Imperio del pequeño
como cada persona
(persona con cuerpo) cada noche
desde que se inventó dormir
dormí mal
una parte de mi cuerpo descansa mejor boca abajo
giro de cuello cabeza al norte
eje sagital de la mandíbula alineado con los hombros
el problema se plantea: cuello y cabeza necesarios
aunque cuerpo que no se concilia con el cuerpo
cuerpo incapaz de escindirse para fines de descanso
desprenderse como funda la imposibilidad
de dormir bien
luego entonces por lo tanto
dormí mal
en el sueño hablaba a mis compañeros de clase
(escolar, no económica,
aunque también)
(el interés erótico palpable y estúpido, como cualquier sueño)
mis palabras se alargaban y aplanaban: usaba guarda
lo que pronunciaba habría sido ininteligible
de haber existido algo que inteligir
la guarda crecía o se fundía con mis dientes, no estaba claro
(hoy tengo el cuello torcido y veo de reojo por entumecimiento, no desdén)
me senté
poco después de despertar
mis piernas encogidas en la base del colchón
vendedores de gas hacen eco entre sí, pájaros desvelados
(dos horas después de que los primeros pájaros cantan)
asumir una postura para dormir es hacerlo mal
descanso verdadero
requiere eliminar toda organización del cuerpo en el espacio
miro la ventana como una forma de no ver
(cerrar los ojos trae una carga insostenible de vista
descarga de imágenes en un ancho de banda no soportado por este dispositivo)
cierta forma de vaciar un momento vuelve nítidos los engaños
crónicos como rumor en frecuencia inaudible
como migraña que merodea por años
antes de punzar por primera vez, y es demasiado tarde:
hay que arrancar la cabeza para seguir de pie
alargar la vida unas horas o décadas, aunque la suerte esté echada
engaños de los que no hablamos
como el dinero en una junta sobre dinero
porque decirlos es asumirnos desnudos
bajo la piel
escribir en una pancarta
que no somos algo bajo aquello que somos
*
en el deporte del yo contra lo no-yo
el yo tiene la dificultad añadida de enfrentarse al yo
ejemplo: el no-yo supera en juego al yo
sobrecarga de voltaje en el yo luego entonces
bruxismo, embestida de los dientes (parte del yo)
contra los dientes (parte del yo)
problemas que no tiene una almeja chocolata
(que otros tendrá)
problemas entre los que no figura el sat, facción por cierto del no-yo
de todo aquello siempre contra el yo
nuestra capacidad de resistencia ante el sat
así como todo lo no-yo, lo no-nuestro que puede ser el sat,
se demuestra matemáticamente imposible
una vez considerada cada variable
y aun, la resistencia se mantiene, contra toda ley de la termodinámica
contra cada inciso de cada artículo de cada código de ley agropecuaria
alimentada por engaños
crónicos como chatarra espacial
como el aprendizaje del miedo
(y no son otra cosa que el aprendizaje del miedo)
engaños de los que no hablamos
como dinero en una junta sobre dinero
como el contrato social, el verdadero
(y no son otra cosa que el verdadero contrato social)
ejemplo: nunca dormimos bien, decíamos
una función corporal que en su versión óptima
excluye al cuerpo
decíamos
no recordamos cómo es dormir, una vez despiertos
porque dormir no existe
o sucede siempre (incluye a la vigilia)
(solamente una de ambas puede ser verdad)
así es que nuestra vigilia
secreta sueño
para aliviar la balanza de pagos y el privilegio
de haber nacido o de no haber nacido
y sellamos tratos
y la gente se conoce dormida
y si muere dormida es entonces que despierta, dirán acaso
solo que de ahí no se sigue tal
la hipótesis de la vigilia
un vil terraplanismo
ejemplo: hubo un momento y un lugar llamado los ochenta
las pantallas eran sencillas eran
generosas, no esperaban nada de nosotros, solamente
ser vistas
hace un tiempo (el doble de tiempo que duró su vida)
alguien (sujeto ignoto, colectivo anónimo,
diría aquel que buscó su vida entera
trabajar como escritor fantasma para el colectivo anónimo)
profanó la tumba de los ochenta, exhumó su cadáver y hoy,
en tanto zombi, es inconcebible su muerte, salta a la vista
así entonces
en los ochenta (los primeros, los no-zombis)
alguien hizo un descubrimiento: que los árboles
que los árboles y que el verde (¡el color, sí!)
que los árboles y el verde porque el aire y sobre todo el valor catastral
plácido domingo (era el nombre de una persona
nadie creerá que era el nombre de una persona
pero no hace falta creerlo
ya no importa
con las cosas que se exige creer
con lo nada que todo importa)
vaticinó, aunque era más una orden
que las banquetas se llenarían de árboles
así que tomen las palas
verde será, decía verdecerá
porque es más fácil cavar cuando lo pide un español
y en modo operístico, si es posible, que eso ayuda
se sabe que la ópera es cultura
más de lo que cualquier otra cosa lo es
y que lo pida en futuro del indicativo
que así es hipnosis y no orden
*
entonces crecieron en las calles
(hoy muchos siguen ahí)
árboles y en el follaje de algunos
(son los de mayor rating), flores
que cuando termina la temporada seguimos viendo
aunque ya no estén
(persistencia retinal)
aunque en las ramas no queden más que hojas
que aún vemos en invierno, aunque ya no estén
(persistencia retinal)
no hay más que troncos
ramas secas
y es necesario mirar dos veces, sin recuerdos,
aplicar un bloqueo temporal a la memoria
que sobrepone lo ausente a la imagen actual,
dibuja lo que se había vuelto hábito
en lo que ahora es un hueco
(como en la palabra pandemia
como una risa fantasma donde antes, tal vez en los ochenta,
había futuro)
mirar dos veces para saber que esas flores ya no están
luego una tercera, para saber que esas hojas ya no están
porque tampoco hay árboles
hay gente con drones bellos, comprados con dinero bello
que publica fotos bellas
(no soy quién para hablar con soltura de la belleza,
pero es el caso que hay miles de likes)
fotos aéreas donde los vemos
árboles
secuencias aéreas de árboles
que recorren glorietas y jardines, selvas y tundras
frondas en toda perspectiva, que ostentan en 3D
con atención enfermiza al detalle, el vacío que dejaron:
persistencia retinal
en el objetivo, tara
que ha transmitido el ojo a los objetos que le imitan
oyameles que eran hábito
mangles y araucarias que pasaron tanto en su sitio
como adorno que lleva décadas
en el mismo exacto lugar de la pared
árboles donde ya no los hay
y el teporingo, que como el dodo es su propio fantasma
en las fotos, fotos del timeline
y cada like es sincero, nadie lo duda
anémonas ausentes como basiliscos
la cámara debe humedecer su córnea, mirar de nuevo
dejar de inventarlos
*
“cuando todo esto pase”
nos acostumbramos hoy a decir
para olvidar que la excepción nos exige costumbre
de no acostumbrarnos ya a nada
y que tras ella no nos espera la infancia,
“cuando todo vuelva a la normalidad”
decimos como quien abre la llave
a cada persona con la que hablamos
si es una sola iteración, es esa la elegida
y no logramos que signifique,
no por el consabido vaciamiento de las palabras
ni por su desgaste
sino por el desgaste de aquello que nombran
pulverización más que desgaste
obliteración más que disolución o viceversa
mientras el invisible, el pequeño, vigila
un pacman malo en la línea punteada que nos une
un horla, un presentimiento, agitación en el aire
se instala en los cuerpos
como área de inversión
como recurso y medios productivos
todo a un tiempo
toma de rehén el umbral
entre la concreción absoluta del cuerpo
y los mapas de relaciones, la continuidad
de quien creemos ser para alguien
de quien alguien es para nosotros
de cualquier versión, libre o precisa, de futuro
y mientras el horla está ahí
se carcome el contenedor de aquello por suceder
ya no existe ese contenedor, por cierto
se comprobaría si pudiéramos salir
no a la calle
sino de esto, del imperio del horla
cuya área no tiene exterior concebible
no temporal, al menos, ni espacial o de significado
ejemplo: la indicación de sana distancia
asume a la persona como punto de llegada (proscrita)
hoy un sitio, cualquiera, carece de sentido
condenado, atravesado por el horla
(que lo atraviesa, aun si no lo atraviesa)
cualquier sitio es hoy su fantasma
la prohibición de llegar a él, prestidigitación
que oculta la ausencia de sentido
de la persona
como punto de llegada
en el que nada queda
esa persona ya no es
y nadie toma su sitio
el imperio del horla en esa ausencia
ejemplo: decimos extraño ir a un bar
salir de vacaciones
escoger un jitomate
escurrirme por el trasbordo del metro
y creemos recordar cómo eran los escalones
antes del sótano, desde el que subía el tumulto
la música y la gente
el pasamanos de madera
asomado apenas en un pliegue de la oscuridad
detalles fabricados con precisión
verosimilitud de la memoria como trabajo esclavo
extenuado en detalles
la herrería del pasamanos
muescas en la madera
color que ya no está
vuelve a mirar: escala de grises
en el pasamanos
que (vuelve a mirar) ya no está, solo la penumbra
sin pliegues
y en el sótano el tumulto ahogado
que ya no suena
cuando apuntas el oído
vuelve a mirar: recuerdo borrado
entre ese momento y el ahora,
el horla
y casi cada vez, o siempre
nos hallamos en conversaciones imaginadas sin oficio
con personas en su versión de recuerdo agonizante
conversaciones torpes
como sentarse en el teclado y llamar a lo escrito código
“¿en qué convirtió el horla a esa persona?
¿ha pasado cinco meses ovillada en el piso de su baño
temiendo que el horla suba por los humores del desagüe?”
“¿tejió un delirio en el que ella y el horla se mueven en planos ajenos
y este año mantiene perfecta continuidad con el anterior
temporada abierta para el turismo sobre escombros?”
sea una o la otra (y casi siempre es una de ambas)
esa persona ya no es
queda su proyección
y la del mundo que se le escapa
y un eco de sus monólogos anteriores al horla
más la consigna de disociarse
vivir como si no hubiera mañana
“como si”, dice, como si fuera concebible que lo hubiera
el vaso capilar que hay entre cada persona y sus cercanas
filamento en tensión mínima
yace pálido y moribundo
sobre la banqueta entre el polvo de la casa
enredado en el plástico interocéanico
trozos suyos en baldíos que pronto serán coworkings
el tallo que une a cada persona con ella misma
(las otras versiones de sí, anteriores o posibles)
arterias sorprendidas por el inicio del confinamiento
que amputaron las puertas recién cerradas
ya no pueden recorrerse de vuelta
un hilo de plata nos unía a nuestra versión anterior
la verdadera, para mayores datos
ahora fugada en el horizonte de sucesos
por los médanos de los oscuros Dardanelos
en la asíntota del témpano disuelto
la nostalgia por la “vida anterior”
una nostalgia “como si”
que ya no representa su objeto
impulso que solo espera agotarse
pasos de gallina degollada
ejemplo: una vez
(recuerdo falso)
tecleaba caracteres en un informe
informe de los caracteres tecleados el mes precedente
mi yo de la vida anterior
que aún me canta como sirena, aunque no exista
esa vida a la que anhelaría volver
en la que tecleaba con la tensión muscular
de hombros y espalda baja
que da el carecer de derechos laborales
trabajar sin sentido deber la renta
la cancelación del futuro
tecleaba con la rigidez facial de quien olvida la diferencia
entre quien es al despertar
cuando se baña cuando se olvida de cruzar la calle
mientras mira la mancha de aceite que dejó el microbús
y la persona que se inventa durante las entrevistas de empleo
que funciona mejor en cautiverio
siempre dispuesta a mostrar que es indispensable
que jamás interrumpiría una junta para preguntar
si los demás también sienten a veces que ya no quieren
que ya no
que ojalá hoy no fuera ningún día
una persona que tecleaba a la espera del horla
(enjambres colonias bandadas de humanos
a los que el horla tuvo que gritar en la cara
la índole del piso en que se apoyaban
la ausencia de aire o su irrespirable densidad
como si no lo supieran, porque no lo sabían
sin decirlo, de tanto repetirlo
como el dinero en una junta sobre dinero)
persona que hoy escucha los cantos
de vendedores de gas, pájaros desvelados
piernas dobladas
mira de reojo por torcedura, no por desdén
duerme mal, como cada persona
desde que se inventó dormir
aire frío de la mañana en la cara
*
pero debemos preguntarnos
si estuviéramos en su sitio
cómo distinguiríamos el frío del no-frío
si habríamos dormido bien de no ser nosotros
de haber sucedido esto antes del horla
cómo distinguir cómo recordar
si fuera cualquier día si fuéramos cualquier persona
si elimináramos toda disposición del cuerpo en el espacio
tendríamos que alejarnos para saber
(alejarnos de dónde, pregunta inabordable)
coordenadas vacías
visiones hechas de puntos ciegos
fantasma que, como olvido y como humo
se disipa al darle alcance
(y todo fantasma una subcategoría del olvido,
en una habitación de una casa
sin puertas ni ventanas
cerrada por dentro)
Autor
Atahualpa Espinosa Magaña
/ Zamora, Michoacán, 1980. Estudió psicología social y trabaja con grupos y comunidades de perfil específico en talleres de lectura y uso de herramientas digitales. Guionista para radio y TV. Actualmente trabaja en el Centro de Cultura Digital. Autor de Violeta intermitente (Universidad Michoacana, 2002) y El centro de un círculo imaginario (Tierra Adentro, 2007).