Letra en descomposición
Hace meses que paso una hora escribiendo de
madrugada, hora que no
transcurre, madrugadas
heladas, borrascas de
gruesos copos de nieve
al bies, escribo en las
paredes de casa, en el
polvo acumulado de los
muebles, las telarañas,
escribo donde hace
mella la carcoma, deja
la hormiga carpintera su
huella, hormiga flamígera
mi letra, sin tasa escribo,
sin el cuerpo o la espalda
dentro de una camiseta,
en los pétalos de rosas
amarillas, verdinegras,
en una hornacina vacía,
en la luz azul de un candil,
luz de la oscuridad, escribo
inanidad, remembranzas
sin fundamento, ínfimas
alteraciones, bruscos
anagramas, insulsas
aliteraciones, inscribo
en el forro de los
ataúdes, en el percal
de las chiquillas jugando
a la viola, a la suiza, entre
los flejes de relojes se han
zafado, roto el rubí,
números cancelados,
me inscribo en una
cancela herrumbrosa,
no entro en casa, qué
casa, a qué hablar de
casa, la ventana verde
contigua a la terraza
cayó, se quebró en las
baldosas del portal de
entrada, quebradas
están las olambrillas y
quebrada la arcilla y la
madera, bosques y
postigos, canteros,
cataratas sin agua,
el almuerzo de
mañana, el arroz
agusanado, el mismo
gusano que penetra
con Eva la manzana,
gusano cubano me
llamaron a santo de
qué, inscribo aquí al
gusano que horadó
a mis antepasados
agujereados en
primer grado, por
ambas partes vuelta
y vuelta, en lugares
distintos, durante la
dispersión.
Alzo
torres,
se
derrumban.
Taño
campanas,
fanal
y
badajo
irreales.
Llamo
a
mi
hermana
a
sentarnos
en
el
suelo
como
los
sefarditas
ante
la
Muerte
(anchas
baldosas
y
torres
del
homenaje
en
las
olambrillas)
juguemos
tabas
(yaquis
decíamos
en
Santos
Suárez
a
la
altura
de
Estrada
Palma)
estrellas
de
seis
puntas
sin
firmamento,
crucifixiones
incesantes
la
Historia,
y
sentados
permanecemos
muertos,
yo
con
la
mano
garabato
en
alto,
hollín,
borrón,
garrapato.
Homenaje a Beckett (aunque no lo parezca)
Llorar,
reír,
consumir
(abstenerse) no tienen patente de exclusividad cubana
(consumar): río más que
lloro, lamentaciones
menos que Jeremías,
río con David en los
campos al son de
adufes, brillo de
ajorcas en los
tobillos, si se quiere
contrarío mi origen
(de dos) hebreo en
casa del bodeguero,
del sastre, y por la
zurda (yo) joven
bayucero. No
dispongo de un
saco
copioso
de
lágrimas,
(retrocedo) real soy en retirada, a un lado compartimentos,
tengo un modo de
sentarme tieso, la
mirada ida, en la
comadrona
(heredada) imaginaria,
en el cenador del patio:
su suelo de tablones
desencajados cagoteado,
en orden ascendente por
tojosas, tiñosas, el
inanimado azufre
(Sodoma, Gomorra,
a los efectos da lo
mismo) el azor (nada
que ver con el islote
que flota a la deriva)
equilibrio de fuerzas,
ojo avizor, paciencia
de la inanición, artículo
de fe en alto flota: y
por encima de los
estamentos
superpuestos (la
Patrística, la
Hagiografía,
palimpsestos) nuestro
cagaleche airoso, fácil
de identificar de Maisí
a San Antonio.
Siento irrealidad entre filos y bordes (desbordes) de un
octogenario, Tres
Lecciones de Tinieblas,
motetes, Magnificat, las
letras del alfabeto hebreo
pisoteadas en Jerusalén
(Peccatum peccavit
Jerusalem): Beth, risa
y choteo a Dios ofrendo
como cubano cubiletes
de llanto arameo a raíz
de la destrucción del
Segundo Templo, y
con un tiro de ballesta
hago besar el césped
del patio en la casa de
enfrente a la tojosa (de
haber disparado a la
tarde hubiera
sido
un
totí):
tiñosa al suelo con la Red Ryder de perdigones, sigo
con la yema del índice
el azufre que cae a
borbotones de Gomorra,
Sodoma, en el versículo
correspondiente, da o
daría lo mismo, la
bayoneta calada se
hace cargo del azor,
al cagaleche me lo
cargo con una salva
cubana de tiros
errados: soy Murphy
(Beckett) Anna Livia
Plurabelle (Joyce)
Swann traicionado,
en este caso no por
una cocotte sino por
el mundo: la carne,
y el diablo. Me retiro
a mi madriguera, en
la guarida retrocedo
(todo a la vuelta de
la esquina) cargado
de Ser: en un recodo
me dedico a ludir el
aire enrarecido que
froto contra el Ser,
lluvia de ascuas,
brasas, ceniza
crasa
en
hora
meteorológica.
Alzqué
Tras perder en buena medida la memoria lo único que
recordaba era el Sutra
del Corazón: lo repetía
al dedillo, a la velocidad
del relámpago, ojos
cerrados, en gran medida
inconsciente del sentido
de las palabras: lo repite
veinte, treinta veces al
día, Sutra de Piedra,
sílabas rimadas, sermón
que los medievales
consideraban culto,
pensaba, cuando
pensaba, que era
un discurso ordinario
(vulgaris): la norma
era repetir el sutra
cinco o siete veces
consecutivas, hacer
un total de veinticuatro,
quizás treinta y nueve,
no recuerda cuántas:
los números se le
trasvasan en letras,
las letras
incandescencia,
apenas palabras,
especie de sufrimiento,
fuente (origen) lo sabía
en latín algo así como
fons et no recuerda qué:
tal vez origo. Sería un
alivio recordarlo, y mejor
todavía de un tirón, las
palabras aún tironean
en su interior, su vida
de papel y pergamino,
esparto: pliego y todo
ilusorio, según, caramba,
estipula el Sutra del
Corazón: y tuvo otros
caminos, no recuerda
cuáles, se encoge de
hombros, un comino,
un bledo, si olvidara
repetir ese Sutra,
tósigo, condena,
alcanzaría al cabo
Nirvana, Nibbana,
o qué sería de él. Al
diablo con esta vida
Bimana, pedestre de
palabras, conocimiento,
cocimientos,
condicionamientos,
todo se vuelve borroso:
niebla, tinieblas,
turbaciones, ¿volverán
las oscuras golondrinas?
¿O qué se hizo, fizo, el
rey don Juan, los Infantes
de Aragón, tanto cantar,
paramentos de ilusión,
ilusorios infusorios, no
hay nada más cercano
a la Nada? ¿Qué
desayunar por Dios
cuando siempre toma
de mañana lo mismo,
no recuerda qué
desayunó ayer? Ni
que lo hubiera variado
por ser su cumpleaños
por allá por San Juan,
otro aniversario de,
y fuese miércoles
corvino, o quién sabe
qué historia(s). Repite
dos veces seguidas el
Sutra del Corazón y
entiende que lo capital
no es recordar sino
que vamos de patas
de patitas al sumidero.
Autor
José Kozer
La Habana, 1940. Voz protagónica de la poesía latinoamericana de nuestro tiempo, vive en Estados Unidos desde hace sesenta años. Es profesor jubilado de Queens College. Ha publicado cerca de un centenar de libros, casi todos de poesía. En 2013 recibió el prestigioso Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (Chile), y en 2017 la beca Montgomery de Dartmouth College. Ha sido traducido a diversas lenguas (ruso, portugués, griego y alemán, entre otras) y se han escritos varias tesis de grado sobre su obra.