Yelitza Ruiz, Lengua materna, Colección El Ala del Tigre, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial / UNAM, 2020, 66 pp.

Hay una figura, no quiero decir fantasmal, que siempre acecha bajo las páginas más célebres de la literatura hecha por mujeres. Esa figura, a veces amorosa, a veces fría pesadilla, ha dado para innumerables análisis, recuentos, rumores y algunos cotilleos que nunca terminan por develar a totalidad la influencia que ejerce sobre la escritora y su trabajo. La figura de la madre y la maternidad terminan siempre por salpicar y atravesar un poco la experiencia creativa. Lo decía Virginia Woolf en Una habitación propia: “¿Quién puede medir el calor y la violencia de un corazón de poeta apresado y embrollado en un cuerpo de mujer?” Agregaría, además, un nivel de dificultad: el cuerpo de poeta embrollado en el cuerpo de la madre.
Es así que Lengua materna, de Yelitza Ruiz (Iguala, Guerrero, 1986), se vuelve un libro imprescindible para tratar de acercarnos a ese misterio eleusino; recorrer sus páginas nos plantea la posibilidad de mirar cómo la poeta ve trastocado el orden que la cultura patriarcal nos impone: la madre, de quien se esperan los cuidados, es ahora quien debe ser cuidada. Los poemas se encuentran en una sala de hospital donde la hija aprende a maternar, en la cocina familiar, incluso en sitios inesperados que, por más que se desee, orbitan sin remedio en torno a la figura de una madre por demás diferente, que domestica la tragedia, que busca romper moldes y esquemas obsoletos.
Para Lacan, el concepto de lalengua (lalangue) está constituido por los afectos, las gesticulaciones, los sonidos, el cuerpo, y en esta corporalidad se halla la carne de la madre, la lengua del cuerpo.1 En Lengua materna, este concepto cobra sentido cuando la poeta transita por algunos momentos de su infancia y adolescencia que le hablan en ese lenguaje tan íntimo y universal: las ollas a punto del hervor, las recetas para curar el empacho, la esperanza de las mujeres que han aprendido a mirar de frente los embates de un tifón.
Estos poemas plantean la posibilidad de reconocer que muchas veces la lengua materna va más allá de geografías e idiomas; algo hay de universal en la corporalidad del lenguaje que nos marca y nos une. Lo dice Ruiz en uno de los poemas que integran la primera parte del libro: “las genealogías no siempre son un árbol” (“X-men”, p. 11).
Hay un deseo, una esperanza que ilumina y habita en la parte final, que además da título al libro. Como lectora es posible sentirlo así. El deseo genuino de liberarse del dolor habita en muchos de los versos que acompañan la nueva metamorfosis de la figura materna que protagoniza este libro. La posibilidad de un nuevo comienzo revienta ante nosotros como el capullo de una amapola. La música de fondo se reproduce en la mente del lector con la destreza que tiene la autora para llevarnos hasta el litoral de una playa, donde únicamente el sol, la fuerza de las olas estallando con violencia sobre la arena y el ritual de la buena comida pueden curar los males que acarrea la ictericia.
1 Massimo Recalcati, Las manos de la madre. Deseo, fantasmas y herencia de lo materno, Editorial Anagrama, Barcelona, 2018, p. 48.
Autores
Analí Lagunas
/ Taxco, Guerrero, 1989. Gestora cultural y escritora. Ha recibido el Premio Estatal de Cuento Joven en Guerrero (2017), el primer lugar de los Juegos Florales Nacionales de la Feria de la Plata (2019) y el Premio Estatal de Cuento María Luisa Ocampo (2020). Fue becaria del PECDA en 2017 y actualmente es becaria del Programa Jóvenes Creadores del FONCA, en el área de cuento.
Alfonso Alegre Heitzmann
/ Barcelona, España, 1955. Poeta y ensayista, dirigió, entre 1987 y 2013, con Victoria Pradilla, la revista y las ediciones de la Rosa Cúbica. En 2019 se le otorgó el Premio Antonio Domínguez Ortiz por su libro Días como aquellos. Granada, 1924. Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca. En ese mismo año, la Fundación Zenobia y JRJ le concedió el Perejil de Plata, el más alto galardón que da dicha institución a un estudioso de la obra del poeta de Moguer. Ha publicado, entre otros libros, Sombra y materia (1995), que recoge su producción poética escrita entre 1984 y 1991; La luz en la ventana (2001), con grabados de Vicente Rojo; La flor en lo oscuro (2003), con grabados de Maria Girona; Agón. Contemplación de Antoni Tàpies (2008), con dibujos del pintor, y El camino del alba (2017). Su libro de poemas más reciente es Hueso en astilla (2024).