14 septiembre, 2020

Los monstruos que imaginabas de niño

de Andrea Muriel | Inéditos

Cirrosis hepática

Cada veinticuatro semanas
—o cada que el médico lo señale—
vaya al laboratorio de su preferencia
hágase una prueba de función hepática
y compruebe sus niveles de bilirrubina.
Tenga en cuenta
hacer actividad física regular
mantenga un peso adecuado
y no ponga mucha sal a sus comidas.
De lo contrario
usted podrá olvidarse de su esbelto abdomen
que ya empezó a acumular líquidos:
los daños son irreversibles.
No beba alcohol
repito, no beba alcohol
no importa si su nueva novia piensa dejarlo
no importa tampoco
si le es imposible estar en una reunión familiar
sin la desenvoltura
que le permiten un par de copas.
¿Acaso ha olvidado medir
su concentración de enzimas hepáticas?
No piense en las propiedades
que perdió con su divorcio. La sangre
debe contener entre tres punto cuatro
y cinco punto cuatro —no más—
gramos por decilitro de albúmina.
Ignore a sus hijos que no quieren volver a verlo
pero no olvide la resonancia magnética
y programar el chequeo periódico
con su médico de cabecera.
No sienta celos de las erecciones firmes
con que otros hombres gozan de su exmujer.
El hígado es el órgano filtrante de la vida
descarta los residuos tóxicos
y el suyo está deshecho.
Concéntrese en tratar la cirrosis
no recuerde las manchas de sangre
el vidrio roto de la mesa
la mañana siguiente con la boca pastosa
las cosas que dijo —o que dicen que dijo—
el día antes de marcharse.
Al verse al espejo
no deje de sentirse atractivo
por su esclerótica amarilla.
Intente no pensar en el posible cáncer
—hepatocarcinoma—
pero cuídese
no fume, no beba alcohol
no tenga pensamientos negativos.
No se preocupe
si deja huellas en las servilletas al tocarlas
pierda el miedo a ver la vida
solamente
en tonos de amarillo.

Fantasmas

De niño tenías miedo de los monstruos.
Pensabas, como suele pensarse,
que alguno se escondía dentro de tu armario
o debajo de tu cama. A veces,
no podías conciliar el sueño:
escuchabas sus ruidos, gemidos,
y entre susurros,
cosas vagas sobre hacerte daño.
Ahora, a muchos años de todo ello,
creíste que nunca volverías
a pensar en estos seres malignos,
pero la noche de ayer
fue difícil:
y quisieras no recordar
lo que ella te dijo,
la forma en que te miró
y sentiste miedo.

Mientras la ves dormir comprendes
que las personas que la han lastimado
son fantasmas que ella intenta mantener
fuera de sí misma con un palo
como si de ahuyentar a un perro se tratara.
Pero llega el día, porque siempre llega el día
en que la incertidumbre y tal vez
más alcohol del que ella puede procesar,
dan rienda a que los fantasmas visiten su cuerpo
y se alimenten de todo
lo que alguna vez amaste de ella.

Nunca pensaste que los monstruos
que imaginabas de niño,
pudieran ser insignificantes
frente a las acciones de alguien que amas
e incluso cierras los ojos e intentas regresar
a tu cama de infancia,
para no estar aquí junto a su cuerpo
esperando a que despierte.
Quieres que todo vuelva a ser como antes,
sin embargo, sabes
que nunca olvidarás la madrugada
en que deseaste con todas tus fuerzas
alejarte de su vida y dejar de amarla,
para siempre y sin posibilidad de retractarte.


Andrea Muriel / Ciudad de México, 1990. Poeta y traductora. Estudió la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica en la BUAP y la maestría en Letras Inglesas en la UNAM. Ha traducido varios libros del inglés y del italiano, entre los que destacan el poemario Dímelo, de Kim Addonizio (Valparaíso, 2016) y la novela La imperfecta maravilla, de Andrea de Carlo (Seix Barral, 2018). Fue parte del programa de escritura creativa de la Fundación para las Letras Mexicanas. Ha publicado A veces el amor es un cactus (Osa Menor, 2019).