Éramos los sin nombre
  los enterrados
  los aullantes,
éramos los que se mezclan
  con la sombra
  con la tierra
  los que andábamos
  los que pedíamos
  más de eso que muerde
  más de eso que rasga,
  los sin nombre,
  los que se mezclan,
éramos eso desde el principio
  cazadores sin casa
  enterradores enterrados
  en lo que no tiene luz
perros, nos llamaron
  estábamos en lo noche
  muy antes
perros de nadie
  llegados de ninguna parte
  perros al acecho
  en la colina
  en la cueva
ese sabor en la saliva,
  esa sangre ese cartílago
  en las fauces,
en las fosas
  éramos eso
  cráneos para las libaciones
  cráneos quebrados
  catacumbas, 
quebrantahuesos
  éramos lo que viene de noche
  lo que está muy antes
ese olor en la sangre,
  perros de nadie
  cristales de roca
  en la roca
  incrustados,
cuervos vigías
  éramos torbellino
  negro vórtice
  elevaciones
  picos en picada
inframundos,
picos de acero
  garras de un rito
  pócimas, peregrinajes 
  en lo de antes
  en lo de antes,
cuervos
  éramos eso que dice la noche
  que anda por arriba
  se desliza con alas
  repta rasga se amotina
“yo  conquisto montañas,
  amontono cabezas  de hombres
  como polvo,
  siembro cabezas  cual semillas”
éramos
  los desfigurados
  los que avanzan
  los que aúllan
  cuatro patas bocabajo
  erizada piel plumas erizadas
  carne del festín
  cráneo de las libaciones
cristal de roca en la roca
  en lo que no tiene luz
  en la luz trizada,
perros de ninguna parte
  en la rabia dispersa,
perros éramos
  acercándonos
  husmeando los detritos 
  acechando el siseo
ah de los aullidos
  ah de las danzas
  el fuego rasante
  en las alas
  en las alas
inframundos,
éramos esa carne
  eso que se arrastra
  en el aire éramos
  los que pedíamos
  los que rogábamos
dame noche
  lo que sangra
  lo que muere
  cristal de roca
  cristal de roca
  tu cara en mis fauces
  incrustada,
“yo  conquisto montañas
  amontono cabezas  de hombres
  como polvo
  siembro cabezas  cual semillas”
éramos los acechantes
  los reyes reptiles
  los que aguardan en silencio
  los que atisban en silencio,
  nubes de guerra
  cantos de guerra
cuervos, nos llamaron
un batir de alas tartamudas
  una turba trepidante
  catacumbas en el aire sólido,
  bailoteos en el fango
  un revuelo en la ceniza ardiente
éramos,
los sin rumbo
  los enterrados 
  los murientes
  los que no vuelven
  los que están aquí,
cuervos cavando fosas
  perros levantando piedras
  un túmulo
  un dolmen
  cuervos levantando piedras
  perros cavando fosas
ese sabor a sangre en los hocicos
  esa carne palpitante,
éramos lo que no tiene luz
los que avanzan
  bajo la tierra
  bajo la tierra
  los enterrados
  los que aúllan
  los reptantes
  cazadores sin casa
  los sin nombre.
Nota del autor
Algunos perros —por ejemplo, el pastor australiano— recogen piedras que acumulan en algún sitio predilecto. No parece un comportamiento azaroso pues levantan con ellas pequeños montículos. Me dicen que ciertos cuervos lo hacen también. Desconozco las razones de este comportamiento seguramente ancestral, pero no deja de resultarme fascinante. Veo en ello un comienzo de los dólmenes, de las estelas y los mausoleos funerarios. El poema surge de esta observación y también del no menos fascinante documental de Werner Herzog, Cave of forgotten dreams (2010). Nunca como ahora nos había tocado ver en México tanta desolación y muerte. Fosas sin nombre, túmulos de la infamia. Una noche que se prolonga y pareciera instalar su señorío. El poema alude también a esta incontestable, dolorosa realidad. Los versos en cursiva provienen del himno a la diosa sumeria Inanna, en la traducción que hizo María Palomar a partir de la versión inglesa de Kim Echlin (Artes de México, 2008). “Dolmen” es el poema inicial de los cuatro que componen el libro Kyrie, que próximamente publicará la Universidad Autónoma de Querétaro en la colección Libro Mayor.
 
								 
								