Sin duda, la praxis es lo más importante en cualquier actividad artística —en este caso, de la literatura—: la ética, la constancia, la perduración; los principios permanentes, los sentimientos y las razones abiertas. De entrada, definir la validez de los premios de poesía en lenguas originarias en México es problemático y muy ambiguo, controvertible; las posibilidades se convierten en un diagrama de árbol; todo es justificable y discutible.
Desde la década de los noventa hasta la fecha, inicio y transcurso del crecimiento de los premios, podríamos hacer una división primaria: por trayectoria y por obras. Los primeros acreedores del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas fueron por trayectoria. Por ello, la historia del galardón es triste: ninguno es poeta. Aquí habría que hacer una pequeña subdivisión: los premios que definen los grupos culturales o instituciones académicas. Su historia es aún más desoladora, pues generalmente son por dedazo, amiguismo y sumisión, y ya se sabe la perversidad y la corrupción existentes —señalo, como ejemplo, el Premio de Literaturas Indígenas de América que otorga la Universidad de Guadalajara—.
Con relación a las obras, es necesario conocer el medio y el tema a profundidad para emitir un juicio. Ahora que casi todo se reduce a la moda del Facebook, el asunto es superficial y soso; así, se tienen expresiones como: “qué bonito», «qué gran poeta”. La complacencia de incondicionales que admiran la falsa sonrisa del autor/a.
Aquí dejaré la cuestión por el momento, sólo complementada por los premios Nobel de Literatura: muchos de ellos son inmerecidos, pues fueron otorgados por cuestiones políticas o comerciales. Hay que agregar que cada arte y cada área del conocimiento tiene sus particularidades.
En el caso de la edición de libros de poesía en lenguas originarias en México, los mismos autores promueven sus libros en las redes sociales como si fueran vendedores en el microbús o en el metro. Así pues, premio y obra son parte del drama.
Con relación a la Feria del Libro del Palacio de Minería, este año nos han invitado a hablar sobre los “Grandes libros en lenguas originarias, hoy”. Me temo que es muy sencillo hablar del tema, no porque sea subjetivo sino porque no existen las obras en ningún lado. Bajo el esquema burocrático, indigenista, complaciente, académico y paternal de ahora, no creo que vayan a existir. La literatura real surge siempre en la orilla, en el desdén, en el experimento; con el fracaso y la duda, sin miedo.
Podría mencionar tres poemas que sobresalen, el primero escrito en lengua Tu’un savi y titulado “Ita kuñu yu / La flor de mi cuerpo”, de Florentino Solano (Guerrero, 1982), incluido en su libro Ñu’u xí’ín in ka ñuú / La luz y otras noches (CDI, México, 2012); otro escrito en lengua náhuatl y titulado “Xinachtli”, de Guadalupe Martínez (Hidalgo, 1971), incluido en su libro Mallinali (Edición de la autora, México, s/f); y, finalmente, uno en lengua mapundungún, titulado “Mapurbe”, de David Aniñir (Santiago, Chile, 1971), incluido en su libro Mapurbe (Pehuén Ediciones, Chile, 2009).
Al primero le gusta leer y sabe de lo que habla; su fuerza es la ironía, el juego y la anti-historia. La autora posterior ha publicado solamente una plaquette y se debió a un chispazo anticolonial, a una resistencia física y personal, a una crítica desenfadada contra el “encuentro de las culturas” (sic); y el tercero, a través de su marginalidad, insilio y su lucha social adquirió fuerza y postura para su trabajo —además, no tiene miedo al uso de otras lenguas ni a la experimentación, es decir, es políticamente incorrecto.
Adjunto los tres poemas sin comentarios adicionales. Sea, pues, el lector quien emita un juicio desde la lengua, la historia, lo social, lo literario, lo cultural; sólo así comprenderá el porqué de los poemas. De otra manera, seguiremos con que cualquiera que escribe es escritor y, peor aún, poeta.
Así pues, la lectura parte del gusto y es permanente; por otro lado, la escritura parte de una necesidad, de un conflicto, y es breve en tiempo y número. Ahora, con el show del Año Internacional de las Lenguas Indígenas, los premios, las lecturas y aun las ediciones en lenguas originarias tendrán validez si se analiza, se reflexiona y se actúa desde el problema global; si se comprende la crítica, si la autocrítica se amplía y profundiza; si se percibe la memoria, la resistencia, lo anticolonial. De otra manera, dichos premios, lecturas y ediciones serán un fiasco, como hoy.
Los premios no son sinónimos de calidad porque también hay que tomar en cuenta al jurado, generalmente a modo. Entonces, si hablamos de obras o poemas, lo que persista horizontal y verticalmente; lo que resista al tiempo, lo que se infiera de la lengua y de la población hablante; lo que cuestione la realidad y vea el panorama, es y será una obra o poema. Así, los premios tendrán razón de ser. México es el país de los premios, pero ello no significa que tenga buena literatura —hay países muchos más pequeños (Cuba, por ejemplo) con una literatura de gran fuerza y de mayor vanguardia.
La sociedad crea mitos porque los necesita, pero estos suelen basarse en la sencillez de lo popular; sirven para determinadas justificaciones, no para crear una verdadera raíz cultural. Esta no podrá arraigarse mientras el contexto y la población hablante de estas lenguas no sean, a un mismo y necesario tiempo, fuertes desde el interior y hacia el exterior.
Ita kuñu yu
ká’án na chi ra nda’ví kuvi kú yu
ra ki’ví lo ke ninu kú yu
ra ko ña’a
xa’án yakua yu chi
xá’án ta’tán tinana yú tia tin
xá’án ñu’ú vixin
kutie’e yú íyó tiku yú xín tia’vi
íyo yaa xini yú
xi’í yu ndixi kua’á xí’ín kua’á ndutiá
ndá’yu yí yu nu ná
koo ichí tiákú yu koo ichí va’a yu
ra ki’vi va kú yu chi
ra vílo
ra ikú
chin kua’a ní ka na’a
ndisu tá kaa
tá kii
ta ndiee
in ita xá’nu sa’ta yú
ra yakua ki’ví vílo kití kú
kua’an xá’nu ña baja kalifórnia
La flor de mi cuerpo
dicen que soy un pobre diablo
indio del sur
ísavi perdido
que huelo a mugre
a tomate fumigado sudor del campo
a barro mojado
que tengo callos piojos liendres
caspa en el cabello
que tomo Tecate y otras chingaderas
miento la madre
vivo sin filosofía ni civismo
dicen que soy un idiota
estúpido
bruto
y un etcétera infinito
pero cada hora
cada día
cada fuerza
una flor crece sobre mi cuerpo
sucio indio bruto bestia
baja california progresa
Xinachtli
Mahuitzpoloa amo cenca ipati
Necahualiztli mitzteyolomaxiliztli
Ninocuepaptiuh tomaxac
Tlayeyecolli occe tlahtolli
Amo nehuatl, tehuatl
Ninemi ica noicniuhtzin
Nehuatl nicoyopillotl —chichi
Eztli, ehuatl apanoc tonacayo
Ipan tlaatlacuani tlalnamiquiliztli
Yehuetlahtolli ilhuia tzapa
In xinachtli ninotetlaqueuia tzompohualli huan
matlahpohuali xihuitl
Xinachtli
Incesto no es relevante
En silencio te reconozco
Me revuelvo entre tus muslos
Ejercitando otro idioma
No soy yo, soy tú
Camino con mi hermano
Soy coyote-perro
Sangre y piel recorriendo nuestro cuerpo
En la deformidad de la memoria
Historia descifrable por enanos
El ADN combinación perfecta de 500 años
Mapurbe
Somos mapuche de hormigón
debajo del asfalto duerme nuestra madre
explotada por un cabrón
Nacimos en la mierdópolis por culpa del buitre cantor
nacimos en panadería para que nos coma la maldición
Somos hijos de lavanderas, panaderos, feriante y ambulantes
somos de los que quedamos en pocas partes
El mercado de la mano de obra
obra nuestras vidas
y nos cobra
Madre, vieja mapuche, exiliada de la historia
hija de mi pueblo amable
desde el sur llegaste a parirnos
un circuito eléktrico rajó tu vientre
y así nacimos gritándoles a los miserables
marri chi weu!!!!
en lengua lactante
Padre, escondiendo tu pena de tierra tras el licor
caminaste las mañanas heladas enfriándote el sudor
Somos hijos de los hijos de los hijos
somos los nietos de Lautaro tomando la micro
para servirle a los ricos
somos parientes del sol y del trueno
lloviendo sobre la tierra apuñalada
La lágrima negra del Mapocho
nos acompañó por siempre
en este santiagóniko wekufe maloliente.
Autores
Kalu Tatyisavi
/ Ñuu Savi [Tlaxiaco, Oaxaca], 1960. Estudió filosofía, sociología y letras. Ha publicado diez libros de dramaturgia, cuento, novela, poesía, ensayo, guion cinematográfico y una Antología de literatura de Nuestra América. Asimismo, ha publicado aforismos, reseñas, prólogos y crítica literaria en diversas revistas, páginas electrónicas y periódicos. Es profesor de Sociología, Literatura y de su lengua, Tu'un Savi. En los años 2000 y 2012 obtuvo el Premio Nacional Nezahualcóyotl en Lenguas Mexicanas. En 2019 obtuvo el Premio Bellas Artes de Literatura en Lenguas Indígenas.
Alicia Genovese
/ Lomas de Zamora, Argentina, 1953. Poeta, ensayista y académica. Es autora de varios libros de poesía entre los que se encuentran El mundo encima (1982), El borde es un río (1997), La hybris (2007), Azar y necesidad del benteveo (2011), El río anterior (2014) y La línea del desierto (2018), entre otros. Como ensayista ha escrito los libros La doble voz (1998), Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco (2011, 2016) y Abrir el mundo desde el ojo del poema (2023). Su obra le ha merecido la beca de la Fundación Guggenheim (2022) y el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz (2014), entre otros reconocimientos.
Néstor Mendoza
/ Mariara, Venezuela, 1985. Poeta, ensayista y editor. Ha publicado cinco libros de poemas: Andamios (2012), Pasajero (2015), Ojiva (2019, traducido ese mismo año al alemán como Sprengkopf), Dípticos (2020) y Paciencia mineral (2023). Autor del libro Alfabeto de humo. Ensayos sobre poesía venezolana (2022). Finalista del I Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas 2016 y del XL Premio Internacional de Poesía Juan Alcaide (Ciudad Real, España, 2021).
Iris Murdoch
/ Dublín, Irlanda, 1919-Oxfordshire, Inglaterra, 1999. Narradora, filósofa, dramaturga y poeta. Doctora en Filosofía por la Universidad de Cambridge. Publicó varios ensayos sobre filosofía moral, sumamente influenciada por Aristóteles y Platón, y realizó el primer estudio monográfico de Jean-Paul Sartre en lengua inglesa. En 1954 publicó su primera novela, Bajo la red, y a partir de ahí su carrera literaria opacaría la filosófica. Con El mar, el mar, la más famosa de sus novelas, ganó el Premio Booker en 1978. Además de sus 25 novelas, autorizó la edición de dos antologías de poesía: Un año de pájaros (1978) y Poemas de Iris Murdoch (1997).