Las edades de otros
mi ejemplar de Anagrama de 2666 contiene
una pequeña dedicatoria escrita a bolígrafo:
“To Luis – Rafa.
Remember what it was like to be 30? I don’t.
Lots of love, Rolando.”
yo aún no llego a los treinta, tampoco supongo
hacerlo pronto. digo esto con la esperanza
de que algún día llegaré a pasarlos y
a su vez, dedicar cosas con amor
así como Rolando,
olvidando cómo es que se sentía tener treinta años
y leer y releer 2666,
intercambiando el orden de sus partes,
haciéndome pasar por uno de los críticos o Amalfitano,
da igual.
la meta, en fin, es poder mirar hacia atrás,
pasar los treinta y así
hasta que no me quede de otra
que regalarle libros,
tiempo y confluencia
a quienes tampoco mantengan un recuerdo
preciso de lo que era tener ciertas edades,
por eso de haberlas vivido a plenitud.
We have the facts and we’re voting
cuando era más chico
mi padre y yo
visitábamos el cine con
frecuencia.
manteníamos—
a ciertos grados de disposición,
ciertos rituales que nos “culturizaban”,
para serle honesto al dato,
no recuerdo la trama
de casi ninguna.
lo que sí es que la gran mayoría
de las películas
solían ser violentas
y en ciertos casos
muy largas.
admito que,
a propósito de mirar hacia atrás,
mi parte favorita era la
compañía—
lo cual no concuerda
con mi actualidad.
antes me aterraba el
encontrarme solo en el
mundo—
sin la más remota fracción
de compañeros/as silentes.
yo quería que mi vida
fuera como una película
interminable,
donde nunca encontraría
un asiento vacío a mi lado.
ahora mi vida
se siente como aquel
pequeño tramo de tiempo
en el cual la gente va
y viene, a como dé lugar—
poniendo en práctica
lo requerido para mantenernos
al borde de nuestros asientos,
creyéndonos espectadores
de todo lo que nos ocurre.
This Thing We Barely Speak of
quiero hoy encontrar mi
lugar sacudir los ciclos
envasar aquella música terrible
que me lleva una
vez a la semana
soñar en el mañana
en la forma misma del
orden de lo que
podemos o no predecir
el camino que tomaba
mi madre cuando joven
para cruzar a este
punto de su vida o
todo accidente evitado para
que mi padre pudiera
llegar seguro a su
casa de esto no
hablamos nunca la suavidad
de la puerta al
ejercer su trabajo el
árbol de mangó abandonado
donde abuela solía vivir
un sentarse a detallarlo
mencionar que fue increíble
el coincidir con todo
lo que le urge hacer
algún ruido para declarar
que está aquí muy
cerca de nosotros aunque
casi imperceptible dada la
naturaleza del durazno el
lugar del hambre la
falta de harina en
la lacena una felicidad
enmascarada de nostalgia hoy
revisitada en esta forma
viéndose perfecta ante ojos
que imaginan algo de
qué agarrarse aunque insista
en lo anterior un
salirse de este ciclo
para encontrarse dentro del
lugar que tanto creemos
adornar como un hogar
Autor
Jean Alberto Rodríguez-Torres
/ Bayamón, Puerto Rico, 1997. Poeta y músico. Estudió Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es autor de Las dimensiones finitas (Ediciones Aguadulce, 2019) y edita la revista foto-literaria Demoliendo Hoteles. Algunos de sus poemas aparecen en diversas revistas, así como en su blog Reappearing acts.