Sor Ana de la Trinidad —Ana Ramírez de Arellano— [1577-1613] es una gran desconocida de nuestras letras.
Al margen de las fuentes —de san Juan, de santa Teresa, de fray Luis de León, de toda la mística o del Cantar de los Cantares y de las fuentes bíblicas—, la obra de sor Ana tiene mucho de verdad. Todo lo que conocemos de su vida en el monasterio de Calahorra, a través de las palabras de su abadesa, Cecilia del Nacimiento, nos induce a pensar que fue una joven convencida de sus ideas, volcada por completo en su pasión divina y en su amor a Dios.
La novedad de los poemas de sor Ana es la presencia del elemento autobiográfico. (…) Sabemos que los diecinueve textos [de su obra, todos ellos sonetos] se compusieron con ocasión de la marcha a Valladolid de Cecilia del Nacimiento, momento en que sor Ana cuenta cerca de treinta y cinco años.
La obra de sor Ana, aunque breve, muestra una gran madurez literaria. (…) su escritura es fluida, muy personal, sin ninguna clase de atildamiento, con elegancia contenida y una naturalidad no habitual en su época.
—Jesús Cáseda,
“Introducción” y “Análisis de la poesía de
sor Ana de la Trinidad” (fragmentos)
3
Piadosa fuerza, vencimiento blando,
embebimiento y música süave,
licor precioso, gusto que a Dios sabe,
gloria insufrible, favorable mando,
raíz que mi sustancia está animando,
peregrina infusión y silbo grave,
ciencia que de experiencia el alma sabe,
fuego que en el crisol me está apurando,
virtud, omnipotencia, embestimiento,
tiniebla, noche oscura, bien amable,
toque que vuelve loco al que es más cuerdo,
silencio y pausa, luz, transcendimiento:
¿a quién iré que tus efectos hable,
oh, dulce sueño, donde me recuerdo?
5
Como de torbellino y recio viento
el átomo ligero es levantado;
o como cuando de la mar hinchado
es llevada una paja de su asiento;
así como vapor y flaco aliento,
como el humo de un palo muy delgado;
como el humilde polvo del soplado
los desparece el aire en su elemento;
como si un escuadrón de gente armada
con poderosa fuerza combatiese
un mosquito ahogado en la bebida,
trata el inmenso Dios con esta nada.
¡Oh, pues lo comenzó, si ya quisiese
que del todo en su ser fuese sorbida!
8
A la región do anhelas remontado
huye ligero en tu secreto nido,
donde estarás seguro y escondido
de las tormentas de la mar airado,
que siendo el crudo invierno ya pasado
cuando el campo de verde esté vestido,
aunque de mar a mar la mar crecido,
podrás entre las olas ir a nado;
o te traguen o suban hasta el cielo,
quedarás como pluma levantada,
y el tiempo breve pasarás en flores
vestido del color de tus amores;
divisarás tu patria deseada,
si altivo permaneces en tu vuelo.
14
¿Cómo mi lengua torpe, enmudecida,
metida en alto mar de amor profundo,
sin entender la causa en que me fundo
hablará de su alteza desmedida?
Hallo mi navecilla sumergida,
y si la orilla busco, más me hundo,
que no hay lenguaje o nombres en el mundo
a que compare cosa tan subida.
¿Quién dijera que un Niño de hoy nacido
mi baja musa hace perder de vuelo?
¿Mas, qué mucho si en su ser infundido
tiene el objeto de un amor sin suelo?
Mas queda inaccesible y escondido
cuanto más le descubre el mortal velo.
15
Linces de lo profundo y escondido,
balcones del amor, centros gloriosos,
alegres palmas, triunfos victoriosos,
piedras-toques del oro más subido,
espesas selvas donde me he perdido,
floridos paraísos deleitosos,
pozos de ciencia, senos misteriosos
y dulce suspensión de mi sentido;
sentencias de la muerte y de la vida,
cristales do se ve mejor el mundo,
soles que solos quitan mis enojos
y refugios del ánima afligida,
blancos do mi afición segura fundo,
son de Jesús los apacibles ojos.
18
¡Oh pan de mi sustancia que me alientas!
no hay a mi paladar alguna cosa
como el bocado tuyo deleitosa,
que en tu gusto mis gustos apacientas.
Muero por Ti de hambre y te me ausentas;
no huyas de quien tiembla temerosa,
—que aunque morena, soy también hermosa—
cuando en mi pobre choza te aposentas.
Traga en tu lleno todo mi vacío
para que así enriquezcas mi pobreza
quedándote en el corazón de asiento.
Pues estando sin mí, quiere ser mío,
deja el retrato, amor, de su belleza
y quédese cerrado el aposento.
Autor
Sor Ana de la Trinidad
/ Alcanadre, España, 1577-Calahorra, 1613. Poeta, religiosa y uno de los secretos mejor guardados de la literatura mística española. Parte de su obra poética, consistente en 19 sonetos, fue hasta hace poco tiempo atribuida a su directora espiritual, la también poeta Cecilia del Nacimiento. Recientemente, el sello español Los Aciertos publicó Dolor humano, pasión divina, que recoge por primera vez la obra de sor Ana al cuidado de Jesús Cáseda.