño, a los desterrados del patio de los vivos, a los apartados del mundo por no cumplir con las características esperadas para habitarlo. Y es, finalmente, un canto de júbilo a la libertad y un llamado de atención contra tanta violencia legalizada.
En el principio existía el miedo, y el miedo era dios. Eso viene a decirnos Louzao a través de un poemario hipnótico, donde las imágenes se van componiendo y superponiendo a fuerza de jugar con los límites del realismo. Hemos arribado a una de las características principales de toda la poesía de esta magnífica escritora gallega: los límites de la poesía no los impone la realidad sino el lenguaje. El simbolismo es, precisamente, lo que define su obra. Es una poeta capaz de trabajar con imágenes muy intensas y elaboradas pero de gráfica sencilla: parece haber aprendido lo mejor de la literatura oral para trasvasar su esencia a una poesía que se pega a la memoria de forma ineludible. Porque en ese viaje de lenguaje y sentido, de la infancia al desgarro y de la intimidad al mundo, el horror se abre camino y revela la herida desde un discurso que persigue, ante todo, lo estético: la belleza del horror en Louzao tiene el color de la tierra y viene acompañada del aullido del monte impenetrable. “Corríamos como corren los que tienen miedo de perderse en medio de los bosques y aguantan la respiración para no despertar a los monstruos que duermen bajo la tierra”.
La poesía de Alicia Louzao trabaja con las sutilezas y, desde ahí, le da una trompada al sistema de la violencia. Escribe sobre desapariciones, suicidios, torturas, y sobre una sociedad que olvida a los que no contribuyen con el enriquecimiento del sistema. Escribe sobre las personas que son apartadas y viven en soledad, y sobre el corazón herido para siempre. Y también escribe sobre las cosas que nos atormentan, deteniéndose especialmente en la violencia que estira su brazo para eliminar del mapa a las criaturas más vulnerables. Hay un poema extraordinario sobre esto:
y cinco niñas
dentro de las manos y cinco niñas heladas
y en sus bocas
se sostenía la posibilidad del mundo,
la herencia del sábado
y el secreto de la sangre
En la poética de Louzao la infancia es carne herida de muerte, vulnerabilidad y desprotección. Leemos: “Parece que vamos arrastrando las miserias con la cabeza escondida bajo el ala”. Pero, cuando parece que todo conduce al fracaso, la voz se eleva renunciando a convertirse en la sombra de la sombra de los miedos, sino en “una raíz suspendida en todas las ramas”. Quizás, en esta idea, esté el gran acierto y la esperanza de este libro: la posibilidad de la poesía como redención.
Y aquí hay que señalar otro aspecto destacable de la obra de Louzao: el cruce constante entre el mundo onírico y la realidad. El uso de un lenguaje cercano nos anima a creer en lo que no está, al aprovecharse del simbolismo onírico para bañarlo de realismo. Tal vez tengamos que volver a la infancia, al primer gran duelo, para comprender en carne y alma lo que estas páginas nos ofrecen y aceptar la invitación que duerme debajo de estos poemas: reconstruir el mundo, reforestar el bosque con palabras nuevas. Porque, al final, Circo volador es un libro sobre las posibilidades del encuentro con los otros, más allá de la violencia y del atardecer que siempre cae sobre nuestros cuerpos.
Sin embargo, hay otra razón, una que está por encima de todo esto y que convierte la poesía de Alicia Louzao en una joya de nuestro tiempo: no hemos leído nada igual. En su hipnótico lenguaje descubrimos el gran acervo literario sobre el que se apoya, que incluye una gran devoción por la tradición oral y los textos bíblicos. Y pienso que es gracias a este asombro lector que la poeta ha conseguido construir un libro como este: sorprendente, único, fascinante; un libro que puede leerse como una larga plegaria. En el tono, Louzao conjuga lo mejor de los textos sapienciales con la ironía y la melancolía de la poesía de las vanguardias. Evidentemente, se trata de una fusión brutal, bien ejecutada y con una fuerza arrolladora.
“Qué poquito quedó de los que movimos el mundo”. El agua, el fuego, la tierra: lo que no mata, hace más fuerte y puede redimir a través de la poesía. La violencia vivida siempre tiene algo de muerte, pero también porta la semilla de la luz. Estoy convencida de que Circo volador puede ser un manual de supervivencia para ayudarnos a transitar un camino de autoconocimiento, aferrándonos a la luz y la belleza del vuelo trapecista.
Tes Nehuén / Argentina, 1983. Poeta y periodista literaria. Creadora del blog Bestia Lectora, donde realiza reseñas de libros y entrevistas a escritoras y escritores. También colabora en los sitios Cuento Volador, Galerna Estudio y Poemas del Alma. Recientemente publicó el libro de poemas Todos los pájaros que vimos (2022).