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Las escrituras desordenadas de una nueva fe

de: Valeria Canelas

Cansada de buscar lo excepcional/ me entrego a lo inmediato/ equivoco nuevamente los repartos/ al pensar que lo uno no está/ engarzado en lo otro/ se trata de un desbroce innecesario/ porque es en las superficies pobladas/ en las extensas nieblas sin contraste/ donde aparece breve/ eso que busco/ como un relámpago

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Tú eras tú, yo era la rockola

de: Sandra Beasley

Soñé que estábamos en tu bar favorito:/ Tú eras tú, yo era la rockola./ Puse a Sam Cooke para ti,/ pero no volteaste ni una vez./ Quise bailar. Quise un whisky./ Y quise que quitaras tu mano de ella./ Llevabas tu mejor sonrisa/ y la camisa que hace que tus ojos sean verdes./

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Orejas

de: Melinna Guerrero

Abuela, ¿a dónde van las palabras que pronuncias al interior de ti? Le digo sin hacerlo, repitiéndole cualquier pregunta para que así me cuente lo que crece en esa casa que tampoco podré visitar. Pero lo que recibo son retazos de un telar más extenso, fragmentos de su infancia que recuerda con precisión; luego, canciones para mí desconocidas.

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Gramática del roce

de: Pedro Ruiz Pérez

La obra de [Rocío] Cerón nos enfrenta a la soledad, pero también genera un sentimiento de comunidad, incluso de comunión. (…) Una vez más, Rocío Cerón explora los límites de la lírica para ensancharlos y abrirnos a una experiencia renovada, como surgida de las aguas, y lo hace con la belleza de lo que surge limpio y despojado de escombreras.

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El ánimo en batalla

de: Enzia Verduchi

Apta para el el suicidio es, precisamente, “el reloj secreto que dice que es hora de amar” —como indica Merini—. Korbman Dryjanski sabe que “escribir poesía / [es] el ánimo en batalla”, la mantiene viva; que habrá de “morir cuantas muertes sean necesarias” para seguir escribiendo, respirando.

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Tengo miedo de perder los dientes

de: Sergio Rodrigo Kanek Quintanar Tapia

El olor de las hojas del pirul cuando las aprieto con los dedos / me recuerda que no conozco lo que conocen sus raíces / es imposible conquistar los recuerdos del subsuelo / lo que se siente estar bajo la tierra/ absorber el agua / tener carne de oscuridad/ es algo que sólo conocen las lombrices / los huesos en sus tumbas / y las memorias de los árboles.

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Seamus Heaney: un zahorí astuto

de: Mariana del Vergel

Cuando voltea al agua, Heaney no pregunta ¿por qué flotan los cadáveres? No le interesa. Quiere saber su historia, lo que les condujo a morir así: la capacidad para cargar con una muerte que primero los hunde hasta el fondo y luego los hace flotar, mostrarse en las atrocidades del post mórtem. Hundirse y flotar: dos movimientos que ocurren cuando aparentemente no hay más vida. Y todavía un tercero: después de liberar los gases, después de ir y venir en el agua, volver a sumergirse.

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Oficina de Migración

de: Hugo Armando Arciniegas

Extenuados como están,/ los viajeros resuelven tenderse/ sobre las baldosas del suelo,/ el equipaje apilado,/ el tóper a la mano./ Y tú concibes, mi amigo,/ que ante la inminencia del fracaso,/ han optado por establecerse/ en aquel mismo suelo;/ tomar el aeropuerto por refugio.

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Dinamita en las lunas del futuro

de: María Paz Guerrero

Cuando lo hiciste yo me pegaba al teléfono, como una teta./ Yo mamaba del teléfono./ Decía: manivela. Respondía: triángulos, esferas./ Arrancarme por puños que son higos/ en un silencio que truena en añicos./ Endurecer las rocas en el espíritu. Darles pica pala, pero no merman

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Lo que firmé fue la fugacidad de ese almíbar

de: Lorena Huitrón Vázquez

En un papiro de magia griego encontré una receta para dominar a la sombra: harina de trigo, moras maduras, sésamo, hierbas que no ha tocado el fuego, acelgas, dirigirse en la hora sexta del día hacia el Oriente en un lugar solitario, provisto de un cesto tejido.

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Seis poemas guatemaltecos

de: Iván Krassoievitch

Ceñimos las diademas del fuego,/ las diademas del hombre,/ para defender nuestra heredad,/ el patrio elemento terrenal/ sin tráfago de dueños;/ tenemos las llaves del futuro/ donde comienza el tiempo/ y el cielo que atraviesa/ el caminante de las sandalias de oro.

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La primacía de la niebla

de: Leticia Gámez

Xicotepec. Años roble puede ser muchas cosas: la cartografía de un recuerdo habitado, el cronograma de la expansión del musgo, las raíces de una amistad; un trozo de bosque que permitió, en sus propios términos, los muros y cristales de una casa. Pero también es un sitio en la sierra de Puebla que huele a café, una localidad en la que, después de leer este libro, se vuelve difícil creer que haya vivido alguien más que dos niñas: la que escribe y Regina, su amiga.

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Notas sobre los días

de: Valerio Magrelli

Estoy solo como un clavo/ junto a su sombra./ Solo como una bala/ que no tiene tiempo/ de proyectar sombra.

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El temor que habitamos

de: Camila Ríos Armas

Soy débil/ como la telaraña/ que tienen los libros que nunca has leído. / Soy débil/ como la cáscara del huevo que rompes todas las mañanas para hacer el desayuno. / Soy débil/ como la palabra misma que se quiebra en la garganta del herido.

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Entre la nostalgia fantasma y la legítima defensa

de: Herles Velasco

Llegada del Malnacido es reconocer la poesía en el grito, el grito que es pueblo, voz fúnebre y también rama y revolución, y la nada, porque también la nada grita. Una voz que no se subordina al amo de la sintaxis ni a la corona como símbolo: la voz de la poesía y también del Malnacido: lengua compartida en dos patrias.

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Un relato común

de: Emily Jungmin Yoon

Para Emily Jungmin Yoon, el poema es un lugar donde relatos y experiencias vitales diferentes pueden adquirir resonancia colectiva. En él, la existencia individual de la voz poética se conecta y tensiona con la historia de una comunidad que le precede.

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Y encuentro una imagen salvaje de mí misma

de: Draupadí de Mora

busco alguna colilla fumable/ y encuentro una imagen salvaje de mí misma/ preferiría comer papas fritas con salsa cátsup/ tomar cerveza con limón/ preferiría no tener que usar el tronco común del espino/ ni el sonido del espanto / pero hallamos aves muertas alrededor del sol/ y viajamos treinta o mil kilómetros / para olvidar que volamos en círculos

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Hasta que necesitemos una palabra nueva

de: Román de Castro

Román de Castro estudió cine en la Universidad de la Comunicación, periodismo cultural en Casa Lamm y gestión cultural en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Su obra se conforma de pintura, fotografía, mueblería (arte objeto), instalación y videoarte, siempre a través de las letras.

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La velocidad del olvido

de: Leonel Hernández

El dolor se ha anidado/ en mis huesos viejos,/ y la muerte de cada grano de sal en los labios/ de mi novia,/ me punza como la cobardía/ que tuvo mi padre de no matarme/ cuando tuvo la oportunidad.

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Donde la existencia sucumbe, se habla

de: Johan Jönson

El corazón. Aun así, jamás puedo saber con certeza, si estoy vivo o muerto. El pasaje de la muerte podría parecerse idéntico. Jadeo. El cuerpo jadea. Primero pienso que el sueño delicado y parcial se haya interrumpido porque el cuerpo está viviendo un último infarto cortante; pero parece que no es el caso; no experimento ningún dolor físico en particular.

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Entre el fulgor y el vuelo

de: Elsa Cross

De perfil,/ ve de frente el horizonte,/ la línea que diluye/ en un solo fulgor/ todos los mares y cielos de la tierra;/ esa línea intemporal/ donde se funden/ el amar y el mar,/ donde la luz que da de lleno/ se vacía

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Donde la luz hiere tanto

de: Estefanía Arista

Dos sonrisas moradas,/ una media luna / para dibujar el par de ojeras./ Susurras una canción / de la que no sabes la letra./ Los nervios como fantasmas en la garganta./ El estrés,/ espinas de rosa que invaden el estómago./ Aquí no sucede nada.

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El lento hacer

de: Diego L. García

La idea de que lo que ocurre ahí en el texto poético, en el tejido interior, y por ende en la experiencia de adentrarse en esa zona es siempre presente, revela una postura que llega a la médula del asunto. Si sólo hay presente (si se logra ello) los préstamos, las referencias, las traducciones, las reescrituras que allí acontecen no restan potencialidad alguna; al contrario, son ya una misma cosa, una materia de la experiencia actualizada (pues no hay sensaciones fuera del aquí y ahora).

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Los niños de la cuadra escriben cosas en la tierra que cubre a mi carro

de: Aziz Córdova

Agradezco a Dios poder agradecer a dios/ sin necesitar creer/ como gesto silvestre del pecho/ espasmo de paloma herida y cálida aún/ Poder esgrimir la bendición del insulto,/ decir, bien raro, hijo de la verga a quien hace algo hermoso/ y el otro, más raro todavía, enunciar el gracias más sincero/ rete volado por el reconocimiento de su hazaña

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Comenzaron a arrancarse los pájaros domésticos

de: Maximiliano Díaz

Deja que te toque el verano/ que abra sobre tu nariz sobre tus/ brazos  sus dedos delgados      luminosos/ cuántos años llevas ya en este/ caluroso patio de juegos cuánta tierra/ chanchitos de tierra escupes sobre caca petrificada/ has visto pasar sobre los arenales/ flojos de tu infancia.

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Aún queda algo escondido en el agua

de: Roxana Crisólogo Correa

hacer poesía de la riqueza y riqueza de la poesía/ me obliga a adjetivar lo que con dificultad escucho/ buscando el petróleo de lo que se acaba/ el mercurio que con falsedad brilla y perfora las manos/ / hacer poesía de los ricos campos de espárragos/ que se llevan toda el agua/ de los campesinos sin agua/ para que quienes recorremos con ansiedad el supermercado/ en busca de espárragos del Perú

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Toda la luz se craquela

de: Héctor Carreto

Pocas veces ha estado presente de esta manera la música en la poesía actual en nuestro idioma como en Armonía. Una caracola es el espejo, de Juan Joaquín Péreztejada (Veracruz, Veracruz, 1962), volumen que reúne alrededor de treinta años de producción poética, y no me refiero necesariamente a los temas, cuyas referencias van desde la música popular (“La bamba”) hasta la llamada música de concierto contemporánea, dedicada a los compositores John Cage y Philip Glass, sino en el ritmo que el autor maneja en esos y muchos otros textos más que no necesariamente aluden a cierto autor u obra.

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Ocasión de memoria

de: Julieta Lopérgolo

En la poesía de [Denise] León [Tucumán, Argentina, 1974) ni las palabras ni sus sentidos se precipitan. La lentitud oficia como una clave de lectura al tiempo que forma parte de esa tradición, más allá de la familia, en la que la poeta rescata sobre todo a las mujeres.. “Mujeres que dejan pasar los días/ lentamente”, escribe en el inédito De muerte ke no manke; mujeres que cargan cosas al ritmo moroso y melancólico de los días en los que transcurren las tareas cotidianas.

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Pálido, azul y helado zafiro hecho de sombra

de: Francisco Xandóval

Los poemas que aquí presentamos están extraídos de El libro de las paráfrasis. Son creaciones de exquisita calidad que [Francisco Xandóval] supo parafrasear (para usar su propia terminología) con singular talento, gusto y profundo amor a la poesía. (…) Nos complace ahora presentar estas pequeñas joyas de la lírica universal.

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Texto de muro

de: Marco Treviño

Una exposición de cédulas. Un ensayo sobre el género literario del “texto de exposiciones”. Un libro que se despliega para ocupar una sala de exposición. Un proyecto curatorial sin piezas, pero con cédulas. Un texto para leerse en vertical. Un texto espejo. Un diálogo con el muro.

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Es la noche que mira

de: Lucía Elisavetsky Campos

Nunca/ nadie/ dijo/ su nombre/ pero yo/ lo sé./ Su sombra/ cuerpo de velo/ se vuelve/ espejo oscuro/ sobre mi cama./ Refleja/ lo que carga/ y purifica/ con pétalos/ de obsidiana/ observa/ sin ojos.

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Eurídice

de: H.D.

H. D. escribe este poema donde le presta voz a Eurídice. A diferencia de la heroína pasiva y perpleja del mito griego, la Eurídice de H. D. tiene una voz rotunda, expresa su rabia y rencor en este monólogo dramático donde ejemplifica la agonía que sufren las mujeres a manos de los hombres y sus decisiones. Eurídice nunca culpa a los dioses por su muerte; parece aceptar el destino como parte del ciclo de vida. Orfeo, sin embargo, alteró el orden natural, casi logró devolverla a la vida, pero tuvo un momento de debilidad y Eurídice lo culpa. Comienza expresando impotencia, confusión e ira; después afirma su independencia internalizando su dolor y fortaleciéndose.

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El principio regulador

de: Roberto Rodríguez Reyes

Bastaba desear algo/ para empezar a carecerlo./ El efecto de las/ acumulaciones,/ decían los vecinos,/ tomando agua/ de gorrión, colgándose/ de cara a los/ horcones biromes,/ para ver pasar las/ dunas en las rodillas,/ colágeno rosáceo,/ chuscas, de los niños

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De ramas y raíces, de piedras y de cielos

de: Ivonne G. Ledezma

Morábito nos recuerda que toda experiencia es susceptible de convertirse en un poema, de que “todo viene al caso si estás vivo”. Y eso incluye la pérdida. Al desmoronamiento que atravesaremos, como nos dicen, “si tenemos la fortuna de llegar a viejos”. Tal vez nadie enfrente la decrepitud y la muerte como quien escribe sobre ello, pues la experiencia del testigo se amplifica al capturar la esencia del deterioro y colocarla frente a sí como un espejo. Los poemas en los que Fabio Morábito retrata esos encuentros con la decadencia física son de una fuerza que abofetea y a la vez conforta, al enfrentarnos a nuestra propia lista de despedidas, los adioses a otros y los que le debemos a las versiones más jóvenes de nosotros mismos.

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El desayuno de Ryūichi Sakamoto el día del fin del mundo

de: Carlos O. Noriega

—He aquí la música de Sakamoto el día del fin del mundo —me dije./ Porque él comprendía los códigos; / en una calzada de compositores de bronce, se quitó las agujetas y dejó que sus tenis se cubrieran de yedra y caracoles diminutos/ y los intercambió por partituras/ para tener un lugar, para vagar descalzo por patios polvorientos.

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Bajo la sombra silvestre de un naranjo. Una pizca de poemas japoneses

de:

Este volumen reúne a poetas ampliamente reconocidos y leídos como Bashō, Buson, Izumi Shikibu, Ryōkan, Kobayashi Issa, Saygio, Takuboku Ishikawa, y a otros de no tan frecuente aparición en antologías. En suma, es un volumen que ofrece una muestra mínima de perlas de sabiduría, fineza, introspección y unión espiritual con la naturaleza exterior e interior de la realidad

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El árbol humano

de: Jose Hernandez Diaz

Estoy en el funeral de la oreja de Van Gogh. Su oído vivió una vida apasionante y colorida. La sangre de Van Gogh no era roja, como la mía o la tuya, no, era azul. Azul, como el océano de medianoche, a pesar de la oscuridad. La oreja de Van Gogh recibió caléndulas en el decadente funeral.

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La belleza convulsiva de Erzsébet Báthory. Notas acerca de La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik

de: Laura Gandolfi

Sólo frente al inevitable vínculo entre la muerte y el orgasmo, Pizarnik deja de ser impersonal. Es justamente aquí cuando la “máscara” de la tercera persona cae y el yo, en palabras de la misma Pizarnik, empieza a “vibrar animado” […] “Vibra”, al hablar de un goce tan intenso, con un placer tan agudo y penetrante que nos deforma, y nos muestra, en nuestro mismo cuerpo deformado, la coincidencia entre orgasmo y muerte. Y “vibra” —¿cómo podía no vibrar?— al hablar del mal del siglo XVI, tan antiguo como contemporáneo: la trágica pérdida de la armonía rítmica con el mundo que experimenta un alma melancólica.

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La gramática de lo doméstico

de: Xadeni Escalante Contreras

Ensayos para una historia de economía doméstica es una revelación valiente, sensible, determinada, comprometida. Mentiría si dijera que no duele. No es un libro de poemas para irse a la cama temprano y caer en un sueño tibio, algodonado y manso; por el contrario, producirá en el lector algo que quizá se sienta como un golpe en la mandíbula. Claro que uno recibido con satisfacción y agradecimiento: un golpe versado.

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Este grito suyo sostiene a todas esas golondrinas en el aire

de: Victoria Amelina

Sobre un campo de primavera estéril/ hay una mujer vestida de negro/ llorando los nombres de sus hermanas/ como un ave en el cielo vacío/ las llorará a todas fuera de sí misma.

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