[Samuel] Greenberg no rechazaba el conocimiento, como sí lo haría un poeta archirromántico. Por el contrario: se abrazaba a la ciencia, a la medicina, a la industria, a las ideas y al lenguaje nuevo, al barullo de la ciudad. En otras palabras, Greenberg era un modernista, si bien de manera heterodoxa, y ésa es la razón por la cual algunos lectores adivinan un protosurrealismo en sus fracturadas expresiones sobre la vida urbana.
Cuba
Quien no conoce el mar así se lo imagina
¿Cómo será estar muerta?/
¿De dónde viene esta obsesión de las ventanas?/
Toda muchacha es Ofelia/
tararean la música de moda/
cuelgan del ojo ciego del espejo./
Conozco ese perfume/
el grito contenido…
El límite de ciertos coliseos
Amansar/
verso o pensamiento,/
hasta que en grumos mínimos/
parezcan accesibles/
a los que nada buscan. /
Ese oficio bien pudiera/
ponernos a resguardo,/
mas resultan ingratos los aciertos/
y sin dudar uno escribe…
El mar murmura muchas muertes
Tosía un poco, con gusto, entre las telas de su padre,/
entre las telas carrasperas,/
él por su lado todo el día/
metido en el taller de/
alfarería, fabrica porrones,/
peroles, marmitas de/
juguete para las/
muñecas de sus hijas,/
ojos de porcelana, cuerpo/
de cerámica, les habla/
en japonés, reían, no/
saben en aquella casa,/
en todo el barrio y/
aledaños, en la zona/
alta y el bajío ni papa/
de japonés: fabrica/
figuras sacadas de/
las posturas del Kama/
Sutra, gustaba del/
caballete, tijereta y el sesenta y nueve…
Un bohío en la tundra
Aquí tienes león hambriento un cangre de yuca fresca/
Para que lo devores./
Y se lo pone en la boca como diez caramelos/
O como diez chocolates./
Rumea el olor del dulce y el olor de los mangos maduros./
Piensa en el sabor cristalizado/
Cómo se deshace en la saliva de su lengua áspera.
Sin nostalgia del cielo
Ventanas al mundo exterior/
abiertas al sol como mis venas/
ojos gárgolas ciudadelas/
los remordimientos vienen a cebarse/
como vienen las moscas a las heridas del perro./
Pero ya no tengo huesos que darles./
Esta costilla fue una jaula,/
esta boca,/
fue un pensionado para señoritas.
Donde los elementos nunca ofenden
hoy me dejas sin muerte/
te perdono porque quieres estar/
dentro de la palabra columbario/
las madres que se niegan a morir te rodean/
es una multitud pero se funden/
y solo quedan seis en la marmita
Jicoténcal
Este poema apareció en la séptima entrega del Semanario Ilustrado, fechada el 12 de junio de 1868 en la ciudad de México, una publicación periódica que circuló viernes tras viernes hasta noviembre del referido año, y en la que colaboraron Alfredo Chavero, Luis Gonzaga Ortiz, Nicolás Pizarro y Rafael de Zayas Enríquez, entre otros, y en la que fueron dos presencias constantes Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto. ¿Se debe a Fidel el interés en este poema de Plácido? A saber.
Donde hace mella la carcoma
Llorar,
reír,
consumir
(abstenerse) no tienen patente de exclusividad cubana
(consumar): río más que
lloro, lamentaciones
menos que Jeremías,
río con David en los
campos al son de
adufes, brillo de
ajorcas en los
tobillos, si se quiere
contrarío mi origen
(de dos) hebreo en
casa del bodeguero,
del sastre, y por la
zurda (yo) joven
bayucero. No
dispongo de un
saco
Los triángulos también dan lugar a sentimientos mezquinos
yo te odio como una liebre a otra liebre de la cual depende para correr juntas en la estepa y te odio más que una liebre a la estepa por ser este el lugar a donde corren las liebres acompañadas por otras liebres la subordinación da lugar a sentimientos mezquinos sentimientos razonables en un país victorioso nadie depende de nadie es algo erradicado hace mucho tiempo incluso hubo algo llamado los independientes de color