noviembre 2019 / Inéditos

Big Bird

En el zodiaco chino
mi padre era el signo del dragón.
Nunca entendí a esa serpiente corpulenta,
con garras de león y alas de águila
que echa fuego por la boca.
(Nunca entendí bien a mi padre).

En la primaria un compañero me explica lo que sucede en Plaza Sésamo. Desnuda a cada personaje. Su padre fue camarógrafo de la serie, le habló al hijo como si fueran verdades de un maestro que devela vidas ocultas. El hijo me lo cuenta, me explica detalladamente el mecanismo.

No se necesitó disfrazar lo que ocurría,
ni poner al hogar como un set;
fueron escenas reales las que se representaron.
Siempre un detrás de cámaras:
el divorcio (o la separación de las cosas).
(Nunca vi el disfraz del hombre del Polo Norte
en mi padre,
pero sentí el mismo frío distante).

El niño me confiesa que se trata de alguien vestido de pájaro, me explica que ese alguien se esconde detrás de un disfraz y que, con un par de palos de madera, manipula la cabeza y los brazos de la enorme ave. Detrás de la vida de Abelardo se esconde alguien, detrás de ese alguien se esconde alguien, una serie infinita de hombres detrás. Una ley cíclica. Karma y reencarnación.

Nos ocultamos.
Dejamos de vernos.
Nuestros ojos se cerraban
como rasgos chinos,
hasta llegar al punto en que fue difícil distinguirnos.
(Jugamos escondidas en una enorme muralla que construimos).

Detrás del Comegalletas se encuentra alguien manipulándolo, con un par de palos de madera; detrás de Beto, de Enrique, ocurre lo mismo, una plaza sostenida por un par de manos que manipulan todo el tiempo: lo que se dice, lo que se mueve, lo que se respira.

No sé si en realidad eres ese hombre con canas,
con la cabeza blanca como arroz, sorbiendo té,
hablando de esa película que ganó un Oscar,
no sé si eres realmente un hombre escondido en un enorme pájaro verde,
ese que los chinos llamarían dragón.

Muchas veces imaginé que tú usabas ese traje. Muchas veces veía Plaza Sésamo y sabía que tú eras Abelardo, mis tíos se referían a ti como Pájaro, me hice la idea de que ellos sabían quién eras en realidad, así es como me hice de tu historia, de tu recuerdo a partir de un cuento chino que me ayuda.

Es difícil saber quién es en realidad el hombre
detrás de todo esto.
Sé que entiendo mejor a Abelardo, a un dragón,
que al extraño que opera detrás de ellos.

Así como cuando era niño, sigo escondiéndome en simulacros, en digresiones.

A veces he querido resolver lo que hay detrás,
ese extraño koan que llega a ser mi padre.
Maestro y discípulo, padre e hijo.
El discípulo pregunta.
El maestro no responde.
¿Qué hay detrás de la gran ave?
¿Qué hay detrás de un dragón?
¿Qué hay detrás de un padre?


Autor

Luis Lugo

/ Ciudad de México, 1985. Panadero y poeta. Ha sido becario del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Obtuvo el premio de poesía Punto de Partida 42 (UNAM).

noviembre 2019