12 septiembre, 2022

Edgar Lee Masters en primera persona

de Edgar Lee Masters | Rescates, Traducciones

 

Traducción y nota de Antonio Saborit

 

Spoon River Anthology fue el cuarto título de poemas (A Book of Verses, 1898; The Blood of the Prophets, 1905, bajo el seudónimo Dexter Wallace; Songs and Poems, 1910) de un escritor radicado en Chicago que entonces ya contaba, además, con cuatro obras de teatro (Maximilian, 1902; Althea, 1907; Eleen, 1910; The Bread of Idleness, 1911) y un libro de ensayos (The New Star Chamber, 1904), y del cual se sabía muy poco para entender o explicar la maravilla de su nueva serie de poemas. En adelante, Edgar Lee Masters (Kansas, Estados Unidos, 1868-1950) ocupó un sitio único en la expresión literaria moderna. Este año se cumplen cien de la publicación de su novela Children of the Market Place, la cual empieza en Waterloo y cierra con el discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln. Los siguientes párrafos provienen de la entrevista que realizó a Masters un enviado del New York Times Magazine, publicada el 4 de abril de 1915, bajo el título “Spoon River Poet Called Great / Famous English Critic Lifts Edgar Lee Masters from / Chicago Obscurity to the High Peak of Parnassus”.

Antonio Saborit

 

 

Nací en el poblado Garnett, Kansas, en 1868. Ahí había ido mi padre a ejercer como abogado. Al año de edad, mi padre y mi madre volvieron a Illinois. Mi abuelo había vivido en Illinois como desde 1825, proveniente de Tennessee. Su padre nació en Virginia y era de descendencia inglesa. Yo soy de descendencia inglesa por ambos padres. El apellido de mi madre era Dexter. Es hija del reverendo Dexter, quien fuera ministro metodista en New Hampshire hasta su muerte en 1870. Mi abuelo Masters vivió primero en el condado de Morgan, Illinois, y cuando mi padre tenía dos años de edad se mudó al condado de Menard. Esto fue en 1847 y vivió en el mismo lugar, cerca del pueblo de Petersburg, hasta su muerte en 1904. Mi abuela murió en 1910 a los 96 años. A la muerte del señor Masters mi abuelo y mi abuela llevaban setenta años de casados.

Este pueblo de Petersburg está junto el río Sangamon y queda a un par de millas de New Salem, donde Lincoln vivió y tuvo una tienda, por lo que esta parte del país estaba llena de historias sobre Lincoln en mi niñez y, de manera natural, me embebí de muchas de ellas.

Cuando yo tenía cuatro años mi padre fue electo fiscal del condado de Menard, donde vivimos hasta 1880, año en el que nos mudamos a Lewiston, donde viví de manera intermitente hasta que vine a Chicago en 1892. Fui a las escuelas públicas de Petersburg y Lewiston. Cuando tenía como 18 años se abrió un instituto en Lewiston en el que estuve un tiempo, donde estudié lógica y latín. Mientras tanto estudiaba derecho en la oficina de mi padre. Leí a Blackstone y a Kent y otros títulos de derecho hasta los 21 años. También hice algo de trabajo periodístico para publicaciones de Chicago y St. Louis, así como para periódicos locales. Durante la última etapa ya no estudié tanto derecho. Escribo prácticamente desde los 17 años.

A los 21 años ingresé al Instituto Knox en Galesburg, donde estudié griego, latín y alemán, y donde leí prácticamente todo lo que caía en mis manos en la Biblioteca Pública. En el otoño de 1890 di clases en un pueblito de nombre Dybee. No me gustó dar clases, así que me regresé a casa, en donde mi padre me agarró nuevamente y de nuevo me puso a trabajar en el estudio del derecho. Lo hice como desde septiembre de 1890 hasta mayo de 1891. Luego me fui a Springfield, presenté mi examen ante el Tribunal de Apelación y se me admitió en la barra. Ese verano me fui al norte y lo pasé en las inmediaciones de Minneapolis y St. Paul. Luego regresé a Lewiston y me asocié con mi padre. Llevé algunos casos. Recuerdo con gusto que, en uno de mis primeros casos, defendí a un sujeto acusado de falsificación en un banco y lo saqué.

En junio de 1892 me cansé de vivir en Lewiston y me vine a Chicago, donde estoy desde entonces, ejerciendo todo el tiempo como abogado, y lo que he escrito ha sido durante las vacaciones o en momentos en los que le he podido quitar un poco de tiempo a mis deberes profesionales. Al llegar a Chicago traje conmigo numerosos poemas manuscritos. Los llevaba a todas partes en la funda de lona de un telescopio en busca de editor. En 1897, finalmente, Way & Williams de Chicago aceptó el manuscrito y en 1898 publicó los poemas. Se llamó sencillamente A Book of Verses y tenía 297 páginas. Cuando acababa de salir, Way, quien se había interesado mucho en mis versos, quebró y los libros pasaron a Herbert S. Stone, hijo de Melville Stone, quien se había metido en el negocio de los libros. El libro recibió comentarios fabulosos de parte de los críticos, si bien las ventas fueron limitadas.

En 1898 vino la guerra contra España y, con todos los asuntos sobre pericia política que de ahí vinieron, de inmediato me puse a estudiar historia política, como los libros de Von Holtz, las obras de Madison y Jefferson, los debates de Eliot y su libro sobre economía. Luego, en 1899, se dio un movimiento en Chicago para celebrar el centenario del nombramiento de John Marshall como presidente del Tribunal Supremo, y escribí algo al respecto en el viejo Chicago Chronicle que me dio fama. Luego vinieron numerosos artículos para The Chronicle sobre diversos aspectos de asuntos políticos del momento. Estuve haciendo este tipo de cosas de manera intermitente durante unos cinco años.

En el otoño de 1900, luego de que Bryan recibiera una paliza de parte del imperialismo, escribí Maximilian, una obra de teatro en verso libre. La publicó Richard C. Badge de Boston y tenía 54 páginas. Se vendió muy bien y fue bien recibida. Confieso que siempre he tenido ganas de ser dramaturgo.

Vino entonces la campaña de 1904 y, a sugerencia de algunos de mis amigos que les habían gustado, saqué un libro con mis ensayos bajo el título The New Star Chamber. Todos estos ensayos versan sobre temas políticos y económicos y sobre la actitud del Tribunal de la Cancillería relativa al tema del trabajo por mandato. Estos ensayos supusieron mucho estudio e investigación. Se nota que mi mente se desvió bastante de los versos. Luego lo dejé todo, me refiero al interés político-económico. Volví a lo que solía hacer aunque no mucho desde 1904, hasta que empecé la Spoon River Anthology, si bien escribía bastante.

Siempre tuve en mente que escribiría una novela sobre una pequeña comunidad, incluyendo todos los intereses y todas las piezas de una maquinaria que uno encuentra en el ancho mundo o en la metrópolis, pues no encuentras a la naturaleza humana solo en la pequeña comunidad; la encuentras en todas partes. Sin embargo, debido a la presión de los deberes profesionales, nunca tuve tiempo de escribir la novela y se me ocurrió, no sé cómo, la primavera pasada, escribir algunas escenas, y así dio inicio la Antología…, cuyas primeras muestras aparecieron en el Mirror de Reedy, en cuyas páginas yo ya había publicado algunos poemas. El señor Reedy se quejó de que esos poemas no interpretaban de manera adecuada la vida en Estados Unidos, de que les faltaba la fuerza local. Y así fue como escribí la primera serie de la Antología... y me sentí muy bien cuando el señor Reedy me escribió: “Esto es”. Así que en lugar de escribir una novela, me puse a entretejer mi historia en estas antologías. La Antología…, ya terminada, es la historia entrelazada de toda una comunidad, de todo un pueblo, una ciudad o como se le quiera llamar.

A mediados del verano empezaron a llegar muchas cartas. Eran de editores en Nueva York, del rector de la Universidad de Cornell, de Witter Bynner y de gente de letras en Inglaterra y por todo Estados Unidos; me siguen llegando, cada día o casi, todas las cuales me animaban a llegar hasta el final. Así que entonces me puse a trabajar en todas estas vidas en verso libre. Algunas son muy líricas y otras no tanto –casi prosa–. De ahí que la Antología… termine con 220 escenas, pero la complementa un fragmento épico que supuestamente lo escribe uno de los personajes en la antología: Jonathan Swift Somers, quien se volviera un misántropo al cabo de mucho estudio y mortificaciones, y quien murió joven y dejó este pasaje épico. El pasaje épico completa un relato que las antologías dramáticas o líricas no pueden concluir.

Podría decir que parte de mi mayor inspiración al escribir la Spoon River Anthology se derivó, en buena medida, de mi trabajo como consejero en la defensa de las muchachas del Sindicato de Meseras, a quienes arrestaron por alteración del orden público al manifestarse a las afueras de diversos restaurantes en el Loop durante la huelga del año pasado.

 

 

Isaiah Beethoven*

Me dijeron que tenía tres meses de vida,
Y me fui a refugiar a Bernadotte
Donde pasé horas junto al molino
Cuyo manso cubo de agua, amotinado en lo profundo,
Lucía inerte: ¡Ah, ese eres tú, Mundo!
Eres una expansión en el río
Por la que asoma la vida, en la que nos alborozamos
Al reflejarse en nosotros, y así nos damos al sueño
Y retiramos la vista, pero al rastrear
De nueva cuenta la cara, miramos las tierras bajas
Y los andrajosos álamos al tiempo que derivamos
Hacia lo más amplio del arroyo.
Pero en el molino las nubes almenadas
Se reían de sí mismas sobre el agua enervante;
Y sobre su superficie ágata por la noche
Tuve bajo mis ojos la flama de la luna,
En medio de un bosque de calma estremecido
Por una flauta en una cabaña sobre la colina.
Cuando al fin me tendí en la cama,
Débil y apesadumbrado, en el cerco de los sueños,
El alma del río ya estaba en mi alma,
Y la fuerza congregada de mi alma se movía
Con tal rapidez que parecía dormir
Debajo de ciudades de nubes
Y bajo las esferas de mundos plateados y volubles.
Hasta que vi un destello de trompetas
Sobre las almenas por encima del Tiempo.

 

Isaiah Beethoven

They told me I had three months to live,      
So I crept to Bernadotte,       
And sat by the mill for hours and hours       
Where the gathered waters deeply moving  
Seemed not to move:          
O world, that’s you!  
You are but a widened place in the river     
Where Life looks down and we rejoice for her        
Mirrored in us, and so we dream     
And turn away, but when again          
We look for the face, behold the low-lands  
And blasted cotton-wood trees where we empty      
Into the larger stream!          
But here by the mill the castled clouds         
Mocked themselves in the dizzy water;          
And over its agate floor at night       
The flame of the moon ran under my eyes    
Amid a forest stillness broken          
By a flute in a hut on the hill.
At last when I came to lie in bed        
Weak and in pain, with the dreams about me,         
The soul of the river had entered my soul,   
And the gathered power of my soul was moving      
So swiftly it seemed to be at rest       
Under cities of cloud and under         
Spheres of silver and changing worlds—     
Until I saw a flash of trumpets         
Above the battlements over Time!

 

* Se trata de una tentativa por interpretar la Quinta sinfonía: el triunfo del Alma sobre el Destino. Hace poco la escuché tocada por una dama en una casa en la que habíamos cenado, y me impresionó tanto su afirmación que de inmediato escribí “Isaiah Beethoven”. [Tomado del NYT, Abril 4, 1915. N. del T.]

 


Edgar Lee Masters / Kansas, Estados Unidos, 1867 – Pensilvania, Estados Unidos, 1950. Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista. Ejerció diversos oficios como abogado y cobrador en el ramo de la energía eléctrica. En 1915 publicó The Spoon River Anthology, libro de mención obligada para la poesía occidental moderna y que, muy pronto, le valió el reconocimiento internacional. Fue autor de más de una veintena de títulos de poesía, entre los cuales se encuentran A Book of Verses (1898), The Open Sea (1921) y Along the Illinois (1942).


Antonio Saborit

 / Torreón, Coahuila, 1957. Ensayista, historiador, traductor y editor mexicano. Doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, es Director del Museo Nacional de Antropología desde 2013. Ha traducido a autores como David A. Brading, Robert Darnton y Thomas Carlyle, y ha dedicado estudios y monografías a otros como Marius de Zayas, José Juan Tablada y Tina Modotti.