27 abril, 2020

La tentación de la belleza

de Tanya Huntington | Reseñas

Malva Flores, A ingrata línea quebrada (dos cuentos), Literal Publishing, México, 2019, 116 pp.

Sabemos que la poesía dispone de subcategorías añejas que abarcan desde la elegía hasta el epitalamio, y que fueron diseñadas para ayudarnos a formular, si no respuestas, reacciones humanas ante todo tipo de sucesos derivados de nuestros dos grandes temas centrales: la Muerte y el Amor, en cualquier de sus infinitas variaciones.

A la hora de revisar la poesía contemporánea —ejercicio que nos incumbe no solo como críticos o poetas, sino como seres humanos— veo, en nuestros tiempos, un enfoque cada vez mayor en lo corpóreo; no en el sentido erótico, sino en el de la decadencia manifestada a través de las enfermedades crónicas que nos acechan: el Parkinson que se llevó a mi abuelo, el cáncer que se llevó a mi comadre, el VIH que permitió que la pulmonía se llevara a mi colega. Cada uno de estos males encierra horrores concretos y conlleva sus propias metáforas, como nos enseñó Susan Sontag. El problema con el del Alzheimer, al que creo que alude la poeta Malva Flores (Ciudad de México, 1961) a través del “señor Alz” —ostensiblemente el apodo de un tal Aloysius—, es que se va llevando a nuestros seres queridos “cacho a cachito”. Pero, como si fuera el castigo eterno de Prometeo, no se termina de acabar nunca. Se manifiesta a través un deterioro mental paulatino que nos obliga a permanecer en primera fila mientras sigue restando las facultades lógicas de nuestros mayores, cuya autoridad estamos condicionados a respetar —pues moldearon “el escueto camino/ del sentido común”. Es un mal que sigue minando el “yo” en todos sus aspectos: desde el que toca el piano hasta el que busca las llaves de su casa. Y que arrasa, cual lobo feroz, con el umbral entre pasado y presente.

Abandonada en este bosque, la poeta se queda sin más remedio que enfrentar un futuro desolador.

¿Cuál es la moraleja de esta historia, desde su perspectiva? Que nada sirve.

La perfección de un círculo
        no sirve
El late late del corazón enamorado
        no sirve
“El relámpago verde de los loros”
        no sirve
La nota sostenida por el chelo
como si fuera el aliento
de Dios
        no sirve

No sirven.

Servir:  (Del lat. servīre).
1. intr. Estar al servicio de alguien. U. t. c. tr.
2. intr. Estar sujeto a alguien por cualquier motivo haciendo lo que él quiere o dispone.
7. intr. Ser soldado en activo.
11. intr. Dep. Sacar o restar la pelota de modo que se pueda jugar fácilmente.
12. tr. Dar culto o adoración a Dios y a los santos, o emplearse en los ministerios de su gloria y veneración…

Veneración y gloria
Pero ¡ah! ¡La Belleza!
Qué tentación.

Este es un libro que existe, a pesar de todo, gracias a la tentación de la belleza —aun cuando el poema sea un “vertedero de lágrimas”—. La poeta nos expone sus decepciones con respecto a otras verdades supuestamente tan absolutas como la autoridad de nuestros mayores: el hecho de que multiplicar una mitad por otra resulta en solo un cuarto, por ejemplo, o de que la fe se base en una llaga en el costado de Cristo. O el hecho de que todo, hasta la forma de las letras, se convierte en brújulas mínimas que no bastan para que encontremos nuestro camino. Porque “Nunca sabemos nada/ ni por qué/ ni para qué/ ni dónde”. Entonces, ¿cómo seguir adelante en este laberinto? O en palabras de la poeta, “¿Cómo pedir así un vaso de agua?”

Son preguntas que detonan paisajes surreales, desde lúgubres cuartos de hotel hasta intemperies habitadas por cuervos que graznan, o por la “hormiga/ que corre por Pangea/ cargando su alimento/ —esa bandera verde—.”

A través de las personae que ha creado, la poeta se regaña, exigiendo una palabra mejor que “pispireta” para sus versos dedicados a la ardilla. Se desespera porque el pasado feliz no vuelve, ni siquiera cuando lo invoca. Nos recuerda que el amor no existe. Promete que no va a “hablar más de la muerte”. Lamenta las veces que se ha equivocado. Se pregunta si fue Dante o alguien más quien dijo que “el infierno es la repetición sin esperanza”. Y repite que, de todos modos, no importa porque nadie se va a enterar.

Pero allí sí se equivoca. Sí importa. Porque nosotros nos enteramos.

Porque nosotros la leemos.

Y leo: “No hay jinetes/ Trompetas/ Relámpagos tampoco./ Solo estamos nosotros/ Solos/ Solos”.

Pero también leo: “El jardín se levanta y hasta su propio aire/ resucita./ Estrellas del otro firmamento/ Combustión de las sílabas y el polvo:/ las palabras.”


Tanya Huntington / Dakota del Sur, Estados Unidos, 1969. Artista y escritora binacional, es Jefa de Redacción de la revista bilingüe Literal: Voces latinoamericanas y autora de varios libros, de los cuales el más reciente es Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca. Su cuenta en Twitter es @TanyaHuntington.