noviembre 2019 / Inéditos

La verdad del cuerpo

—Lo siento madre: me confundí, me compliqué —dice empapado cuando entrega
la caja torcida, húmeda y más
de una hora tarde. Yo, que ahora soy madre, sólo asiento ante la pizza
rebusco, perpleja, en los bolsillos más propina. Afuera

sigue la tormenta, más afuera aún
estarán mi madre, su madre, algo así como la vida. Quedamos el chico
del delivery y yo cruzando
este tiempo del perdón que él insiste: lo siento

me confundí me compliqué y yo
otra vez acepto. En un rato, él arrancará la moto volverá
a esa esquina donde amigos, cerveza y porro hagan de esto
apenas otra entrega fallida. Un rato más y ya

nada quedará de la pizza. Pero ahora retumba la tormenta en mí resuena
el mantra: me confundí, me compliqué, como él como todo
busco un perdón que por ahí no venga. Madre

quién no llega tarde al lugar equivocado quién
no pide a la tormenta alguna reconciliación
una pizza torcida en la mano
entre equivocada y confundida apenas
otra entrega fallida.

*

a Jor

Sea luz, sosiego: la dicha loca de la primera vez con alguien, un gesto
nuevo y esa cara que regresa del placer. Haya reconocimiento
pertenencia en el olor del cuello amado o la bandeja
naranjas y canela en la mañana que aguarde tu llegada. Calma sea

el surfeo de las olas, una música te lleve leve: feliz feliz se mueva tu cabeza
tu cadera. Hora mágica la salida de la fiesta sea y sorprenda
pasos reboten latas, vasos, el cielo que amanezca la sonrisa plena
del rostro que te espera. Jornadas vengan, sus trabajos

el momento antes de la primavera o un aire
otoñal que abra los brazos, el camino a tu paso

tranco y ritmo de horizontes despejados, días que lleguen con sus noches y sean
para vos con alegría, mi vida, con alegría sean y sucedan.

*

Kyrie, eleison

 

Un bólido en avance feroz: blanco, de broderie, el vestido vuela y ella
anda implacable Rodríguez Peña. Ante el escudo del cochecito se abre la calle
su taconeo lo impulsa y son channel
zapatos puntera negra cuero manteca —¿se ven?—. Decisión y ritmo
no te olvides la panza va con ella hace cinco meses
segundo embarazo y tiene ¿veintisiete? ¿veintiséis? Kyrie por el broderie

blanco ese vestidito va a ser tuyo unas noches de verano
semanas en Chacarita tomadas por asalto: Nico, Palito y vos
instalados en la cama de sus padres. ¿Se llega a ver? Por tus dieciséis kyrie
feroces en la huida, tan tuya como ese taconeo que ahora
llega al bar y en la barra pide un clarito —de gin dos medidas, vermouth
un toque de lima. Para la presión sonríe ella y mi hermano

del medio jamás probará alcohol. Cada día madre avanza
con él en su panza y el mayor
va viendo mundo desde el cochechito. Se instala ella en la barra, bebe su trago
—¿la ves?— ansía todo y comerse
el universo de un bocado. Vos tendrás su mismo pelo
vestido blanco, este incordio que te lleva a Chacarita

tu verano indio en la huida, ellos preparan materias vos
te adueñás de tus días. Serán tres en la casa vacía y así
heredás ese trío del bar en Recoleta: aunque madre siempre sea ella
nada más que sus ansias. Kyrie por los niños perdidos, todos caídos del catre
¿dieciséis? ¿veintiséis? da lo mismo cuando vos
sos más grande que esa chica, dos hijos a cuestas y cruza

la tarde sola. Finalmente pide siempre que la amen
eso cree y lo repite hasta agotar la más
bella oración: el amor como ley
sostiene la economía familiar, sus mesas de cuatro cubiertos, los indicios
de un ascenso social en sintonía
con su mirada rapaz. Piernas cruzadas en la butaca busca algo

la rescate y sabe a las siete
llegará el marido a casa. Por su voracidad kyrie, porque nada
más que vos vendrá trece años después
a esta estirpe arrasada. Si la huida es reacción
tu verano indio una sucesión de atardeceres gastados por plazas
jugamos frisbee, escondidas, mucha comida chatarra. Del sexo en fuga queda

la verdad del cuerpo, expulsado de vestidos y herencias: a los dieciséis
sos una desclasada, pescado incapaz de sentir nada
y más allá la supervivencia. Kyrie por esa niña, seis años mayor que tu hija
menos de cincuenta kilos y equilibrio precario. También
descubrís el trabajo, algo así como la vida
vendés tarjetas de navidad en Lugano, cajas de fósforos

ropa cerveza. Cuando vuelvas tu madre protestará
por el vestido enganchado, los años del broderie
malgatados en tus manos. Por esa madre kyrie, aquello que resta de ella 
todavía en vos. Siempre de soslayo. Se escapan los números y ya tenés
la edad de tu madre cuando reveló para vos
la incapacidad del amor. ¿Se ve? Cierto aire familiar —ni herencia ni legado

todavía en pie. Kyrie por esta estirpe, si da la luz
de lleno en la barra, una promesa, cuando madre
disfruta el trago y sonríe tan fugada
como vos entre Nico y Palito dejás caer las horas: sobre los faros
se pierden en la avenida los autos, un anochecer en Chacarita y sí
piedad en nosotras, para nos

voracidad y ansias fueron madre.


Autor

Andi Nachon

/ Buenos Aires, Argentina, 1970. Poeta, guionista y docente. Su primer libro de poesía, Siam, apareció publicado en 1990. A este le siguieron otros nueve que conforman, junto a uno inédito (del cual provienen los poemas anteriores), En la música vamos (Bajo la Luna, 2019). Desde 2013 codirige Hain Cine, una productora cinematográfica, actividad que alterna con la docencia universitaria en el campo de la poesía.

noviembre 2019