octubre 2021 / Inéditos

Ejercicio de rendirse

Loba

A menudo cuando debo disfrazar la verdad
la saco de mis bolsillos y la aviento a la mesa
en la que estamos comiendo.

Es la pieza de Lego o de madera
con los orificios de triángulo, círculo, cuadrado.

Pero la he moldeado y decorado tanto
que en ningún momento es digna de encajar
en el juego de otro.

En voz alta te la ofrezco a ti
y cuando la tomas entre tus manos
los niños son los únicos que entienden tu euforia.

Inspeccionas la verdad desde el otro lado
de la mesa. Me das la espalda para recoger
una cuchara del suelo,
veo el tatuaje de loba en tu hombro,
la mariposa que hierve tus mejillas,
y en tus tobillos
las mismas ámpulas
que mi mamá se cura en las noches.

Nos veo como personajes
en un escenario de cuerpos enfermos
en el que no cabe hablar de amor
pero sí de este abrazo:
—Yo tengo epilepsia.
—Yo tengo lupus.

El mundo empieza a fracturarse
cuando dejamos de ocultar tu diagnóstico
y el mío:
atrapamos la verdad con los dientes
y salimos corriendo.

 

Hipocampo

Me propongo un experimento:
un par de veces a la semana
olvido mis medicamentos
e investigo unas cuantas
palabras:

hipocampo,
prominencia encefálica
situada en los ventrículos
laterales del cerebro.
Caballo de mar
que posee la virtud
de la gestación;

vientre,
cavidad donde anida acurrucada
el ave con plumas;

encéfalo,
médula espinal
compuesta por tres partes:
guillotina, cicatriz, intemperie;

laguna,
ejercicio de rendirse, volcar
el nombre sobre el olvido
como un acto de expiación.

Sostengo mi hipótesis:
el inicio del lenguaje es imitación,
adquirimos un yo por supervivencia
aunque no queramos ser
diferentes a los demás.

Vencí el instinto
de ser inmune al dolor:
siento el corte,
intento emparejar cada costura.
Hago el esfuerzo
de no quedarme sin plumas.

 

Shadowboxer

He golpeado con los puños
incorrectamente
—crochet, directo, gancho—
contra síntomas que antes no eran
más que un así es de distraída,
—directo— así es llorar tarde,
—finta— y llorarlo todo.

El dolor es un espacio pequeño,
una casa
donde se cierran las ventanas
y me protejo.
Me mantengo alerta,
lista para el choque eléctrico
—la descarga anómala—
dentro del ring.

Boxear es un arte
y diría que es mi llamado,
I do it exceptionally well,
I do it so it feels like hell.

Ahora me obligo a mejorar
la defensa, girar mi cadera
para evitar los golpes,
—uno, dos, jab izquierdo y cruzado—.

He golpeado incorrectamente
durante veintidós años
en cada consultorio médico:
and if I let him get too close to me
he’ll set his spell on me.

Boxear es asistir al sepelio
de lo enfermo.
Las sogas no son mi materia:
prefiero que mis pies
caigan en el primer round,
—directo, crochet, gancho—
a que cuelguen en el aire.

No se lo cuento al psiquiatra
ni lo escribo
ni doy el salto.
Veo al hombre
hablar desde las esquinas
—diez, nueve, ocho, siete…—
y lo decido cuando ya no boxeo
con los puntos a mi favor.

 

* Estos poemas pertenecen al libro Hipocampo, de reciente publicación por Dharma Books.

 

Estefanía Arista en Dharma Books


Autor

Estefanía Arista

/ Tijuana, 1995. Poeta. Estudió una licenciatura en Escritura Creativa y Literatura. Formó parte del Programa Talentos Artísticos del Instituto de Baja California y obtuvo la beca del Festival Interfaz en dos ocasiones, así como la de la Fundación para las Letras Mexicanas. Fue, asimismo, residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Su libro más reciente es Hipocampo (2021).

octubre 2021