El mar murmura muchas muertes
| Inéditos
de la misma persona
muchos mares
adentro atraen hacia el fondo
del mar se le parece así revuelto
murmurando las muertes
de esa misma persona
a manotazos
otra emerge
Sagrada Familia
Tosía un poco, con gusto, entre las telas de su padre,
entre las telas carrasperas,
él por su lado todo el día
metido en el taller de
alfarería, fabrica porrones,
peroles, marmitas de
juguete para las
muñecas de sus hijas,
ojos de porcelana, cuerpo
de cerámica, les habla
en japonés, reían, no
saben en aquella casa,
en todo el barrio y
aledaños, en la zona
alta y el bajío ni papa
de japonés: fabrica
figuras sacadas de
las posturas del Kama
Sutra, gustaba del
caballete, tijereta
y el sesenta y nueve,
las niñas las descubrían,
a escondidas reían,
señalaban, tocaban
con la punta de los
dedos, se quemaban,
la mano retiraban
temerosas de la madre,
sostenían entre ellas y
sus irreverentes diálogos
que no vivían en Hokkaidō
ni que en sus quince (trece)
años de vida nunca vieron
un ampo de nieve, caer
perpendicular una buena
nevada (queréis más
realidad).
Un padre que olía a arcilla, tiene asas en lugar de
brazos, nariz respingada
de barro cocido,
bajorrelieve el abdomen,
porcelana la mirada,
piernas largas de
escayola (Papaíto
piernas largas)
fumaba dos cazoletas
a la tarde en una pipa
corta de maíz, una
tras otra, tosía un
poco, regusto y
sabor a heno, el
heno de los campos
en balas, dulce olor
a vacas, graneros,
ver despuntar la
mañana, casi de
madrugada, ver,
oler, palpar,
primeros pasos
del día, montículos
de estiércol, la
carretilla roja para
iniciar la cosecha
entre altos camellones,
profundos surcos,
indeciso permanece
unos momentos si
dedicarse a la
labranza o ser
alfarero (alcaller)
en Hokkaidō (tendrá
que nevar).
Hetero es el padre, hetera la madre, las hijas aplauden,
aquello es sin duda
lo que se llama,
quedan pocas, y
cada vez menos,
una casa constante
y campante, feliz:
de veras feliz. Eran,
recordadlo, otras
intemperies, las
chicas se morían
de ganas por saber
lo que el padre,
cerrajero o pescador
le cuchicheaba al oído
a la madre ah si
supieran se morían
de envidia, le
aconsejaba (a
aquella madre
diestra en artes
cisorias) toda
índole culinaria,
platos estrambóticos,
que preparara la
berenjena al horno
(que no que la madre
no se llamaba Inés,
no todo ha de ser
con aquel padre
referencia literaria)
en tajadas más
gruesas, de lo
contrario se perdía
buena parte de la
carne, las hijas que
son modernas
interpretan que
el padre (modo
inconsciente) se
refería a la carne,
gruesas tajadas
de la madre (sentido
procaz, cochinote).
No ascendería de soldado raso, meritorio de buen
ver en una casa
comercial de mucho
plante, Galiano y San
Rafael (ocupaba una
manzana completa)
no pasaría de pinche
(sollastre) de cocina
en un restaurante
dos estrellas esquina
con Montserrat: en
casa, viudo desolado
(ente operático)
cocinaba fulastre
para las buenas hijas,
remendaba sus vestidos,
y en un mundo de
zancadillas por
todos lados él
permaneció de
mota y manilla
de oro, cadena
chuchera, mirada
de fuego, y sus
hijas las tres jamás
dejaron de vanagloriarse
entre ellas de la apostura
del padre, su bigotazo
entrecano, guías caídas,
camisa almidonada de
domingo (percudida)
corbatín tejano al uso
por aquellas fechas,
una que otra vez al
año lo emborrachaban,
lo metían en el lecho
matrimonial, lo
desvestían y tapaban,
reían, le hacían cosquillas
en sus negros (hirsutos)
sobacos, se quedaban
los tres o cuatro dormidos
a fondo y tanto que un
narrador medio culto
podría evocar a Lot y
sus hijas a la salida
de Sodoma, mamá
la muy salada un
estafermo.
cada vez más temprano se hace tarde
en la ciudad tomada lirios
malabaristas mueven
y muchos más olemos sus antorchas
frente a la camioneta soles
de gasolina giran los universos por venir
no cantarle a la luna era fácil
cuando no la veía encaramarse
del árabe karāmah
honor por cada uno de los vidrios
y sin querer queriendo necesitamos la violencia
la trama del ciruelo y las gaviotas
era trivial y sin embargo
se mueve imprime su negro temblor
sobre la plata de las noches
éramos viejos éramos tan viejos
el sudor abre al fin ambas cortinas
de pulpa es el momento del carozo
y el escudo de choque nuestras
la enredadera y el cobijo
en cada luna de estas calles
* Poemas pertenecientes a Variaciones de un día, publicado por Provinciano Editores en 2022.

José Kozer y Enrique Winter
José Kozer / La Habana, Cuba, 1940. Poeta, traductor, profesor de literatura y antólogo cubano de origen judío. Desde 1960 vive en Estados Unidos. Su trayectoria, conformada por casi un centenar de libros de poesía, le ha valido el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2013) y la beca Montgomery que otorga el Dartmouth College (2017) entre muchas otras distinciones. Junto con Roberto Echavarren y Jacobo Sefamí, José Kozer realizó la icónica antología de poesía latinoamericana neobarrosa Medusario, cuya primera edición vio la luz en 1996.
Enrique Winter / Chile, 1982. Ha publicado en once países y cuatro idiomas los poemarios Atar las naves (2003), Rascacielos (2008), Guía de despacho (2010) y Lengua de señas (2015), además del disco Agua en polvo (2012) y la novela Las bolsas de basura (2016). Traductor de Emily Dickinson, G. K. Chesterton, Philip Larkin, Susan Howe y Charles Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros, y las residencias de narrativa de la Sylt Foundation en Alemania y de la Universidad de los Andes en Colombia.