Traducción y notas de Alejandro Crotto.
Sobre el Infierno de Dante Alighieri nada tengo para decir más importante que el sabido consejo de animarse a entrar. Lo que esta versión quiere es redescubrir y recordarnos que el Infierno (que tantas veces está como sepultado debajo de su fama) es, antes que nada, un poema. O sea, un texto que se dirige a la inteligencia y la imaginación, sí, pero para trascenderlas despertando en quienes lo recorren un punto de íntimo gozo y verdad.
En italiano, ese poema está escrito en tercetos endecasilábicos de rima consonante encadenada; para decirlo de otro modo: en estrofas de tres versos de once sílabas, donde el primer verso rima consonantemente con el último, y el del medio marca la rima que aparecerá en el primer verso y el tercero de la siguiente estrofa, cuyo verso segundo, a su vez, indicará la rima del comienzo y final de la estrofa siguiente… Puesto así parece complicado, pero en realidad es bastante sencillo; por ejemplo, el canto XX, 3-15:
a riguardar ne lo scoperto fondo, endecasílabo b
che si bagnava d’angoscioso pianto; endecasílabo a consonante
e vidi gente per lo vallon tondo endecasílabo b consonante
venir, tacendo e lagrimando, al passo endecasílabo c
che fanno le letane in questo mondo. endecasílabo b consonante
Come ’l viso mi scese in lor più basso, endecasílabo c consonante
mirabilmente apparve esser travolto endecasílabo d
ciascun tra ’l mento e ’l principio del casso, endecasílabo c consonante
ché da le reni era tornato ’l volto, endecasílabo d consonante
e in dietro venir li convenia, endecasílabo e
perché ’l veder dinanzi era lor tolto. endecasílabo d consonante
Forse per forza già di parlasia endecasílabo e consonante
si travolse così alcun del tutto; endecasílabo f
ma io nol vidi, né credo che sia. endecasílabo e consonante
El efecto, comenzada la lectura, es fascinante: es como si la progresión narrativa estuviera inscripta en la forma y sucediera desde allí. Al mismo tiempo, Dante escribe con una verdad tal que las rimas marcan el pulso de lo que nos está contando sin entorpecer nunca su desarrollo. Este cruce entre el claro hilo narrativo y la consumación formal (donde sentimos físicamente la apertura de la poesía) es uno de los aspectos medulares del poema. Otro, que también es un cruce, es el que se da entre el asombroso despliegue de la imaginación poética y un tono calladamente íntimo, con el que Dante nos acerca a él.
El desafío era traducir esa fascinación, traducir el latido que anima el viaje, e imaginé entonces una forma que recreara la dimensión generadora del ritmo rimado y a la vez me permitiera ser fiel al hilo narrativo: traduje los endecasílabos italianos en diferentes versos (en su mayor parte se trata de endecasílabos, pero también hay eneasílabos, versos de pies acentuales —sobre todo anapestos—, tridecasílabos, alejandrinos y heptasílabos, ya sea solos o combinados con pentasílabos) y mantuve la rima encadenada usando, además de rimas consonantes, rimas asonantes y rimas oblicuas. Las rimas consonantes son las rimas donde coinciden vocales y consonantes a partir de la última vocal acentuada, como entre “vida” y “perdida” (también las que agregan una letra sin alterar esa identidad, como por ejemplo “sentidas”). Las rimas asonantes son las rimas en donde son iguales las vocales desde la última vocal acentuada, pero pueden variar las consonantes, por ejemplo entre “congelado” y “caballo”, o “siempre” y “festejen”, o “río” y “camino”. Las rimas oblicuas son las que surgen al variar la vocal acentuada en una rima consonante, como por ejemplo entre “pronto” y “tanto”, o “leche” y “noches”, o “sol” y “piel”.
En algunos casos busqué otro tipo de rima de variación vocálica, como rimar “sombra” con “hombre”, o “males” con “palos”. Me permití también que el tercer elemento de una tríada rimara con el segundo aunque ya no con el primero; por ejemplo, que en el cierre de un terceto, “momento” rimara oblicuamente con “punto”, que había rimado asonantemente con “justo”.
Por último, varié levemente la disposición tipográfica de los versos y el corte estrófico, para ganar fluidez y subrayar la rima.
Queda así:
para mirar el descubierto fondo endecasílabo b
que se bañaba de angustioso llanto, endecasílabo a asonante
y sombras vi en lo hondo heptasílabo b consonante
que iban llorando y en silencio, lentas, endecasílabo c
como las procesiones de este mundo. endecasílabo b oblicua
Y cuando me incliné a mirar más cerca, endecasílabo c asonante
retorcidas las vi monstruosamente endecasílabo d
entre el pecho y la pera: heptasílabo c asonante
hacia la espalda apuntaba la frente, endecasílabo d consonante
y entonces caminaban para atrás endecasílabo e
por no poder mirar hacia adelante. endecasílabo d oblicua
A alguien la parálisis tal vez endecasílabo e oblicua
haya dejado así torcido todo, endecasílabo f
pero no creo, ni lo vi jamás. endecasílabo e consonante
Si todo salió bien, los detalles técnicos pasarán enseguida a un segundo plano: lo que hace que Dante sea Dante empieza cuando la forma se desvanece en su cumplimiento, abriéndonos su poesía. Nada me importó más, como dije, que traducir esa apertura. Quienes entren vivirán algo que no se olvida.
Comparto, después de cada canto, algunas notas con datos y comentarios. En general, provienen de las ediciones del Inferno de Natalino Sapegno y Anna Maria Chiavacci Leonardi —excelentes, por cierto, para quienes quieran después seguir más a fondo con la aventura en italiano.
Esta traducción no existiría sin las inspiradas clases de Claudia Fernández Speier y el entusiasmo de Lucas Brockenshire y Julián de la Mota: a los tres mi mejor agradecimiento.
—Alejandro Crotto
¡Alégrate, Florencia, eres tan grande,
que tus alas agitas sobre tierra y mar
y en el infierno tu fama se expande!
Cinco ladrones vi de la ciudad:
a mí me dio mucha vergüenza
y para ti no es motivo de honor.
Y si se cumple aquello que se sueña
al alba, has de sentir dentro de poco
lo que Prato, entre tantos, te desea.
Si ya hubiese ocurrido no sería pronto;
¡si lo que ha de pasar ya hubiera sido!;
cuanto más tarde me será más doloroso.
Dejando ese lugar detrás subimos
por las piedras que habíamos bajado,
guiándome el maestro en el camino;
y fuimos por un puente desolado,
todo de rocas y de escombros lleno,
asistidos los pies por nuestras manos.
Y me dolió, y ahora me duelo
cuando recuerdo lo que entonces vi,
y con prudencia mi ingenio refreno
para que lo conduzca la virtud:
si por mi buena estrella o mejor causa
recibí un bien, no he de arruinarlo yo.
Cuantas el campesino que reposa
en el cerro en el tiempo en que la cara
del sol menos se esconde, y es la hora
en que el mosquito a la mosca reemplaza,
ve en el valle luciérnagas abajo
en campos que quizá vendimia y ara,
tantas llamas entonces vi brillando
todo en lo hondo de la octava fosa
cuando llegué del puente a lo más alto.
Y como aquel que vengaron los osos,
que vio el carro de Elías que subía,
alzándose a los cielos majestuoso,
y él no pudo seguirlo con la vista,
solo una llama vio que se iba alzando,
perdiéndose como una nubecita,
así estas se movían por el fondo
sin revelar lo que adentro llevaban,
cada una ocultando un condenado.
Tan absorto en el puente yo miraba,
que si no logro asirme de un peñasco
me caía aunque nadie me empujara.
Me dijo el guía al verme así azorado:
“Los espíritus van dentro del fuego,
cada uno de su llama revestido”.
“Al escucharte”, respondí, “maestro,
confirmo lo que había imaginado,
e iba a preguntar: ¿quién está dentro
del fuego que está arriba separado
y parece surgiera de la pira
en que ardieron Eteocles y su hermano?”.
Me respondió: “Ahí se martiriza
a Ulises y Diomedes: los dos juntos
comparten el dolor, como antes la ira.
Se pena en esa llama el fraudulento
engaño del caballo de madera
que de la noble Roma fue el comienzo;
y el engaño también por el que, muerta,
a Aquiles le reprocha aún Deidamia;
y por el Paladión pagan la pena”.
“Si pueden hablar dentro de la llama”,
dije entonces, “maestro, te suplico
una vez y mil veces y otras tantas
que no me niegues esto que te pido:
esperemos que venga la llama dividida,
ya ves con qué deseo a ellos me inclino”.
“Tu súplica”, dijo Virgilio, “es digna
de alabanza, y por tanto lo concedo;
pero mantén tu lengua refrenada:
déjame hablar a mí, que ya he intuido
lo que quieres saber, y ellos serán
quizá ante ti, por ser griegos, esquivos”.
Después cuando la llama llegó al fin
donde juzgó oportuno mi maestro,
le comenzó de esta manera a hablar:
“Ustedes dos, que comparten un fuego,
si algún favor de ustedes merecí,
si algún favor, grande o pequeño,
por los versos que en vida yo escribí,
deténganse, y que uno de ustedes diga
dónde al perderse fue a morir”.
El mayor cuerno de la llama antigua
empezó a sacudirse murmurando
como una llama a la que el viento agita;
y la punta al final, yendo y viniendo,
como si fuese una lengua que hablara,
sacó afuera su voz, y dijo: “Cuando
dejé a Circe, tras que ella me tuviera
por más de un año cerca de Gaeta,
antes que así Eneas la llamara,
ni el dulce hijo, ni la reverencia
por el padre, ni el vínculo de amor
que debía a Penélope devota,
pudieron apagar en mí el ardor
por recorrer el mundo y conocer
los vicios de los hombres y el valor.
Por eso me lancé al abierto mar
con tan solo una nave y la pequeña
tripulación que no me quiso desertar.
Una costa y la otra vi hasta España,
pasando por Cerdeña y por Marruecos,
y otras islas que el mar rodeando baña.
Ya éramos yo y mis compañeros viejos
cuando llegamos al estrecho paso
que Hércules señaló porque más lejos
no se lanzara algún aventurado.
Y dejamos Sevilla a la derecha,
Ceuta a la izquierda habíamos dejado.
‘Oigan, hermanos’, dije, ‘que tras muchas
pruebas llegan ahora al Occidente,
a la poca vigilia que les quedan
a los sentidos nuestros no le nieguen
la experiencia de ahora continuar
detrás del sol, hacia el mundo sin gente.
Consideren su origen: a vivir
como brutos no han sido destinados,
sino a buscar la virtud y el saber’.
Con mis palabras los dejé tan ávidos
de seguir más allá nuestro camino,
que no habría podido sujetarlos.
Y así vuelta la popa al alba hicimos
los remos alas de insensato vuelo,
avanzando a la izquierda decididos.
Ya las estrellas del contrario polo
veíamos de noche, y no se alzaban
casi las nuestras del marino suelo.
Cinco veces prendida y apagada
habíamos visto la luz de la luna
desde que navegábamos las aguas,
y apareció una montaña, oscura
por la distancia: era tan imponente
que así no había visto yo ninguna.
La alegría fue llanto de repente,
porque de aquella tierra nueva vino
un viento que golpeó el barco de frente:
con toda el agua le hizo dar tres giros
y en el cuarto la popa hizo elevarse
y la proa se hundió, como otro quiso,
y volvió el mar sobre nosotros a cerrarse”.
Notas:
¡Alégrate, Florencia, eres tan grande,/ que tus alas agitas sobre tierra y mar/ y tu fama en el infierno se expande!: Célebre comienzo de uno de los más célebres cantos del Infierno. La exclamación de Dante apunta a lo que se ha visto en la fosa anterior: mientras Florencia prospera y crece, más ayuda a poblar el infierno.
Y si se cumple aquello que se sueña/ al alba: Se creía que lo que se soñaba al alba podía tener valor profético. Dante se refiere a un sueño que ha tenido, pero que no describe.
has de sentir dentro de poco/ lo que Prato, entre tantos, te desea: Al igual que muchas de las ciudades y los pueblos vecinos, Prato odia a Florencia y desea su destrucción.
Si ya hubiese ocurrido no sería pronto;/ ¡si lo que ha de pasar ya hubiera sido!;/ cuanto más tarde me será más doloroso: De dos maneras han sido leídos estos versos. Para los comentadores antiguos, lo que Dante dice es que cuanto más demore en producirse el castigo, más le dolerá porque más tiempo tendrá que esperar para saciar su sed de venganza. Los modernos, más compasivos, leen que Dante lamenta que siga pasando el tiempo, porque así Florencia acumula inequidades y por fuerza el castigo habrá de ser más duro.
y con prudencia mi ingenio refreno/ para que lo conduzca la virtud:/ si por mi buena estrella o mejor causa/ recibí un bien, no he de arruinarlo yo: Dado que en esta fosa se castiga a los que utilizaron fraudulentamente su inteligencia y su ingenio, Dante se recuerda que no debe dejar que su facultad poética vaya por delante de la virtud. Si el destino o la divinidad le han dado ese bien, que él no olvide subyugarlo virtuosamente. Los versos toman particular importancia al contrastarlos con el destino del insaciable Ulises.
Cuantas el campesino que reposa/ en el cerro en el tiempo en que la cara/ del sol menos se esconde, y es la hora/ en que el mosquito a la mosca reemplaza,/ ve en el valle luciérnagas abajo: La sintaxis es compleja también en italiano. Cuantas va con luciérnagas. La estación es el verano, y la hora en que el mosquito reemplaza a la mosca es el anochecer. O sea: cuantas luciérnagas ve el campesino desde el cerro hacia el valle al anochecer en verano, así vio Dante desde lo alto del puente una multitud de lucecitas lentamente errantes en la octava fosa. La imagen es feliz, lo que resulta raro en el infierno, y la complejidad de la construcción sirve para obligar al lector a detenerse en el pasaje. Es que hay que limpiarse de los ojos las horribles metamorfosis de la fosa anterior para llegar ante uno de los personajes centrales del Infierno.
Y como aquel que vengaron los osos: Es Eliseo, que vio a Elías subir al cielo en un carro de fuego, según se cuenta en el Libro Segundo de los Reyes. Lo de los osos viene poco después: mientras sube a Bethel unos chicos se burlan de su calvicie, y él los maldice en nombre de Dios y aparecen unos osos que matan a cuarenta y dos de ellos.
Tan absorto en el puente yo miraba,/ que si no logro asirme de un peñasco/ me caía aunque nadie me empujara: Es claro que Dante ha visto algo que lo atrae extraordinariamente.
y parece surgiera de la pira/ en que ardieron Eteocles y su hermano: Eteocles y Polinices, hermanos de Antígona, habían combatido el uno contra el otro y habían muerto en el campo de batalla el mismo día. Puestos en una misma pira funeraria, según cuenta Lucano, se generaron dos llamas independientes, por la enemistad irreconciliable que incluso muertos se tenían.
a Ulises y Diomedes: los dos juntos/ comparten el dolor: Ulises y Diomedes son dos de los héroes del ejército griego que venció en Troya. Están, según se dice, condenados por tres motivos: I) la estrategia del caballo de madera con la que finalmente conquistaron la ciudad (en consecuencia, Eneas y otros troyanos huyeron y fundaron Roma); II) el engaño por el cual los dos se inmiscuyeron en la corte de Licomedes para convencer a Aquiles que se sumara a la guerra, como sucedió para tristeza de su amada Deidamia; y III) por el robo del Paladión, o sea, la estatua de madera de Palas Atenea que estaba en Troya, cuyo robo perpetraron juntos.
maestro, te suplico/ una vez y mil veces y otras tantas/ que no me niegues esto que te pido: El deseo de Dante por escuchar a Ulises lo mueve a suplicar a Virgilio de manera inusualmente insistente.
y ellos serán/ quizá ante ti, por ser griegos, esquivos: Son los grandes héroes de la épica antigua. Solamente la mediación del autor de la Eneida puede hacer que se dignen a hablarles. También podría ser que Virgilio, advirtiendo la fascinación de Dante por Ulises, quiera mediar porque considera que esa fascinación es peligrosa.
y que uno de ustedes diga/ dónde al perderse fue a morir: Desaparece de la escena Diomedes y ya no aparecerá más; en quien estaba interesado Dante, intuye correctamente Virgilio, es en Ulises, y en particular, en cómo había sido el final de su vida.
Cuando/ dejé a Circe…: El Ulises que inventa Dante es uno de los puntos más altos del Infierno, y el entusiasmo por su figura muchas veces lleva a lecturas poco apegadas al texto. Un ejemplo típico es creer que Ulises cuenta que volvió a Ítaca y después, insatisfecho de la vida hogareña, volvió a lanzarse al mar. La lectura es muy sugerente y puede incluso justificarse, pero más bien pareciera que Dante pone en boca de Ulises el relato del resto de su vida a partir de lo último que se sabía por fuentes clásicas de él: la partida de la isla de Circe (Metamorfosis XIV, 154). Dante no había leído, como ninguno de sus contemporáneos italianos, la Odisea. También suele leerse lo que narra Ulises como un viaje directo hasta su naufragio, pero pareciera que entre los versos 103 y 106 han pasado muchos años.
pudieron apagar en mí el ardor/ por recorrer el mundo y conocer: En Ulises aparece delineado el nuevo paradigma que verán los siglos siguientes: el ser humano ya no acepta autoimponer un límite a su deseo de explorar y conocer. Científicos, navegantes, toda la aventura humana desde el Renacimiento aparece prefigurada en él. No resulta demasiado auspicioso encontrarlo en uno de los puntos más bajos del infierno, pero sin duda ese sería el pronóstico de Dante sobre buena parte de la modernidad.
cuando llegamos al estrecho paso/ que Hércules señaló porque más lejos/ no se lanzara algún aventurado: Es el estrecho de Gibraltar, a partir de allí comenzaba lo inexplorado.
detrás del sol, hacia el mundo sin gente: Se creía que el hemisferio sur estaba deshabitado.
Cinco veces prendida y apagada/ habíamos visto la luz de la luna: O sea que pasaron cinco meses navegando hacia el hemisferio austral.
y apareció una montaña, oscura/ por la distancia: Esa montaña es el purgatorio (vacío para ese entonces), pero Ulises lo ignora. La aparición de esa gigantesca montaña y la tragedia que súbitamente se desata hasta que vuelve a cerrarse el mar en calma es uno de los pasajes más leídos y comentados del Infierno.
y la proa se hundió, como otro quiso: Evidentemente, con lo de “como otro quiso” se refiere a Dios. La fórmula es importante porque Dante repite esas palabras al llegar al purgatorio, lo que establece un contrapunto entre ambos personajes: si el viaje de Dante responde al designio providencial, el de Ulises responde a su inmoderado deseo de conocer.
* Extracto del libro Infierno, de Dante Alighieri, publicado a fines de 2020 y reproducido aquí por cortesía de Audisea Editora (Argentina) en su colección Artesa.
Autores
Dante Alighieri
/ Florencia, 1265 – Rávena, 1321. Se le considera el padre del idioma italiano y es autor de la Divina comedia, una de las obras capitales de la literatura universal. Escribió también la Vita nuova (1293) y el ensayo en latín De vulgari eloquentia, entre otros.
Yuleisy Cruz Lezcano
/ Santa Clara, Cuba, 1973. Escritora y traductora. Estudió en la Universidad de Bolonia y se licenció en Ciencias Enfermerísticas y Obstetricia y en Ciencias Biológicas. Trabaja en la salud pública. Autora de numerosos libros, obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Concurso Literario Ossi di Seppia en su edición número 29 y colabora con distintas revistas literarias de España y de América Latina. Su obra más reciente es Di un’altra voce sarà la paura (2024). Su poesía italiana ha sido traducida al francés, español, portugués, inglés y albanés. Actualmente vive en Marzabotto, Bolonia, Italia.
Yuleisy Cruz Lezcano
/ Santa Clara, Cuba, 1973. Escritora y traductora. Estudió en la Universidad de Bolonia y se licenció en Ciencias Enfermerísticas y Obstetricia y en Ciencias Biológicas. Trabaja en la salud pública. Autora de numerosos libros, obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Concurso Literario Ossi di Seppia en su edición número 29 y colabora con distintas revistas literarias de España y de América Latina. Su obra más reciente es Di un’altra voce sarà la paura (2024). Su poesía italiana ha sido traducida al francés, español, portugués, inglés y albanés. Actualmente vive en Marzabotto, Bolonia, Italia.