Anne Carson, Nox, Traducción de Jeannette L. Clariond, Vaso Roto, 2018.

Alguna vez T. S. Eliot sentenció que “every poem is a poem of circunstances” [“todo poema es un poema de circunstancias”]. Anne Carson (Canadá, 1950), para nada discípula del modernista inglés, coincide con él —al menos en su práctica—. Desde su inclasificable primer libro, Eros el dulce-amargo, pasando por Autobiografía de Rojo, La belleza del marido (volumen que la catapultó a la fama, premio Eliot incluido) o el más cercano Decreación (publicado también en español por Vaso Roto), Carson podría inscribirse en aquella línea “circunstancial”. Como Donne, Celan o Cernuda (aunque podrían caber otros nombres), lo real, lo acontecido, es el primer lugar del impulso que terminará siendo el poema. Un movimiento desde pero también en.
Carson ha ido utilizándose para escribir, a veces desde la autobiografía descarnada, como en el recuento de La belleza…, o desde una materia cultural hecha vivencia, como sucede en Albertine. Rutina de ejercicios. En Nox, esta intención se afirma explícitamente desde la contraportada, donde se aclara que es “un epitafio”; o sea, una circunstancia “en forma de libro”, de poema. Y continúa el texto: “esta es una réplica del mismo [de ese libro], lo más cercana posible”. Así, se constata una identificación y un empeño imposibles, como imposible resulta la traducción de las líneas que, a modo de epígrafe, abren el poema.
El poema “101” de Catulo
Ante la muerte de su hermano, el primer impulso de Carson para homenajearlo fue traducir un poema de Catulo, ese desgarrador “101”, dedicado también a un hermano fallecido y cuyo cadáver, como ocurre con el del hermano de la poeta canadiense, se encuentra a una distancia considerable. Pero la traducción, trasunto de la poesía y en metáfora de esta, se convierte en “una habitación, no precisamente desconocida, donde se busca a tientas el interruptor de la luz”. Y que, además, “tal vez nunca se termina”.
Traducir significaría la imposible victoria de la palabra sobre la muerte. Y también, aunque no solo, tres triunfos: demostrar la persistencia de un sentimiento semejante de pérdida hecha lenguaje, demostrar la pertinencia y veracidad de un poema más allá de los siglos y las lenguas, y, sobre todo, permitir un atisbo de cierta unidad, o al menos semejanza, de la experiencia humana que trasciende tiempo y espacio. Traducir significaría todo eso y mucho más, pero es Carson quien se (y nos) desengaña. Al escribir sobre la imposible traducción (y, por analogía, sobre todo poema), señala que “las palabras humanas […] tan solo son disparos en la oscuridad”. Una oscuridad que proviene de la muerte de ambos hermanos, de la traducción imposible y, por extensión, de la propia escritura.
¿Qué es un poema?
Del infructuoso intento de traducción quedan, en Nox, el epígrafe y entradas del diccionario. En Carson y otros tantos poetas contemporáneos, el problema —entendido como reto y no como negación— es la inevitable pregunta en la que acaba desembocando la práctica y, por ende, la lectura de poesía. Aun en el caso de que la poesía fuera traducción, en el más amplio sentido de la palabra, la poeta y el lector se resignan desde el principio a una cierta imposibilidad. Si la poesía ya no es posible, ¿a qué podemos aspirar? ¿Qué es poesía y a qué llamamos poema?
¿Es, puede llegar a ser, la etimología un poema? Sí y no, parece ser la respuesta carsoniana que intercala en Nox todas las entradas correspondientes al poema de Catulo, preposiciones incluidas, de un diccionario latín-inglés manipulado para dar nuevo sentido a los textos poéticos —enmarcándolos, acotándolos, anotándolos—. La propuesta de Carson, como en libros anteriores, apunta a que la respuesta solo puede darse en la propia práctica, en la impertinente pertinencia de elementos “ajenos” a la poesía. Y conforme el lector se adentra en Nox, la pregunta sobre la imposibilidad adopta nuevas formas y variaciones.
¿Son, pueden llegar a ser, poesía un fragmento, una fotografía, una sombra en una fotografía, una carta, una dirección, un sello postal cancelado, un borrón, una tachadura, un palimpsesto? Carson ofrece, como en su obra previa, las preguntas pero no las respuestas (que quedan, como en todo gran poema, para la lectura y relectura). Porque la escritura, el lenguaje, la poesía como lenguaje elevado a su grado máximo de significación, es, como dice Carson, “un proceso que consiste en preguntar, indagar, recolectar, dudar, anhelar, probar, culpar”, ya que, apostilla, “queremos poder decir Esto hicimos y He aquí la razón” aunque “las palabras nada puedan añadir”.
¿Y cómo lograrlo?
Para Carson, entonces, la poesía representa una suma de imposibilidades que, sin embargo, terminan por construir un objeto al modo mallarmermano (Nox es una sola hoja extendida, otro «golpe de dados»). Al no poder alcanzar la idealización, es en la propia descripción del proceso donde nace la escritura. Una que implica, al mismo tiempo, un misterio por resolver (“siempre alivia creer que hay un secreto”) y una necesidad de acercarse a las palabras de aquellos otros que ya intentaron solucionarlo (“tengo que decir lo que se dice”, según Herodoto citado por Carson). Esa afirmación, incluso, debe actualizarse ya que, para poder asumirla, Carson —en traducción de Jeannete L. Clariond— feminiza la segunda parte de la cita del historiador (“no tengo que creerlo yo misma”).
Lo que le queda al poeta es asumir algunas certezas, que no “verdades”; aceptar que “hay lugares del mundo donde tú y yo vimos cosas” y, al mismo tiempo, la ambigüedad y la incertidumbre.
La poesía se convierte en un artefacto (de ahí la caja que subraya esta materialidad) que atrapa en su verbalización la imposibilidad y constancia de la imposibilidad a que se enfrentaron otros —a los que solo queda citar, adaptar o glosar—. La metáfora casi evangélica de Carson es más que acertada: “los peces abundan aun así las redes permanecen llenas de sombra”. La sombra que a lo largo de todo el poemario adopta diversas formas (el hermano muerto, el fragmento, alguna fotografía) deviene motivo y tema. Tal vez, la labor de la poeta no sea sino ir “recolectando fragmentos de silencio como zumbidos en su propia piel”.
En medio del caos, aparecen unas pocas certezas, de las cuales la más diáfana, al menos para este poemario, es que “historia y elegía son análogos”. De ahí que Carson recurra a medios “históricos” (cartas, conversaciones telefónicas, recuentos de segunda mano de los últimos días del hermano, citas de Herodoto) para construir la elegía. Medios no poéticos para un texto poético, que atrapan de manera consciente la fugacidad de la existencia. Medios que Carson apura hasta el extremo, como cuando repite varias veces su mismo texto en diferentes lugares (un fragmento y otro de la misma carta, una fotografía) hasta convertirlo en lecturas diferentes e incluso opuestas.
Quizá no sea una coincidencia que la alusión más obvia de Nox es la que Carson suelta sin mayor énfasis. La muerte de su hermano sucede cerca del castillo de Elsinor, donde Hamlet comienza su famoso monólogo, según la traducción de Tomás Segovia, con “ser o no ser, de eso se trata”. La poesía, parece señalar Carson, no se trata tanto de cómo sea sino de que sea. Y en Nox lo es.
(Tres notas finales y necesarias)
1) La traducción de Clariond se muestra bien contenida para mantener el misterio y la duda, ahí donde deben estar, sin sobreexplicar ni sobretraducir.
2) Si las ediciones de Vaso Roto merecen ser elogiadas, tanto por el texto como por el cuidado al soporte físico, Nox, con sus complicaciones editoriales, lo merece doblemente: por entregar en español el poema y por el envoltorio —una larga, larguísima tira de papel continuo y desplegable, encerrada en una caja sobria.
3) La sorpresa de encontrar, en estos tiempos de egos exagerados, una semblanza tan humilde como la de “Anne Carson: la enseñanza del griego antiguo es su sustento de vida”.
Autor
José Luis Justes Amador
/ España, 1969. Es filólogo con un posgrado en Cambridge sobre poesía inglesa contemporánea. Sus publicaciones más recientes son 99 (2019) y El poeta, enamorado, escucha ‘The Velvet Underground and Nico’ (2018).