octubre 2020 / Inéditos, Miscélanea

Como la tierra cuando la parte el rayo

Selección de poemas y ensayo introductorio de Sergio Ramírez.

 

Visión de tu cuerpo

En la habitación apenas iluminada
tuve una dicha fugaz:
la visión de tu cuerpo desnudo
como un dios yacente.
Eso fue todo.

Indiferente
te levantaste a buscar tus ropas
con naturalidad
mientras yo temblaba estremecida
como la tierra cuando la parte el rayo.

 

Ser mujer
                                                A María Guadalupe Valle Moreno

 

Haber nacido mujer significa:
poner tu cuerpo al servicio de otros,
dar tu tiempo a otros,
pensar solo en función de otros.

Haber nacido mujer significa:
que tu cuerpo no te pertenece,
que tu tiempo no te pertenece,
que tus pensamientos no te pertenecen.

Nacer mujer es nacer al vacío.
Si no fuera porque tu cuerpo-albergue
asegura la continuidad de los hombres
bien pudieras no haber nacido.

Nacer mujer es venir a la nada.
A la vida deshabitada de ti misma
en la que todos los demás —no tu corazón—
deciden o disponen.

Nacer mujer es estar en el fondo
del pozo, del abismo, del foso
que rodea a la ciudad amurallada
habitada por Ellos, solo por Ellos,
a los que tendrás que encantar, que engañar,
servir, venderte, halagarlos, humillarte,
rebelarte, nadar a contracorriente, pelear,
gritar, gritar, gritar
hasta partir las piedras,
atravesar las grietas,
botar el puente levadizo, desmoronar los muros,
ascender el foso, saltar sobre el abismo,
lanzarte sin alas a salvar el precipicio
impulsada por tu propio corazón
sostenida por tus propios pensamientos
hasta librarte del horror al vacío
que tendrás que vencer
solo con tu voz y tu palabra.

 

Celebración del cuerpo

Amo este cuerpo mío que ha vivido la vida,
su contorno de ánfora, su suavidad de agua,
el borbotón de cabellos que corona mi cráneo,
la copa de cristal del rostro, su delicada base
que asciende pulcra desde hombros y clavículas.

Amo mi espalda pringada de luceros apagados,
mis colinas translúcidas, manantiales del pecho
que dan el primer sustento de la especie.
Salientes del costillar, móvil cintura,
vasija colmada y tibia de mi vientre.

Amo la curva lunar de mis caderas
modeladas por alternas gestaciones,
la vasta redondez de ola de mis glúteos;
y mis piernas y pies, cimiento y sostén del templo.

Amo el puñado de pétalos oscuros, el oculto vellón
que guarda el misterioso umbral del paraíso,
la húmeda oquedad donde la sangre fluye
y brota el agua viva.

Este cuerpo mío doliente que se enferma,
que supura, que tose, que transpira,
secreta humores y heces y saliva,
y se fatiga, se agota, se marchita.

Cuerpo vivo, eslabón que asegura
la cadena infinita de cuerpos sucesivos.
Amo este cuerpo hecho con el lodo más puro:
semilla, raíz, savia, flor y fruto.

 

A una dama que lamenta la dureza de mis versos

Sucede que cuando salgo, lo primero que veo
es un vagabundo que hurga en la basura.
A veces, una loca sombrea su miseria
frente a mi casa.  Y el vacío de sus ojos insomnes
entenebrece la luz de la mañana.

Esquinas y semáforos invadidos por gentes
que venden cualquier cosa… enjambres de niños
se precipitan a limpiar automóviles
a cambio de un peso, un insulto, un golpe.
Adolescentes ofertan el único bien: sus cuerpos.
Mendigos, limosneros, drogadictos: la ciudad entera
es una mano famélica y suplicante.

Usted vive un mundo hermoso: frondosas arboledas
canchas de tenis, piscinas donde retozan
bellos adolescentes. Por las tardes
niñeras uniformadas pasean en cochecitos
a rubios serafines.
Su marido es funcionario importante.
Usted y su familia vacacionan en Nueva York o París
y en este país están solo de paso.

Lamenta mis visiones ásperas. Las quisiera suaves,
gratas como los pasteles y bombones que usted come.
Siento no complacerla. Aquí, comemos piedras.

 

Granizo
                                                        A mis hijos

Si ya no los tengo, si ahora
      solo sombras abrazo,
y en mi tímpano aún vibra
      el rumor de sus risas
      y el bullicio de sus voces
                 y carreras
             lanzándose los pedruscos
                        congelados                 
             como si fueran motas
                        de algodón,
                       
            ¿a qué vienes, granizo,
                        desde el cielo?

            ¿a desgranar más hielo
                        sobre el hielo?

 

Mensaje de amor y desagravio a Ernesto Cardenal en su galaxia

I.
No recibirás mis palabras. Serán interceptadas, retorcidas, deformadas para que se estrellen en el silencio y no las escuchés; lo sé muy bien ahora que anciano y frágil no podés ser aquel indoblegable con la mentira que amedrentabas a los anfibios de aguas turbias enarbolando la verdad como una bandera de pureza. Cuánto lamento, Padre, no estar como entonces a tu lado ahora que dicen que te has dulcificado y quienes te adversaban entran apañados a tu casa como si fuera de ellos, deseosos de sacarte el último provecho. Cómo han de hostigarte creyéndote domesticado como un animalito; cordero dispuesto para el banquete, y vos, anuente a que te despedacen porque estás en tu galaxia y ya dejaste todo aquello atrás, y no te importa que cada quien se lleve su pedazo.

II.
Pero ahora te has muerto. Qué alivio entre los batracios ansiosos de manosearte.  En el Olimpo acuoso del poder croan tu nombre, te alaban y se enorgullecen con falsa gratitud, pues creen que sí te has muerto y podrán robar palabras tuyas que les atemorizan para decirlas como si fueran propias y nadie va a percatarse del engaño. Viven en el engaño y del engaño de que algo dicen y no dicen Nada, son maestros de la Nada, de la que vienen y a la que volverán, mientras vos ascendés a tu galaxia y tu palabra, viva entre nosotros, se esparce por la Tierra y alza vuelo al Universo adonde ahora estás, abrazado a Dios.

III.
Libre ya del cerco y del acoso, volviste a ser el mismo rajatabla. Qué poder en tus palabras, las últimas que dejaste dichas, esgrimiendo la verdad de frente ante el engaño. Desde tu estrella habrás visto desatada la furia de la del bosque estéril. Sus huestes enardecidas cercándote en tu muerte, inútilmente. Tus cenizas son ya tierra de Nicaragua y la tierra en Solentiname ya es sagrada. Hasta allá llegarán peregrinos de todas partes a honrarte en tu santuario. Y los que hoy hasta en la tumba te persiguen, serán solo podredumbre engusanada. Dormí tranquilo, Padre. El Amor ganará.
 

—San Francisco, 12 de agosto de 2019 / 6 de marzo de 2020

 

E-mail a Juana Ramírez de Asbaje en su cumpleaños

Vieras cuánto pienso en vos
—más de lo que quisiera—
y no puedo evitarlo. 

¿Qué agobios habrás pasado?
¿Qué de máscaras y circunloquios
para poder decir
lo que con tanta lucidez veías?

Vuelven a mi memoria tus palabras
una y otra vez, atormentándome.
Porque, la verdad, seguimos en lo mismo,
y si algo ha cambiado, es poco o casi nada.

Imagino la tensión en que vivías
negociando tus espacios a costa
de panegíricos,
pero te resguardabas a como fuera
y hasta donde pudiste.

¿Qué habrás sentido, Juana, al darte cuenta
de que eras un peón
en el juego de ajedrez entre los machos?

La certeza de tu horror atraviesa los siglos
hermanándonos.
 
… que es cada línea una herida
y cada rasgo una muerte.

Cuánta razón tenías, Juana Inés.

La luz que nos heredaste
aún estorba demasiado en las tinieblas.

 

Celebración 39 Aniversario Revolución Popular Sandinista

No hay nada que celebrar.
El dictador y su mujer lo saben,
pero han llegado a la plaza.

Suben a la tarima enflorada.

Debajo hay una montaña de cadáveres.
Debajo hay heridos y lisiados.
Debajo hay llanto.

Saben que no hay nada que celebrar
más que la muerte
que infiltra su hedor inconfundible
entre las flores.

—19 de julio de 2018


Autores

Daisy Zamora

/ Managua, Nicaragua, 1950. Es autora de siete poemarios en español; el más reciente, La violenta espuma (Visor, 2017). Ediciones bilingües de sus libros han sido publicadas en los Estados Unidos e Inglaterra. Es traductora de poesía y editora de una colección de ensayos y de varias antologías —entre ellas, la primera antología de mujeres poetas nicaragüenses publicada en su país—. Su poesía está incluida en el Oxford Book of Latin American Poetry y en numerosas antologías en treinta idiomas. Ha recibido el Premio Nacional de Poesía Mariano Fiallos Gil (1977) y la beca del California Arts Council en poesía (2002), entre otros. Actualmente da clases en la Universidad Estatal de San Francisco. Zamora fue combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Fundadora del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE) y de la Coalición de Mujeres en Nicaragua, Zamora es conocida por su lucha en defensa de los derechos de la mujer.

Washington Atencio

/ Entre Ríos, Argentina, 1986. Poeta. Autor de los libros de poesía Una hoguera de jazmines (2019), Tres poemas (2020), Nuestra sombra volcada en el río (2020), Aunque tu noche tenga forma de nube (2022) y Sueño con tigres (2024).

octubre 2020