Lizzie Castro, Crisálida neón, Mano Santa Editores / Bonobos, México, 2021, 58 pp.
Escena 1
¿Por qué Lizzie Castro (Guadalajara, 1980) recurre a lo inacabado, lo que, a punto de ser, no termina por evidenciarse? Tal parece que la autora va dibujando en Crisálida neón su propio mapa de la realidad, de una realidad extrema, sutil a plena vista. La vida es porno, pero también dulce. El poema podría buscar el éxtasis sublime pero se contenta con la eyaculación, con el trazo corpóreo, con la profanación de las conciencias, con el pulimento de lo apenas vislumbrado.
Siempre hay algo más. Personajes esbozados en escenas incompletas, agentes de acciones crudas, a punto de, en el límite de, al filo. Ambigüedades, finalmente. Veintitrés poemas, si así los queremos llamar, que son a la vez puestas en escena. Veintitrés poemas donde, como afirma Hernán Bravo Varela en la contraportada, “el dolor nace de lo vivo y, al mismo tiempo, hace nacer lo vivo de sí”.
Escena 2
Por la crudeza de los actos en las prosas de la primera parte, la sexualidad aunada al despliegue del dolor, me viene a la mente la tensión sexual y la violencia corpórea y psíquica en los poemas del norteamericano Bob Flanagan, la constatación de nuestra humanidad desencarnada en la poesía del vietnamita-estadounidense Linh Dinh. Pero quién conoce “el lado oscuro de la luna”.
Escena 3
Como telón de fondo: la pandemia traza su signo solitario, la invasión de los sentidos a los que la autora recurre. Algo proveerá, algo saldrá de todo esto. Un diálogo, una escena cambiante, abandonada por otra. ¿Qué caso tiene la felicidad que nos abandonó si la cámara exige a su personaje en esta toma, ahora mismo?
Escena 4
Me atrevería a afirmar que aquí los humanos son máquinas. No cyborgs, no androides: máquinas del sexo, de la simulación, del extrañamiento. Máquinas del recuerdo a quemarropa. No: de apenas evocaciones que se diluyen en un presente que agota sus circunstancias, en cuerpos-crisálidas que anuncian su conciencia vaporosa de la realidad. Lo que no fue empieza a ser, a significar en cuanto se va nombrando.
Escena 5
La lente graba sin detenerse. “Rompe con su pasado, busca las formas”. De una prosa alucinada, a ratos de una crudeza palpable y a ratos surrealista, al saldo desintegrado de los versos, de lo recuperable a través de la evocación. La vivencia del dolor como vía para el reencuentro, para el renacimiento, la reinvención de sí. Al menos, su anunciación.
Escena 6
Crisálida neón al borde. Viaje en proceso. Desnudamiento. Infancia reconocida. Búsqueda de formas. Hambre. ¿La sientes? Es tersa. ¿La quieres? ¿Podrá Dorothy regresar a casa? El ensō virtual gira sin parar.
Autor
Carlos Vicente Castro
/ Zapopan, Jalisco, 1975. Poeta. Ha publicado, entre otros libros, Carcoma (Paraíso Perdido / Écrits des Forges, 2006), Late Night Show (Poesía Mexa, 2019) y Apócrifos + Circo + Un edificio en construcción (Mantis, 2014). Fundó y dirigió las revistas La Calle y Metrópolis y su libro más reciente es Salida de emergencia (Mano Santa, 2020).