El brillo que fue de la Vía Láctea
| Traducciones
Versiones del gallego al español por Diego Gómez Pickering
Tríptico
óleo sobre tela, la abuela reproduce una escena de Millet
su mano derecha oscila tres veces,
sembrando cristales de sal ante la inminencia de la tormenta,
como si la divisa del mar bastase para salvarnos, las nenas
nos observan desaparecer al contacto con el cemento del patio,
y son joyas un fragmento de segundo, algo que señalar con los
dedos mientras se pierde.
la lluvia impide que los salmos se adhieran a las cautivas
y la mano que fue péndulo vuelve a la cadera; como la caléndula, sabe
replegarse.
cuando se planta un bonsái se coloca fuera del centro para hacer
espacio a lo divino:
así ella, conjurando al mal
desde un vértice.
óleo sobre madera, el padre dice
que reclutar es un arte.
guarda muchas cosas para sí: a la hora en que la nieve azulea sobre la
orografía suiza, el primer diente de la hija, el estallido del hueso
del pecho
guarda silencio. nunca plantaría un bonsái.
sabe despegar la sombra
del cuerpo
de los pájaros.
acrílico sobre papel, la hija repite
similia similiabus curantur1 mientras atraviesa el patio, cuando
nació, colgáronle unos cuernos de escarabajo rinoceronte del pulso.
un centenar de kilómetros al oeste, los marineros recogen
estrellas de mar para fertilizar la tierra. ella desconoció.
imprudente,
se coloca en el centro y alza la vista, para capturar el brillo que fue
de la Vía Láctea.
Tríptico
óleo, sobre tea, a avoa reproduce unha escena de Millet
a súa man dereita oscila tres veces,
sementando cristais de sal ante a inminencia da tormenta,
coma se a moeda do mar bastase para salvarnos, as nenas
osérvanos desaparecer en contacto co cemento do patio,
e son xoias un fragmento de segundo, algo que sinalar cos
dedos mentres se perde.
a chuvia impide que os salmos se adhiran ás cativas
e a man que foi péndulo volve á cadeira; como a caléndula, sabe
repregarse.
cando se planta un bonsai disponse fóra do centro para facer
espazo ao divino:
así ela, conxurando o mal
desde un vértice.
óleo sobre madeira, o pai di
que recrutar é unha arte.
garda moitas cousas para si: a hora en que a neve azulea sobre a
orografía suíza, o primeiro dente da filla, o estalido do óso
do peito
garda silencio. nunca plantaría un bonsai.
sabe despegar a sombra
do corpo
dos paxaros.
acrílico sobre papel, a filla repite
similia similiabus curantur2 mentres atravesa o patio, cando
naceu, penduráronlle unhas cornas de vacaloura no pulso.
un cento de quilómetros ao oeste, os mariñeiros recollen
estrelamares para fertilizar a terra. ela descoñéceo.
imprudente,
colócase no centro e alza a vista, para capturar o brillo que foi
da Vía Láctea.
La inmersión de Safo
y el nombre de las cosas que es mentira y es caridad
Claudio Rodríguez, desde Juan Andrés García Román
Safo se dobla sobre sí misma
hasta abrazar sus piernas flexionadas.
desde atrás, su espalda es un arco de cerezo
un exoesqueleto dorado
a punto de eclosionar.
El verano en que pisamos la Costa Este
las radios emitían constantes avisos sobre la próxima salida de las
cigarras.
no teníamos los veinte, y durante dos segundos nos pensamos
prácticamente hermanas
de mil millones de parásitos subterráneos
de ojos rojos
adheridos a las raíces de los árboles durante diecisiete años
conteniendo el titilar de la vida durante diecisiete años
vivos aún gracias al jugo de esas mismas raíces.
y por encima, quien sabe, a tres o cuatro cuartas de nuestro escondite
niños rodando hasta conseguir un cuerpo
por encima,
la persecución constante de la luz y las sombras
por encima,
las cosechas y los golpes de azada de varias generaciones.
dime,
cuando las cigarras emergen de la tierra, ¿qué encuentran?
nenas trenzando talos de anís
para hacer coronas,
humus y árboles frutales,
la belleza de las insinuaciones.
luego despliegan unas alas con brillo celofán
y adquieren la forma adulta.
diecisiete años en las raíces, un mes bajo la luz solar.
la poeta resplandece,
exiliada en Siracusa.
Safo escribe:
pero una especie de deseo tiene poder sobre mí
morir y observar desde las alturas
el rocío en las flores de loto a las orillas del Aqueronte.
Safo escribe y arquea la espalda.
pero el estado del papiro nos impide saber
si está por anticiparse a la blanca roca de Léucade
(desde la que se lanza al mar en todos los lienzos del XIX)
o la caída —case imperceptible—
de las crías de cigarra desde los árboles,
rebotando sin eco
hasta enterrarse.
A inmersión de Safo
y el nombre de las cosas que es mentira y es caridad
Claudio Rodríguez, desde Juan Andrés García Román
Safo dóbrase sobre si mesma
até abrazar as súas pernas flexionadas.
desde atrás, o seu lombo é un arco de cerdeira
un exoesqueleto dourado
a punto de eclosionar.
o verán en que pisamos a Costa Leste
as radios emitían constantes avisos sobre a próxima saída das
cigarras.
non fixeramos os vinte, e durante dous segundos pensámonos
practicamente irmás
dun billón de parasitos subterráneos
de ollos vermellos
adheridos ás raíces das árboles durante dezasete anos
contendo o titilar da vida durante dezasete anos
vivos aínda grazas ao zume desas mesmas raíces.
e por riba, quen sabe, a tres ou catro cuartas de noso agocho
nenos rodando até conseguir un corpo
por riba,
a persecución constante da luz e as sombras
por riba,
as colleitas e os golpes de aixada de varias xeracións.
dime,
cando as cigarras emerxen da terra, que encontran?
nenas trenzando talos de anís
para facer coroas,
humus e árbores froiteiras,
a beleza das insinuacións.
logo despregan unhas ás con brillo celofán
e adquiren a forma adulta.
dezasete anos nas raíces, un mes baixo a luz solar.
a poeta resplandece,
exiliada en Siracusa.
Safo escribe:
pero unha especie de desexo ten poder sobre min
morrer e observar desde as alturas
a rosada nas flores de loto das ribeiras do Aqueronte.
Safo escribe e arquea o lombo.
pero o estado do papiro impídenos saber
se está a anticipar a branca roca de Leucas
(desde a que se lanza ao mar en todos os lenzos do XIX)
ou a caída -case imperceptíbel-
das crías das cigarras desde as árbores,
rebotando sen eco
até enterrarse.
Wing Chun, del amor como arte marcial
y todo aquello que crece tan rápido como la hierba sobre la tumba
de un pájaro
los gramos de luz que impactan la tierra por segundo
dos personas mirándose desde lados opuestos de la claridad
hablar de eso,
de lo que nos permitimos el lujo de no entender literalmente.
si la luz puede impulsar una nave espacial
¿todavía te preguntas quién saldrá ganando?
dos amigas conversan en la mesa de un bar a primera hora.
una de ellas repasa la línea de las pestañas con la yema del dedo índice,
parece realmente afectada
(sus palabras conforman una mastaba en la mente de la otra
un recinto dorado
—con razón mastaba proviene del árabe “tertulia”, que atesora a
su vez restos del griego antiguo stibás, “lecho de hierba”—
dábale leche de yegua y curábale las llagas con polvo de violetas,
piensa la que escucha,
como sucede en las leyendas andinas
como si la efectividad de los remedios se midiese por la extrañeza
que provocan)
escondida en un bosque mientras medita, Ng Mui observa a una
serpiente pelear con una grulla, direccionalidad frente al
equilibrio, un esplendor de órbitas y esbeltezas, dos
versos de metro desigual cabalgando en la boca de quien
recita.
Ng Mui observa y memoriza los movimientos,
el arte.
no hay orden que valga en el mundo
si consideramos su relato, la amiga que habla también persevera en el
contacto.
hace suya la técnica del oponente,
simultánea defensa al ataque,
no arremete contra puntos vitales, pero sí contra aquellos que
desarman el movimiento
por venir
detrás de las palabras, músculos
incandescencia
wing chun, “eterno canto de primavera”
la que escucha no sabe si la amiga aprendió más de la grulla o de la
serpiente.
la que escucha se pregunta qué amuleto egipcio vendría al caso
(si los peces de cerámica turquesa protegían a la portadora de
morir ahogada en el 1335 a. C., ¿qué serviría aquí?)
de forma subcutánea,
la mañana avanza como el veneno expulsado gracias al cierre de las
mandíbulas
un mordisco de serpiente
poco importa:
permanecen, sin tocarse, unidas en su asombro
como las marcas paralelas de los colmillos en la carne de la víctima.
Wing Chun, do amor como arte marcial
e todo aquilo que medra tan rápido coma a herba sobre a tumba
dun paxaro
os gramos de luz que impactan a terra por segundo
dúas persoas a mirarse desde beiras opostas da claridade
falar diso,
do que nos permitimos o luxo de non entender literalmente.
se a luz pode empurrar unha nave espacial
aínda te preguntas quen sairá gañando?
dúas amigas conversan na mesa dun bar a primeira hora.
unha delas repasa a liña das pestanas coa xema do dedo índice,
parece realmente afectada
(as súas palabras conforman unha mastaba na mente da outra
un recinto dourado
—con razón mastaba provén do árabe “faladoiro”, que atesoura á
súa vez restos do grego antigo stibás, “leito de herba”—
dáballe leite de egua e curáballe as chagas con po de violetas,
pensa a que escoita,
como acontece nas lendas andinas
coma se a efectividade dos remedios se medise pola estrañeza
que provocan)
agochada nun bosque mentres medita, Ng Mui espreita unha
serpe pelexar cun grou, direccionalidade fronte a
equilibrio, un esplendor de órbitas e esbeltezas, dous
versos de metro desigual encabalgando na boca de quen
recita.
Ng Mui observa e memoriza os movementos,
a arte.
non hai ordenación que valla no mundo
se atendemos ao seu relato, a amiga que fala tamén persevera no
contacto.
fai súa a técnica do oponente,
simultanea defensa a ataque,
non arremete contra puntos vitais, pero si contra aqueles que
desarman o movemento
por vir
detrás das palabras, músculos
incandescencia
wing chun, “eterno canto de primavera”
a que escoita non sabe se a amiga aprendeu máis do grou ou da
serpe.
a que escoita pregúntase que amuleto exipcio viría ao caso
(se os peixes de cerámica turquesa protexían a portadora de
morrer afogada no 1335 a. C., que serviría aquí?)
de xeito subcutáneo,
a mañá avanza coma o veleno expulsado grazas ao peche das
mandíbulas
unha trabada de serpe
pouco importa:
permanecen, sen tocarse, unidas no asombro
coma as marcas paralelas dos cabeiros na carne da vítima.
* Poemas pertenecientes a Atlas, libro ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2020.
1Ley por la cual un animal o fuerza maléfica no atacará a quien lleve sobre sí una parte de dicho animal o fuerza.
2Lei pola cal un animal ou forza maléfica non atacará a quen leve sobre si unha parte dese animal ou forza.

Alba Cid / Ourense, Galicia, España, 1989. Poeta, escritora y filóloga española. Recibió el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2020 por su obra Atlas.
Diego Gómez Pickering
/ Ciudad de México, 1977. Escritor, diplomático y periodista. Sus textos han aparecido en múltiples diarios y revistas, incluidos The Washington Post, La Vanguardia, Reforma, El Universal, Letras Libres, La Revista de la Universidad, Nexos, Proceso, Este País, Foreign Affairs y Gatopardo. Es autor de la novela La foto del recuerdo (2006); de los libros de crónicas Los jueves en Nairobi (2010), Diario de Londres (2019), Cartas de Nueva York. Crónicas desde la tumba del imperio (2020) y La primavera de Damasco (2013), así como de la colección de cuentos Un mundo de historias (2017) y del poemario P (2022).