abril 2020 / Reseñas

La plenitud de la otra parte

Verónica Jaffé, De la metáfora, fluida, Visor / Fundación para la Cultura Urbana, 2019, 171 pp.

Hay algo de lo intolerablemente real en De la metáfora, fluida, último poemario de Verónica Jaffé (Caracas, Venezuela, 1957). Algo que no deja salida porque no la hay. Esto real sin esperanza, “ausencia de esperanza/ para todos, ellos y nosotros”, está sólidamente amasado con el largo Orinoco durante su travesía titánica, con roca y montaña, con barro y discurso de una penetrante y ofensiva burla. Ofensa y desesperación se padecen en De la metáfora, fluida. Y transcurren los años sin solución de continuidad; desde el 2009 al 2014, incluso, “viajan los poemas/ con sus años” y el pasaje de infancia surge en la bienvenida memoria, transido de pena como una sonrisa de intenso rojo oscuro.

Se bordea aquí el mundo intransmisible, rugiente, donde el poeta inversamente heroico ya no soporta su propio cripticismo: Paul Celan hunde para siempre sus traducciones en el Sena; Osip Mandelstam, en su invulnerable libertad, tan frágil e incorpóreo —según la memoria de su esposa Nadiezhda—, o Ruth Klüger, que ilumina la pura libertad de la bondad. Acción pura: estamos frente al poema y Jaffé lo traduce.

Traducir implica muchas cosas para Jaffé, sobre todo después de su magnífica versión de Friedrich Hölderlin y sus Cantos hespéricos. Pero incluso descubre que en la lengua propia se impone traducir, acercar, recordar con la palabra un antiguo acento, oler la patria en la palabra elidida: tarea compasiva que tiende y tantea lo epifánico de la comprensión. Quien traduce busca en otro —y es en sí— el acorde que calma su soledad, la pérdida.

Hay en estos poemas una sabiduría del exilio y su extraña temperatura (el no poder ya estar): esa vida en suspenso y repartida a destiempo y al unísono, como en el poema “De manos”: la sencilla unión de las palmas (los padres, los poemas) devuelve lo familiar y lo parecido, lo balsámico de cierta cordura. Y en ese hueco mínimo, íntimo, Verónica Jaffé traduce.

Este libro tiene algo inabarcable. Cada página sugiere medidas para protegerse contra el odio y propone cautela, desde la certeza de que “la poesía siempre/ estará […] en la plenitud/ de la otra parte”.

La invocación a la cordura es, aquí, frecuente. El padre y la madre forman una ecuación constitutiva y, a la vez, una fuerza política. Un trayecto a las fuentes y la urgencia inmediata por traducir el magma de la lengua madre a una intensa pacificación histórica; un trayecto de la metáfora recurrente, a esa diferencia que hace poeta a Jaffé. Se desarrolla, así, una lenta y hasta peligrosa paciencia para hacer de lo inextricable, una traducción.


Autor

Claudia Schvartz

/ Buenos Aires, Argentina, 1952. Ha publicado La vida misma (1987), Pampa argentino (1989), Tránsito es nombre (2005), Eólicas (2011), El papel y su futuro (2015), Ávido don (2015), Nimia (2018), Alcanfor (2018) y Poemas impugnados (2019), además del libro de ensayo Miyó Vestrini o el encierro del espejo (2002). Es traductora y editora responsable de Editorial Leviatán.

abril 2020