mayo 2022 / Inéditos

Esta mujer que somos

 

De reincidencia

Una luz,
transida y breve luz
en las manos que giran con la rueda.

Nada saben,
tocadas por el aire,
de imperios labrados con ahínco.

Escriben páramo con hilos de colores
no obstante que son flores,
minucias más mentidas
en lienzos que lavan en invierno
anónimas sirvientas.

Las manos se detienen.
Buscan y no encuentran.
¿Qué buscan?,
la rueda se pregunta
sin detenerse,
sin destejer las sábanas.

Esta mujer que somos
¿construye acaso la prehistoria?

Las manos,
ausentes de caricias,
regresan a la rueda
escriben páramo, bahía,
no obstante que son nombres y escenarios
canciones que luego por la noche,
la Fiel entona en los andenes:
Este es mi tren, mi desabasto.

 

Luminiscente

Blanca, arrebolada a veces,
la flor de la amapola se mece allá en el fondo.

Ni es rosa de los vientos
ni virgen dolorosa.

Es solo flor.

Es ningún crisantemo
en ninguna solapa
de ningún saco,
pero la veo,
y mi corazón en ella se traduce.

De más acá
donde se mecen las prendas
de mi amado cielo
donde exprimen mis manos
sus caricias
olorosas de quien no viene
porque allá la ciudad es peligrosa,
pero ya verás
qué grande es el arco donde tú y yo dormiremos victoriosos.

Y mientras, vidita santa,
a lavar la ropa
porque no hay quien pague la renta y la despensa.

Ahí está,
centelleante,
mi faro de tormentas.

 

Indulto

Me sentaron en una mesa larga
donde ninguna mosca osó siquiera entretenerse
mirando mi traje de dos piezas.
Dijeron ellos mi nombre
y preguntaron
cómo te sientes, qué tal este día por la mañana.

Traté de no escurrirme,
no lamí sus dedos ni orejas.

Eres un hombre libre,
dijeron ellos.
y me sacaron
como a un perro que sacan de la casa,
después de haber orinado hasta vaciarme.
Por ahí se fue mi alma, pensé
y vi las mismas calles que anduve contigo.

Yo bien que sabía cómo llegar a tu casa,
pero me entretuve mirando a los niños en el parque
y uno de ellos
me golpeó en la mejilla, con una piedra
gris, redonda.

Yo bien que sabía cómo hacer sangrar su cara,
pero me alejé
hasta llegar al cementerio
y me detuve a llorar.

Yo soy el hijo pródigo que regresa al hogar
con una goma de mascar en los bolsillos.

 

* Poemas pertenecientes al libro La piedra y el exilio, publicado en 2021 por Laberinto Ediciones y el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE).

 


Autor

Ofelia Pérez Sepúlveda

/ Ciudad Guadalupe, Nuevo León, 1970. Poeta. Con su libro La sangre de los pájaros (1993) obtuvo el Premio de Poesía Joven de Monterrey. Su obra se encuentra recogida en varias antologías, entre las que destacan Sin puertas visibles, El manantial latente, Gilberto Owen. Con una voz distinta en cada puerto y A contraluz. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León, del FONCA y de la Fundación Rockefeller-Guadalupe Arts Center.

mayo 2022