Bernard Noël (1930-2021), una de las referencias fundamentales de la poesía europea, murió el pasado 13 de abril en el hospital de Laon, núcleo de la zona rural de la Champagne Picarde, donde vivía desde hace décadas; a mediados de noviembre había cumplido noventa años. Referencia clave de la poesía europea, sí, aunque no era fácil encontrarlo en las listas canónicas o en las noticias de los grandes premios internacionales; quizá su cualidad de resistente pesaba como un rasgo de personalidad que desbordaba lo ideológico y lo alejaba de ese mundo. Era genuinamente poeta, pero su obra tuvo una amplia multiplicidad: su escritura carece —decía él— “de género, porque, cualquiera que sea su forma aparente: poema, relato, ensayo, texto para el teatro, procede siempre del mismo modo: desde la angustia de ser privada de pensamiento, siempre ante la duda de su propia existencia”. De esa esencialidad múltiple fue prueba la publicación desde 2010 de sus Obras reunidas, cada uno de cuyos volúmenes se construye como itinerario único entre textos poéticos, narrativos o reflexivos, breves o extensos, continuados o fragmentarios, en la conciencia de tal impulso indistinto, común a toda su trayectoria. Así, sus Obras, más que el cuerpo de una obra, realmente recogen una incesante acción, un movimiento. Y el que no solo en estas líneas, sino de modo general, se le considere poeta habla de la capacidad de la poesía para acoger ese movimiento y esa acción, para identificarse con lo sin género de hoy, tal como ya lo había sido en su comienzo.
La multiplicidad tiene aun otra forma de hacerse presente, otro efecto: resulta muy difícil hablar de esta obra en conjunto, abarcando todas sus maneras y líneas de fuga. Parece que solo fuera posible referirse a textos en concreto, o bien de manera enumerativa y dispersa, o simplificando y prescindiendo de componentes básicos. Así, la prensa francesa —que, con motivo de su muerte, se ha ocupado más de él en dos o tres días que en varias décadas— parece haberse visto obligada a elegir entre calificar a Noël como “poeta del cuerpo” o “escritor político” —incluso, en un caso, “escritor engagé”—; o lo uno o lo otro, se habrán dicho, ¿cómo podría serlo todo? Unos pocos, que tal vez lo habían leído más, optaron por la fórmula de “poeta de la mirada”. Recuerdo que en sus correos electrónicos él hablaba casi solamente de política, y lo hacía cada vez con más desesperación. Pero pensar la red formada por todas estas preocupaciones, intentar comprender y mostrar sus vínculos, su procedencia de un solo núcleo, fue seguramente su propósito más constante: “¿Me reconozco en las palabras ‘política’ y ‘cuerpo’? Yo diría más bien que cada una de estas palabras proyecta una representación que me detiene o me atrae por igual, pero que me sitúo entre las dos al no poder conseguir su unidad”. Trataré en lo que sigue de acercarme a este lugar, que no es ni salomónico ni impreciso, por si cupiera sugerir caminos, vínculos.
Aunque había publicado otros textos, Noël consideraba que Extractos del cuerpo, aparecido en 1958, fue propiamente su primer libro y, sin duda, el que moldea la etiqueta de poeta del cuerpo, con bastante antelación a la moda multidisciplinar que aún resuena. Libro unitario, de fragmentos secos y contundentes, en cuyo fondo había una personal lectura de Artaud, se proponía nombrar lo corporal evitando la representación: “Como si mi escritura —decía el poeta en una entrevista de 2010, cincuenta años después— hubiera podido ser fotográfica de lo orgánico”. Pero las líneas de desarrollo que el proyecto llevaba en sí conducían a su propia imposibilidad. Por un lado, como escribe Anne Maleprade: “Se ofrece a la mirada una profundidad vertiginosa, la del cuerpo despedazado y amordazado”: lo orgánico es fotografiado mientras se fragmenta y mutila, mientras internamente lucha y se devora, expulsa, hiende, en trozos, en jirones. Se diría que la tensión concentrada de su nombrar, su materialidad exasperada, explota, somete la percepción y la palabra a una violencia que les va privando de su objeto.
“…Una profundidad vertiginosa […], del cuerpo-lenguaje objeto de una búsqueda inacabable”, añadía Maleprade, apuntando una cuestión central. Porque cuerpo, política y mirada aparecen siempre para Noël en la lucha que sostienen con las palabras, como pregunta repetida sobre la capacidad de estas para establecer una relación. Así, el proyecto de nombrar el cuerpo aparece amenazado de raíz: por el propio nombrar, por escribirlo, decirlo. Primero, en la forma de un desafío: el cuerpo se ofrece a cada persona con cruda inmediatez, pero se muestra opaco a las palabras, hasta llevar a la conclusión de que lo realmente no dicho, lo “inefable”, es lo físico. Pues, al tratar de superar este veto, se encuentra la resistencia del propio carácter de la lengua, en la que se traman los códigos culturales, el pensamiento ya pensado, de modo que el cuerpo parece desaparecer como tal al nombrarlo, convertido en “espacio escénico” donde se alojan todas nuestras representaciones, produciendo “una evaporación —dice Noël— de lo carnal en beneficio de lo mental”.
Quizá sea la experiencia de tal proceso, su aguda conciencia de él, lo que le induce a abrir una vía para reflexionar sobre la mirada y su papel en este juego de fuerzas que, aparentemente, se repelen. En palabras de Diario de la mirada, se trata de una transparente escena primordial: “Todo está ahí, ante mí, todo lo real ordenado bajo el cristal de lo visible”. Los ojos respirarían, así, la vista, del mismo modo que respiramos el aire, estableciendo una doble forma humana —en el mecanismo primario de la vida— de relación inmediata con el mundo material. Y la consecuencia es que lo mental no resulta entonces tan ajeno como parecía a la carne, porque el espacio mental se formaría “por el derramamiento de lo visible” en nuestro interior, estaría hecho de ese aire asimilado por la vista, especie de pulmón del mundo en nosotros. Esta es una preciosa y precisa intuición, que busca entender cómo la materia genera lo mental, negando la autonomía de lo que suele denominarse espiritual. La reflexión de Noël, a lo largo de décadas y libros, ha ido observando hasta el mínimo detalle los procesos que de ahí pueden derivarse, las condiciones, las contradicciones, su expresión en la pintura y el arte también, y resulta apasionante seguir sus recurrencias en textos completamente heterogéneos. Pero siempre acaba topando con similar punto ciego, encontrándose en el mismo punto de una espiral: si uno se pregunta qué es lo que no se ve en lo que se ve, ha de responderse que es la propia vista. Ver la vista plantea una dificultad equivalente a la de nombrar lo físico, levantada sobre una imposibilidad del mismo orden. Porque, situado en aquella escena cristalina ante lo visible, el que mira siempre tiene algo detrás de él: “todo está ahí, ante mí, salvo mi cuerpo”: “lo invisible está detrás de nuestros ojos, es el espesor del cuerpo”. Lo que no puede decirse, lo que no se ve.
Al leer, parecería que Noël advierte todas las inflexiones y potencialidades negativas, es capaz de detectarlas en el curso más limpio del pensamiento o de la experiencia, de la realidad. Pero lo cierto es que también quien lee puede, cada vez, seguir adelante, porque se vuelve a abrir de pronto una puerta que se recordaba cerrada, porque todavía quedaba una forma —una última, al menos, siempre— de proseguir: “Le monde n’est pas fini”, el mundo no está terminado. Aquí podría enlazarse el final de “Política del cuerpo” que, publicado en 2010, encabezó luego el volumen segundo de las Obras, dedicado a escritos políticos. Porque la formación del espacio mental a partir de lo aportado por la “respiración visual”, “asegura —dice Noël— nuestra comunicación con el mundo y es (va a ser) el punto de unión del cuerpo y la política”. Sin duda, cabe recorrer este hilo en su escritura, apreciar el carácter de la conexión y el modo en que esta irradia realidad material y pensamiento político. Aunque, a la vez, como en otras ocasiones, esta certeza no impida la bifurcación y el desajuste: por ejemplo, que los escritos políticos ocupen, tan numerosos como son, un lugar aparte en su trayectoria, pues parecen provenir siempre de un acontecimiento, de la resistencia o la denuncia de algo que ocurre, como extemporáneos al proceso de escritura, afilados e implacables, panfletos requeridos por la inteligencia y la rabia.
Quizá es en el insistente volver al problema de las palabras como todas las perspectivas se unifican. Si se consideran los dos conceptos que lanzó Noël a la reflexión política —que han tenido influencia enorme, en el debate francés al menos—, la castración mental y la sensura [sensure], ambos confluyen en un escenario verbal. La castración mental sería una ocupación mediática del interior de las personas, del espacio mental: una saturación de ideas y palabras que multiplican los estímulos al consumo y normalizan los marcos del sistema; una ocupación en el sentido de que, dentro de cada uno, no nacen ni viven ideas y palabras propias, sino ajenas, impuestas, inculcadas —y no hace falta decir que este diagnóstico de lo mediático actual se ha potenciado con el desarrollo de las llamadas redes sociales—. Sensura, por su parte, es un neologismo que, en la fonética latinoamericana y peninsular meridional, jugaría idéntico papel que en francés (censure/sensure, censura/censura), indicando una forma de privación del sentido (sens) más radical que la establecida por la censura, pues no se basa en la prohibición, sino en dinámicas de expropiación como las que acabo de evocar, de modo que es la palabra del sistema (la del código, la prevista y establecida, la del pensamiento único) la que se forma en nuestra boca cuando creemos expresarnos. La denuncia de este proceso, de este estado, se dirige frontalmente contra la ideología del consenso y —de modo muy característico en Noël— contra una moral de lo positivo: “la esperanza es de siempre la lengua podrida de lo aceptable”. O: “Detesto el optimismo porque principalmente ha servido solo para soportar la opresión: apelo a la desesperación porque tiene una energía propicia a la ira” —y reaparece aquí aquella “desesperación” cotidiana que traían sus correos electrónicos.
Ciertamente, si se asume la idea del vínculo entre el espacio mental y el mundo exterior, se puede concluir que la castración mental, como destrucción de ese espacio, rompe también la relación con los demás y nos aísla. En el plano del razonamiento, no hay tanta distancia como parece entre los lugares del cuerpo, los de la mirada y los políticos —todos ellos, además, siempre en confrontación con las palabras—. Y resulta evidente que cada vez se habrían ido acercando más el escritor, que necesita encontrar una voz personal para hacer perceptible su texto, y el gesto que cualquier hablante requeriría para conseguir un momento de libertad —casi se diría: de intimidad, de privacidad de la palabra—. Y, a la inversa, el lugar del poeta estrecha su margen de existencia en el ahogo de la lengua mediática.
El cuerpo, la mirada y la política son un nudo de lengua, un problema de escritura. Y hay un vaivén, una permanente duda, un no y un sí siempre activos, en torno a la posibilidad de resolverlo. Por un lado: “se ha hablado tanto del cuerpo que no le queda la más mínima carne”; por otro: “consonantes y vocales tienen bastante sustancia sonora/ para ofrecer al menos un sudario a nuestros pensamientos”. Hay en Noël una aguda conciencia de las mediaciones y suturas, de los cortes y falseamientos, que se tienden entre cosas y palabras; hay una repetida postura de negarle ningún exterior al lenguaje y, a la vez, un persistente, indudable deseo de realidad, que en él suele darse como deseo de diálogo o deseo amoroso, con fuerte proyección hacia un tú. ¿Cómo se comporta todo esto bajo la presión de la sensura y dentro de una lengua, como quizá sea la francesa, tan proclive a la abstracción? Yo diría que a Bernard Noël lo distingue el extraño poder que confiere a lo abstracto y especulativo para hacerse plástico; que su creencia en la materialidad de la lengua no se queda en un tópico ya erosionado, sino que se hace eficaz porque sabe de dónde parte, no se engaña: el poema sería “el lugar donde vocales y consonantes se reúnen para el acto de pensar/ convocando entre saliva y dientes huecos la voluntad de resistir”, de modo que tal vez sea aquella energía desesperada la que fusiona las partículas.
Pero ¿cómo da cuenta esta pequeña materialidad de los sonidos articulados, de sus combinaciones y fisuras, de aquel espacio mental en el que podríamos respirar como uno mismo y como todos? “La poesía no se apoya en la representación, sino en la traducción directa: lo que ha tenido lugar verbalmente en un espacio mental se transcribe tal cual”, “la poesía es una modulación del espacio mental a través de un uso particular de la lengua”. Sin duda, la percepción de que la escritura es un trabajo de singularidad se la debemos a las vanguardias y a las demás lenguas de ruptura; pero su necesidad responde a una búsqueda personal, de precisión, que no puede darse con otras palabras que con las suyas. Por eso, la forma de la poesía es el movimiento.
Lecturas:
Bernard Noël, La castración mental. Traducción de Daniel Sarasola Anzola. Madrid, Huerga & Fierro, 1994.
—, El resto del viaje y otros poemas. Traducción de Miguel Casado y Olvido García Valdés. Abada, Madrid, 2014.
—, Diario de la mirada. Traducción de Miguel Casado. Madrid, Libros de la resistencia, 2014.
—, Extractos del cuerpo. Traducción de Miguel Casado. Madrid, Vaso Roto, 2019.
— “Política del cuerpo”. Traducción de Olvido García Valdés. Minerva, 19, 2012.
—, Este jardín de tinta (secuencias I-V). Traducción de Sara Cohen. Abbeville, Cadastre8zéro, 2011.
—, “El jardín de tinta. Secuencia VI”. Traducción de Miguel Casado. Minerva, 19, 2012.
—, Œuvres I. Les Plumes d’Éros. Paris. P.O.L., 2010.
—, Œuvres II. L’Outrage aux mots. Paris, P.O.L., 2011.
—, Œuvres III. La Place de l’autre. Paris, P.O.L., 2013.
—, Œuvres IV. La comédie intime. Paris, P.O.L., 2015.
—, “Qu’est-ce que la poésie?”, Nue, 49, novembre 2011.
Anne Maleprade, “Le corps dans tous les sens, corps en tous sens”, en: Bernard Noël : le corps du verbe, Fabio Scotto (ed.). Paris, ENS, 2008.
Thierry Guichard, “De ‘tu’ au ‘nous’” (entrevista con Bernard Noël). La matricule des anges, 110, 2010.
Michel Collot, “Une large ouverture à l’autre et au monde », en Europe, 981-982, 2011.
Atelier Bernard Noël: http://atelier-bernardnoel.com
Olvido García Valdés y Miguel Casado, “El recuerdo del cuerpo (entrevista con Bernard Noël)”. Minerva, 19, 2012.
Miguel Casado, “La carne de las palabras”, en La ciudad de los nómadas. Lecturas. Ciudad de México, UNAM / Secretaría de Cultura, 2018.
—, “Dos apuntes sobre Bernard Noël”, en Un discurso republicano. Madrid, Libros de la resistencia, 2019.
Autor
Miguel Casado
/ Valladolid, España, 1954. Poeta, crítico, ensayista y traductor, autor de más de una veintena de títulos de ensayo y de poesía. Mereció el Premio Hiperión de Poesía, en 1987, por su libro Inventario, y fue finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León en 2016 por El sentimiento de la vista. Ha traducido a autores como Paul Verlaine, Francis Ponge, Arthur Rimbaud y Bernard Nöel, entre otros. Sus libros más recientes de ensayo son La ciudad de los nómadas (2018), Un discurso republicano (2019) y Fidelidad, ¿qué alientas? Lecturas de José-Miguel Ullán (1994-2022) (2022). Su poesía fue recientemente reunida bajo el título Deseo de realidad (2023).