10 octubre, 2022

La elocuencia telúrica. Homenaje a Óscar Oliva

de Mariana Bernárdez | Dossier, Ensayos

 

 

Como parte del homenaje al poeta Óscar Oliva, celebrado en el Instituto Nacional de Bellas Artes en agosto pasado, Mariana Bernárdez leyó la siguiente carta abierta. Aquí la presentamos como parte de un dossier en homenaje al autor chiapaneco.

—La Redacción

 

Querido Óscar:1

Resguardo en mi memoria un primer encuentro en los años noventa, en la Coordinación Nacional de Literatura recién ubicada en la casa de Leona Vicario. El encuentro breve, acompañado por Raúl Renán, dejó una impronta que ha perdurado a través del tiempo. Años más tarde, tendría lugar uno de mayor alcance, de cuando tu voz anunciaría la luz recogida en las alas de los pájaros; fue cuando nos leímos poesía durante horas el uno al otro, junto con Jorge Fernández Granados, para dirimir el fallo de un premio. No olvidaré el movimiento de tus manos signado por el asombro, ni el modo como pasabas las hojas imitando el viento en la arboleda presentida. Corolario de tu generosidad fue el regalo de tu obra, compilada por Mario Nandayapa y titulada Iniciamiento, y de otro volumen, Lascas, acompañado por un texto magnífico de Alfredo López Austin.

La impresión que me causó tu poesía quedó anotada en mi cuadernillo: su elocuencia telúrica, su capacidad inventiva, su modo de prosar el poema para fracturar y transgredir lo terrible, el diálogo explícito con una tradición heterogénea que va desde los griegos, lo medieval, lo místico, lo barroco, lo hermético y la poesía de Oriente hasta las propuestas contemporáneas. Ecos y guiños a Darío, Vallejo, Li Po, Rimbaud, Neruda, Keats, Cernuda, Unamuno, Huidobro, Cardenal, Gorostiza… Poesía de la perseverancia, dices, y —agrego yo— del desasosiego y la perplejidad, del mucho padecer. Un brío disonante que empuja hacia la experiencia abisal. “El canto es un hierro que quema/ Todo sea por él/ Todo sea)”.2

Lo cierto es que tu poesía, según me lo parece, aborda las preguntas primordiales del estar y del ser, por ejemplo: “¿Quién hace los montes en una noche?”, o esta otra, “¿Qué quedara de ti?/ ¿Qué quedara de tus furias imprevisibles?”3 Preguntas que son un llamado a razones porque la palabra resguarda el don de la mesura. Sabes que frente al vendaval y su silbo, a lo sombrío y a la cólera, queda bajo su amparo quien se detiene por un instante a contemplar el cielo y su azar, ese que disloca la marcha del tiempo para dar sitio a la plenitud consciente donde se nombra y el nombrar se cumple en quien pronuncia. “Te nombro junto a mi nombre en esta realidad que nos oprime./ Antes de mí, vienes. Vienes por una calle inclinada y quiero salir a tu encuentro…”4

Y me sientas a tu vera y conversas quedamente o te exaltas horrorizado, escribes frente a la ventana lo que te azora, te abajas encarnadamente y atesoras lo nimio que entrama un sentido vital, porque todavía ocurre que las frases que conocemos no han alumbrado la totalidad que espera a ser tocada por la poesía.5 La palabra es el territorio donde lo que brota es más que una herida o un testimonio del odio y la furia; es el rayo6 que traza el cielo y cimbra en su caída a la hojarasca, levantando el rumor de la vehemencia: “Hablo sin país, hablo sin nombre, hablo con el futuro a mi espalda,/ hablo con un viento que azota mi lengua,/ hablo con el golpe de un pico/ golpeando mi historia personal/ y la historia de mi país.”7

Sabes que el poeta es un polytropos que descubre otras formas de habla, otros sonidos y otras rutas inéditas de conocimiento, donde la respiración y su impar compás son trenzados para eclipsar la ambigüedad y la crispación. “La poesía llega a existir en el despertar y en la respiración solo/ por la necesidad, por la necesidad de establecer contacto en el despertar y en la respiración de otros lenguajes. […] Comida de respiración.”8

Tu voz se transmuta en una cantata múltiple, naciéndose el poema de tu cuerpo que se estremece ante la irrupción de la belleza o de lo envilecido que ofusca el entendimiento.9 Los versos orbitan y ensanchan, al girar, un horizonte en el que hilos y secuencias anudan la vastedad de lo simultáneo; en el que se reúnen lo épico y lo lírico, el relato y la narración, la fabulación y la crónica, lo histórico y lo proscrito.10

El poema es un animal que anda reptando por dentro hasta habitar la sombra. A veces es la noche quemada, la ceniza, la corola incendiada en la imaginería que vuelve y revuelve los ritmos ancestrales. Una reiteración donde se es y no se es el mismo; donde el hallazgo entre lo semejante y lo dispar sorprende, esa danza y contradanza que encabalga las imágenes, trastoca los atributos de la realidad y acecha el rizoma de la vida y la muerte. “Del incendio quiero rescatar su historia, esa razón que se consume cuando el incendio ha empezado a olvidarse. Perduración del libro. El incendio ocupando el lugar de una idea en el libro del poeta, como si hubieran fusilado a su amigo. Y la razón se incendia.”11

El poema es un viaje, y su impulso prolonga el transitar, ya sea por la carretera que va de Tuxtla a la Ciudad de México, al acelerar o disminuir la velocidad de los dedos en el teclado, o al detener los pasos en la calle porque en la acera de enfrente esperan los amigos que ya no están.12 El poema-viaje de la escritura o de quien es escrito por lo que escribe, reinventa y se resignifica en la reinvención. Una transformación que pauta la cualidad camaleónica de lo poético en signo, en fruto, en cigarra y en río que fluye. Lo indudable es que la unidad de su arquitectura es lo siempre abierto que acoge entre sus muros la antítesis y lo caótico, la contradicción y lo irreconciliable, la dulzura y la caricia… Porque nada es despreciado por la fatalidad: “entre la belleza y el dolor/ han hecho de mi casa una horca”.13

Tal el cainismo, lo atroz que desmiembra el habla hasta volverla una astilla. Desde esa desolación, la violencia surca tu poesía tocando las fibras más sensibles de lo humano y denunciando el laberinto de lo inexplicable. Quien te lea, descenderá por la oscuridad guiado por una narrativa que responde a los mecanismos de tu conciencia atenta, que recoge los datos y los hechos para luego evocarlos en un discurrir psíquico singular. “¿Realmente he llegado hasta aquí,/ sin pensar en nada? ¿Como el río que llega por debajo de la puerta, sin pensar?/ ¿O como el camión que corre a 140 km por hora para llegar al muro improbable?”14

El centro es el acontecimiento, el acto mientras ocurre, la brevedad donde el dolor bestial disloca la logicidad, pero no su carga significativa. Pareciera inútil cualquier gesto, pero tú no olvidas la máxima de Terencio: “Hombre soy y nada humano me es ajeno”, y das prueba de la ferocidad con la que hay que vivir.15 Todo florece. Todo muere. Todo renace de la tierra. A esta permanencia la calificas como “la fértil desaparición”16 que gravita sobre el símbolo que masticas lentamente, mientras te rindes a su esplendor y afirmas tu vocación de búsqueda, tu entrañada raíz de escucha que se maravilla ante el paisaje y su erotismo. “Mi mano en tu voz es la primera letra de la palabra/ que nos alumbra”.17

Y lo escrito despliega su polivalencia imantada por el viento, esa fuerza que nutre y rompe las formas para alcanzar un lenguaje transfigurado, de ilación delicada y brutal, bajo una red metafórica donde los términos se asocian en una tensión discordante, contradictoria y sorprendentemente íntima y amorosa. No podía ser diferente para “una voz desbocada salida de las montañas”.
 
 
 
Notas:

1 No olvidaré tu fecunda biografía, tus premios, tus amigos, tu cercanía a los pueblos originarios, ni los magníficos trabajos de crítica literaria o los distintos registros hemerográficos y bibliográficos existentes. Considero que tal glosa será propicia para otra ocasión.

2 Óscar Oliva. Iniciamiento. Poesía reunida, vols. I y II. (Mario Nandayapa, ed.). México: Aldvs-Conaculta- Coneculta Chiapas-Universidad Autónoma de Chiapas-Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, 2015, p. 200.

3 Ibídem, p. 399 y p. 427.

4 Ibídem, p. 269.

5 “Mientras tomo una taza de café repaso los poemas/ que he escrito/ ¡Cuánta confusión! ¡Cuántas palabras perdidas!/ ¿Bajo qué impulso lancé mi pecho mis descomposturas/ a la búsqueda de ese mar que no es claro ni habitable?”, en Ibídem, p. 94.

6 “Todo relámpago es negro. La fijeza surge del relámpago. El estruendo sube hasta mi nuca, agita una lesión negra, habla con mi cabeza quemada”, en Ibídem, p. 305.

7 Ibídem, p. 300.

8 Ibídem, p. 228.

9 “De mis cabellos se desprende un desconcertado viento, /que no encuentra sitio en este libro, ni en esta casa.”, Ibídem, p. 210.

10 “¿Quién me dicta? Soy esa úlcera debajo del labio que no sabe de/ legitimidad, porque es perversa toda escritura, incluso/ aquella del arado en el surco. Aquella sin tierra y sin historia.” Ibídem, p. 461.

11 Ibídem, p. 277.

12 “tomo nota, apunto todo esto,/ no soy más que un cronista/ que ha visto caer a su amigos, / que ha enterrado a sus muertos, que se ha bañado de viento”. Ibídem, p. 227.

13 Ibídem, p. 487.

14 Óscar Oliva. Escrito en Tuxtla. México: Aldvs-Instituto Tuxtleco de Cultura, 2022, p. 18.

15 “reviso mi cuaderno de trabajo, voy hasta la última página,/ no encuentro las cenizas de la estrella que no me quiso decir/ cómo termina la vida, regreso al principio, sin olvidar nada. ¿Dónde, entre lo dormido y lo despierto, nos encontraremos?” Op. cit., p. 52.

16 Óscar Oliva. Iniciamiento, p. 489.

17 Ibídem, p. 266.


Mariana Bernárdez / Ciudad de México, 1964. Poeta y ensayista. Realizó estudios de posgrado en Filosofía y Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, donde se desempeña actualmente como profesora. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 2018. Entre sus libros de poesía se encuentran Don del recuento (2012), Escríbeme en los ojos (2013), Nervadura del relámpago (2014) y Rumor de niebla (2020).