mayo 2020 / Inéditos

La carne de la noche que fuimos

fiestas

los animales, dentro de las casas, acariciaban a sus dueños. la última semana del mundo había llegado. ya no amanecía y se escribían cosas en el cielo, mensajes que celebraban la carne de la noche que fuimos. ese mismo cielo, hundido en su locura, dictaba fiestas interminables como antorchas, fiestas crepitantes como leña perfecta, fiestas que daban giros en su aceite, fiestas de puertas abiertas ya sin amargas bisagras. y tú estabas a mi lado, nunca me le extravié a tu cuerpo. un perro vino hasta mis manos, su mirada me pulsó en la cabeza, su cuerpo largo y de agua estancada te señaló y me dijo: “soñar con un muerto es un consuelo muy pobre”.

 

profeta

vivo dentro de una piedra, quiero darle de beber, esperar su amor, su devoción hacia mí. sobre sus muebles de silencio y perfección, yo evoluciono en mi ambladura, en esta torpeza rabiosa en la que aprendí a fluir como un profeta del entumecimiento. quizás a Jonás le pasó igual cuando habitó su ballena, quizá Jonás amó esas entrañas pero su gran pez solo alcanzaba a sentirlo como una deformación creciéndole dentro por tres días y tres noches. quizá Jonás estuvo de otra forma en su ballena, quizás él caminaba erguido dentro de su mamífero, envuelto en sus mantos líquidos y pesados, lo que yo no consigo dentro de esta piedra, que como todas, se desmaya al contacto del agua.

 

boquinegro

ellos comen uvas de papel tapiz,1 dicen de nosotros que nos descubrimos el uno al otro como a una tumba revelada por la persistencia de la lluvia mientras el mundo dormía. esos fueron los dictados del agua que nos unió. y volvemos a escucharlos en nuestras almohadas, los encontramos ahí entre la estática del insomnio, en ese mar que deja partículas de su cuerpo en las rocas y vive ahí mirando al sol, su origen. en esos cuencos minerales se hacen otros mares. yo soy uno de ellos, y conozco las alas del cielo que oscurece incrustado y monocromo para mantenerte comiendo de mis uvas y verte la boca negra soñando a mi lado.

 

coreuta
una silla apoltronada en el muro lleva la conversación desde su madera. si cuestiona  ensancha sus bordes, si se angustia contrae su centro. la veo amblar desde su quietud cuando busca un encendedor. siamesa de la ausencia, se inventa rumores de mesas y botellas al oscurecer, se despoja de su respaldo cuando danza, intenta quedarse en los intersticios de las rocas nocturnas, pero invariablemente amanece carbonizada por la luz del día, y encuentra a su alma encajada en el techo. ante el espejo revela la gravedad de quien miente como se miente en ciertas fiestas, y así, rodeada de cuerpos, una silla accede a los giros de su fortuna y es coreuta de su propia épica, coreuta trágica de sus propios materiales. las fiestas terminan y duermen deshechas en el regazo de una silla unida a otra por las rodillas.

 


1 Es una frase dicha por Toby, personaje de la película Girl, interrupted (1999), que tal vez hace referencia al mito de Zeuxis, pintor griego del siglo V a.C., quien en una ocasión pintó unas uvas tan perfectas que los pájaros llegaron a picotear la tela.


Autor

Claudia Berrueto

/ Saltillo, Coahuila, 1978. Licenciada en Letras españolas en la Universidad Autónoma de Coahuila. Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y, en dos ocasiones, del programa Jóvenes Creadores del FONCA. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tijuana 2009 y el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2016. Ha publicado Polvo doméstico (2009), Costilla flotante (2013) y Sesgo (2015; 2a. edición, 2021). Actualmente es coordinadora editorial de Difusión y Patrimonio Cultural de la Universidad Autónoma de Coahuila, México. Desde 2018 pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.

mayo 2020