Y el naufragio me es dulce en este mar
| TraduccionesPresentación y versiones de Pablo Ingberg.
Giacomo Leopardi (1798-1837), uno de los picos de la rica tradición poética italiana —precedido por cumbres como Dante, Petrarca, Ariosto o Tasso—, creció como una especie de mariposa de biblioteca: devoraba libros para transformarlos en energía de vuelo poético. A propósito de la vida en su natal Recanati, pueblito de la Italia centro-oriental, supo escribir en una carta que, fuera del estudio, “todo el resto es aburrimiento” —frase en la que resuena hermanada por anticipado la de Verlaine, según la cual, fuera de la música en la poesía, “todo el resto es literatura”.
Aquí ofrezco tres de sus Cantos más juveniles, escritos entre los veintiuno y los veinticuatro años, antes de abandonar el pueblo. El primero, también primero de los tres en el orden cronológico de escritura, es seguramente el más famoso y uno de los menos desesperanzados; siempre me maravilló en particular un verso bastante central por su ubicación en el poema y por las resonancias significantes: infinito silenzio a questa voce. El último de los tres cantos aquí presentados es el último también del libro que lo incluye, donde se adueña de ese lugar final por la mirada hacia la muerte; se trata de una versión de un dístico elegiaco escrito por Semónides de Amorgos (lírico griego arcaico, siglos VII-VI a.C.), que acompaño a su vez en traducción mía directa del original. Queda de manifiesto, así, la operación del poeta italiano, en la que, entre otras cosas, se agregan condimentos como: la pira, antiguo pariente helénico de nuestras cremaciones, conectado con la cuna y en vena afín a La cuna y la sepultura, aquel título de nuestro Quevedo; el dios del trasmundo Plutón, Hades para los amigos, y el tópico inmortalizado por Horacio como carpe diem. El “viejo de Quíos” —más literalmente “el varón” en Semónides, poeta recordado en especial por su yambo satírico sobre, o más bien contra, las mujeres— es, por supuesto, Homero (aquí tampoco hay lugar para los débiles).
XII
El infinito
Siempre amé esta colina solitaria,
y este seto que tan extensa parte
del último horizonte impide ver.
Mas sentado y mirando, interminables
espacios más allá, y sobrehumanos
silencios, y una calma profundísima
me formo en el pensar, donde por poco
el corazón no tiembla. Y cuando el viento
entre estas plantas zumbar oigo, aquel
infinito silencio yo a esta voz
voy comparando: y viene a mí lo eterno,
las muertas estaciones, y la actual
y viva, y su sonido. Así entre esta
inmensidad se ahoga el pensar mío:
y el naufragio me es dulce en este mar.
XII
L’infinito
Sempre caro mi fu quest’ermo colle,
e questa siepe, che da tanta parte
dell’ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedendo e mirando, interminati
spazi di là da quella, e sovrumani
silenzi, e profondissima quïete
io nel pensier mi fingo, ove per poco
il cor non si spaura. E come il vento
odo stormir tra queste piante, io quello
infinito silenzio a questa voce
vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
e le morte stagioni, e la presente
e viva, e il suon di lei. Così tra questa
immensità s’annega il pensier mio:
e il naufragar m’è dolce in questo mare.
XIII
La velada del día de fiesta
Suave y clara y sin viento es hoy la noche,
Y se posa en los techos y en los huertos
Calma la luna, y desde lejos muestra
Serenas las montañas. Mujer mía,
Callan las sendas, y por los balcones
Rara trasluce la nocturna lámpara:
Tú duermes, te ha amparado un fácil sueño
En tus tranquilos cuartos; no te roe
Ningún afán; no sabes ya ni piensas
Qué llaga abriste en medio de mi pecho.
Tú duermes: yo a este cielo, que benigno
Parece al ojo, a saludar me asomo,
Y a la antigua natura omnipotente
Que me hizo para el ansia. A ti esperanza
Niego, me dijo, aun la esperanza; y nunca
Brille en tus ojos nada más que llanto.
Hoy fue día solemne: ahora del juego
Descansas; y quizá en sueños recuerdes
A cuántos hoy gustaste, y a ti cuántos
Te gustaron: yo no, aunque espere, no
Vuelvo a tu mente. En tanto yo pregunto
Cuánta vida me queda, y aquí al piso
Me tiro, y grito, y bramo. ¡Oh días horrendos
En una edad tan tierna! Ay, por la calle
No lejos oigo el solitario canto
Del artesano, que retorna tarde,
Tras los solaces, a su pobre albergue;
Y el corazón cruelmente se me encoge,
De pensar que en el mundo todo pasa,
Sin dejar casi huella. Así es que huyó
El día festivo, y al festivo el día
Vulgar sucede, y de él se lleva el tiempo
Todo hecho humano. ¿Dónde está hoy el son
De esos pueblos antiguos?, ¿dónde el lustre
De ancestros célebres, y el gran imperio
De esa Roma, y las armas, y el fragor
Que anduvo por la tierra y el océano?
Todo es paz y silencio, y todo el mundo
Reposa, y de ellos ya no se discute.
En mi primera edad, cuando se espera
Con ansiedad el día festivo, luego
Que se extinguía, yo dolido, en vela,
Oprimía el plumazo; y ya muy tarde
Un canto que se oía por las sendas
Morir al alejarse poco a poco
Me encogía igual que hoy el corazón.
XIII
La sera del dì di festa
Dolce e chiara è la notte e senza vento,
E queta sovra i tetti e in mezzo agli orti
Posa la luna, e di lontan rivela
Serena ogni montagna. O donna mia,
Già tace ogni sentiero, e pei balconi
Rara traluce la notturna lampa:
Tu dormi, che t’accolse agevol sonno
Nelle tue chete stanze; e non ti morde
Cura nessuna; e già non sai nè pensi
Quanta piaga m’apristi in mezzo al petto.
Tu dormi: io questo ciel, che sì benigno
Appare in vista, a salutar m’affaccio,
E l’antica natura onnipossente,
Che mi fece all’affanno. A te la speme
Nego, mi disse, anche la speme; e d’altro
Non brillin gli occhi tuoi se non di pianto.
Questo dì fu solenne: or da’ trastulli
Prendi riposo; e forse ti rimembra
In sogno a quanti oggi piacesti, e quanti
Piacquero a te: non io, non già, ch’io speri,
Al pensier ti ricorro. Intanto io chieggo
Quanto a viver mi resti, e qui per terra
Mi getto, e grido, e fremo. Oh giorni orrendi
In così verde etate! Ahi, per la via
Odo non lunge il solitario canto
Dell’artigian, che riede a tarda notte,
Dopo i sollazzi, al suo povero ostello;
E fieramente mi si stringe il core,
A pensar come tutto al mondo passa,
E quasi orma non lascia. Ecco è fuggito
Il dì festivo, ed al festivo il giorno
Volgar succede, e se ne porta il tempo
Ogni umano accidente. Or dov’è il suono
Di que’ popoli antichi? or dov’è il grido
De’ nostri avi famosi, e il grande impero
Di quella Roma, e l’armi, e il fragorio
Che n’andò per la terra e l’oceano?
Tutto è pace e silenzio, e tutto posa
Il mondo, e più di lor non si ragiona.
Nella mia prima età, quando s’aspetta
Bramosamente il dì festivo, or poscia
Ch’egli era spento, io doloroso, in veglia,
Premea le piume; ed alla tarda notte
Un canto che s’udia per li sentieri
Lontanando morire a poco a poco,
Già similmente mi stringeva il core.
XLI
Del mismo [Semónides]
La humana cosa poco tiempo dura,
y un dicho muy certero
dijo el viejo de Quíos:
que acordes en natura
eran las hojas y la estirpe humana.
Mas pocos en el pecho
lo recogen. A la inquieta esperanza,
hija de un joven corazón,
la cobijamos bajo nuestro techo.
Mientras roja es la flor
de nuestra edad lozana,
vacua y soberbia el alma
cien pensamientos dulces cría en vano,
ni muerte espera ni vejez; ninguna
enfermedad preocupa al fuerte y sano.
Mas necio es quien no ve
la juventud con qué alas raudas vuela,
y cómo de la cuna
la pira queda cerca.
Tú pronto a poner pie
en el paso fatal
del plutónico umbral,
al placer de este día
la breve edad confía.
XLI
Dello stesso
Umana cosa picciol tempo dura,
e certissimo detto
disse il veglio di Chio,
conforme ebber natura
le foglie e l’uman seme.
Ma questa voce in petto
raccolgon pochi. All’inquieta speme,
figlia di giovin core,
tutti prestiam ricetto.
Mentre è vermiglio il fiore
di nostra etade acerba,
l’alma vòta e superba
cento dolci pensieri educa invano,
né morte aspetta né vecchiezza; e nulla
cura di morbi ha l’uom gagliardo e sano.
Ma stolto è chi non vede
la giovinezza come ha ratte l’ale,
e siccome alla culla
poco il rogo è lontano.
Tu presso a porre il piede
in sul varco fatale
della plutonia sede,
ai presenti diletti
la breve etá commetti.
Dísticos
(29 Diehl-Snell, 8 West)
Algo bello el varón de Quíos dijo:
“Como nacen las hojas, así igual los varones”.
Pocos mortales al prestarle oídos
lo acogen en su seno; pues todo varón tiene
la esperanza que brota en pecho joven.
Un mortal en la amada flor de la juventud
con leve ánimo piensa en infinitos;
pues no espera un futuro de vejez ni de muerte
ni, sano, tiene miedo de enfermarse.
Necios los que así piensan y no saben que es poco
el tiempo juvenil y el de la vida
de un mortal; tú entendiéndolo hacia el fin de la vida
el alma al bien atrévete a entregar.
ἐλεγεῖα
(29 Diehl-Snell, 8 West)
ἓν δὲ τὸ κάλλιστον Χῖος ἔειπεν ἀνήρ·
«οἵη περ φύλλων γενεή, τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.»
παῦροι μὴν θνητῶν οὔασι δεξάμενοι
στέρνοισ’ ἐγκατέθεντο· πάρεστι γὰρ ἐλπὶς ἑκάστωι
ἀνδρῶν, ἥ τε νέων στήθεσιν ἐμφύεται.
θνητῶν δ’ ὄφρα τις ἄνθος ἔχηι πολυήρατον ἥβης,
κοῦφον ἔχων θυμὸν πόλλ’ ἀτέλεστα νοεῖ·
οὔτε γὰρ ἐλπίδ’ ἔχει γηρασέμεν οὔτε θανεῖσθαι
οὐδ’, ὑγιὴς ὅταν ἦι, φροντίδ’ ἔχει καμάτου.
νήπιοι, οἷς ταύτηι κεῖται νόος, οὐ δὲ ἴσασιν,
ὡς χρόνος ἔσθ’ ἥβης καὶ βιότοι’ ὀλίγος
θνητοῖσ’· ἀλλὰ σὺ ταῦτα μαθῶν βιότου ποτὶ τέρμα
ψυχῆι τῶν ἀγαθῶν τλῆθι χαριζόμενος.
Giacomo Leopardi / Recanati, Italia, 1798 – Nápoles, Italia, 1838. Fue uno de los grandes poetas líricos del siglo XIX, autor de una obra caracterizada por su contenido moral y filosófico, donde dialoga con poetas como Dante y Petrarca. Su poesía reunida se publica bajo el título de Cantos (1831) y agrupa veintitrés obras previas. Publicó también Opúsculos morales (1827), una colección de ensayos filosóficos.
Pablo Ingberg
/ Dolores, Argentina, 1960. Ha publicado ocho libros propios (poesía, novela, ensayo, poesía para niños) y unos cien traducidos del griego antiguo, el latín, el inglés y el italiano, de autores como Safo, Sófocles, Virgilio, Shakespeare (mitad de las obras completas), Austen, Melville, Whitman, Conrad, Joyce, Woolf y Svevo, que le han valido los premios Teatro del Mundo, Konex y Aurora Borealis de la FIT. Dirigió unas Obras completas de Shakespeare y la colección Griegos y Latinos para la Editorial Losada.