Del idioma sutil de los objetos
| Inéditos
Otras fiestas
Pienso mucho en los días en el pueblo.
En el olor a lumbre y a hierbajos
y en esas flores blancas, pequeñitas,
que cogí para ti frente a mi casa.
Las colocaste dentro de los libros
que leíamos a medias aquella Navidad
y que luego olvidamos.
A pesar del bullicio de las cenas,
el mundo era tranquilo, éramos simples,
nuestros ojos brillaban todo el tiempo.
Pienso en aquellos días,
en las celebraciones transcendentes.
Es un milagro estar
justo donde la vida está ocurriendo,
casi nunca sucede, rara vez esas flores,
blancas y pequeñitas,
crecen junto a mi puerta.
Casi siempre me esfuerzo
en salir a buscarlas.
Posibilidad de la luz
Hablamos de la luz,
de esas motas de polvo que el sol hace visibles,
como nuevos planetas.
Cada vez más brillantes, cada vez más ambiguos,
iguales a nosotros.
No sé pedir perdón,
hemos pasado a oscuras tanto tiempo…
Me gustaría nombrarte de otras formas
y disfrutar también de la penumbra,
del idioma sutil de los objetos.
Guardarla para mí, ahuyentar los deseos
de pureza, de alegría sin límites.
Confiar en la penumbra.
Hablamos de la historia.
Hablamos del desorden
y del fulgor minúsculo
de los tiempos futuros.
La idea de la luz
ocupa nuestro amor
y lo devasta.
El huésped
Viniste de otro mundo y te quedaste en mi casa.
Tu idioma impronunciable
tu cuerpo artificioso
eran ahora las únicas ideas naturales.
Al final del deseo comenzaba otra cosa.
Al final del deseo hay un deseo nuevo
al que nunca ha podido llegar nadie.
Por favor,
quédate un poco más conmigo
bajo la luna azul
de las celebraciones.
Saquear el templo
La fiesta terminó
y la casa ya no era nuestra casa.
Todos los invitados se llevaron consigo
un trozo de la fiesta, como el que arranca
piedras de un bello templo griego.
Los veíamos marcharse con las primeras luces.
Tocándose la cara, acelerando el paso.
Un árbol cae en el bosque sin hacer ningún ruido.
Nadie lo escucha. Nunca ha existido el árbol.
¿Dónde caemos nosotros?
Nos han dejado aquí a la intemperie:
no hay paredes, ni casa, ni amor para las cosas
que ya no poseemos.
Tendemos en el suelo el mantel sucio
y admiramos con qué silencio pueden
desvanecerse los lugares sagrados.
Nadie en el bosque, nadie en la ciudad.
Deberíamos buscar una palabra para nombrar
el gesto de quien queda en la casa
cuando todos se han ido.
Esto es lo que somos.
Se llama devoción.

Rosa Berbel / Sevilla, España, 1997. Poeta. Estudió Literaturas Comparadas por la Universidad de Granada, institución en la que prepara en la actualidad su tesis doctoral en Literatura Española e Hispanoamericana. Su primer libro, Las niñas siempre dicen la verdad (2018), fue galardonado con el XXI Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, y fue posteriormente merecedor del Premio Andalucía de la Crítica a la mejor Ópera Prima y del premio Ojo Crítico de Poesía 2019 de Radio Nacional de España. Los planetas fantasma (2022), al que pertenecen los cuatro poemas escogidos, es su segundo libro.