Ramón López Velarde (1888-1921) no solo es uno de los poetas fundamentales de nuestra modernidad, sino un abrecaminos vigente. A un siglo de su fallecimiento, Maricela Guerrero (1977), Valeria List (1990), Juana Gabriela Nieves (2001) y Manuel de J. Jiménez (1986) realizaron, a solicitud de este periódico, cuatro reescrituras de algunos de los poemas más conocidos del poeta jerezano. En ellas, la «novedad de la patria» deja de ser un concepto para una sola obra y un solo autor, y se transforma en una estafeta audaz y urgente.
—La redacción
Soñaras, López Velarde: agua
Soñar en agua Ramón la fuente la laguna: agua en
lágrima llanto que anegara Tierra Adentro
una plaza tu pueblo: soñaras corazón
en próspera provincia: en agua: río:
la navegación de hojas anchas y
barquitos de papel de infancia: de navegantes ojos: virgen señora:
rojo ramón rojo
en luz
:sangre candor astrágalos nerviosos:
—vibrantes—
mariposas en vigilia: en luz: mujeres en
devota compenetración: laguna inundación:
candor y cielo:
agua: utopías celestes: comisuras: rojos labios rojos:
hechos de agua
sueño ahora a ti —carmín ramón carmín—al centro de una profunda celeste
vastedad:
agua.
No me condenes
Yo tuve en la capital un novio clasemedia
que tenía ojeras desde el día en que nació.
Su nombre era Rodrigo, vivía en la Magdalena
y los primeros meses, me quiso más que yo.
Rompimos varias veces: la juventud apenas empezaba
y yo quería más, aunque en abstracto,
¿quién aprecia un noviazgo a los dieciocho
cuando acaba de llegar a una ciudad?
Había pintado su cuarto de morado
bajo sus pintas punks, teníamos sexo
las tardes que no estaban sus papás.
Yo entonces no tenía muchas amigas
con quiénes chismear sobre los novios.
La primera ruptura, Rodrigo renegó:
sin que me diera cuenta, se había enamorado.
¿Sería que me había vuelto insolente
por ser una joven de provincia
que ya se sabía mover en metrobús?
Su insistencia me hizo ratificarlo
pero siempre terminábamos de nuevo
por esos perros tontos de la insatisfacción.
¡Perdón, Rodrigo! Novio punk, no me condenes
cuando escuches a La Polla Records
cuando te reclines en tu silla Acapulco,
cuando salgas por la Roma a pedalear,
recuérdame como la poblana que te quiso
a pesar de sus prejuicios y recatos.
Transmútase mi alma… (Un fantasma)
Hay un fantasma en el ropero de mi cuarto.
Se escondió detrás de los abrigos de invierno,
los uniformes usados
y los vestidos de gala que solo usé en una fiesta.
El fantasma de mi casa se sienta conmigo a comer,
tiene una cara triste
y mide un metro ochenta de pies a cabeza;
me espera afuera del baño mientras me lavo el cabello
y cuando salgo hace soplar una brisa fría.
No le gusta estar solo,
cree que si pienso mucho en él volverá a la vida,
el pobre aún no se acostumbra a estar muerto.
Me ve con ojos de cachorro
y me pide abrazos cuando llego a casa;
lo arropo como a alguien a quien amé mucho
y le hago un espacio en la cama.
No tengo memoria de su rostro despejado
o cómo se movía y hablaba cuando aún no era fantasma.
Ave libertaria
Proemio
Yo que canté con otros corazones
en fuga de vida, cada poemática;
alzo hoy la voz a la mitad del viaje,
vibrando luz, con mis labios partidos,
alzando la cara tiznada al cielo
para rasgarle el velo a la justicia.
Andaré por las estepas civiles
con ojos ligeros, pies tarahumaras,
sin la grácil devoción de aquel poeta
que amaba el rayo glauco y tridentino.
Diré que la nación brota o retumba
en craneal Patria y Matria serpentina.
Ave afilada en el silbido claro
que alcanza los cuchillos matinales
con que Dios cortó la arena que puntea
los mares. Un remo para escribir
en medio de la hoja en blanco: resisten
cuentas del rosario desvencijado.
Primer acto
Patria, tierra arrasada, el maizal humea
y en las minas manos rumian pedruscos,
pero en los cielos el ave avizora
cada coto, los coágulos, la lumbre.
Nadie escrituró con el licenciado
el ejido y el diablo chupó sus errores.
En la Ciudad, el aire se gusanea
cálido y rancio, mientras que los sueños
tibios de las secres caen en el Metro.
Arriba el Sidral, tacos de cabeza,
y morralla de una noche pandeada.
Patria: tu mutilado territorio
quedó en un gráfico de asustaniños.
Bebe, Patria, bidón de gasolina,
donde se apilaron llantas ponchadas:
pasamontañas, pasaporte, nortes.
Cada péndulo, envoltorio en el puente,
tensa la soga y las curvadas lenguas
en la inmensidad limpia y dentellada.
¿Quién no miró las luces de bengala?
Ellos golpearon la puerta esa noche
y centenares de zapatos mudos
sin par se extraviaron en la neblina.
Patria, hay tanto más por contarte, cuando
cada clamor hirvió los corazones
siendo reducidos, anestesiados,
tras las coladeras y los desagües.
Jóvenes con miedo o coraje, astrosos
con pelambres y barbas pelirrojas,
durmieron en la espesura de la hierba.
El barro seco en las botas, tabaco
y cigarras calmaron las miserias.
¿Dónde limpiaron y cargaron rifles?
En aquella loma hay una cruz de palos
vacía en ardores de la canícula.
Cuando ellos renacieron, fueron libres,
según lo dispuso la eternal flor.
Llagas y ámpulas cedieron al fuego
blanco de un jardín seminal, sin centros.
Al pobre y al ladrón dijeron que sí,
pues en la lengua del amor el sol
se apaga con el sonido de la o.
Bajo el cielo otros se quedaron solos
y guiaron camiones para seguir
al trueno que revienta las antenas.
Otra noche: llegaron y abollaron
los caparazones hasta los huesos.
Trueno del temporal: oigo en los gritos
el crujir de las costillas y dedos,
oigo lo que se fue, lo que aún no miro
ante la hora de verdad y justicia.
Intermedio
NIGROMANTE
Joven rétor: te escucho en el estanque,
único héroe que perforó el silencio.
Atemporalmente, monstruosamente,
dinamitaste en Letrán una logia,
dejando el idioma blanco, arenoso,
sin nada que asir en el ancho mundo:
el derrumbe estrepitoso del techo,
perdido en la historia del auditorio.
Reclama las vísceras de los muertos.
Examina la lenta inmolación
de la noche patria, un ojo lunar,
una moneda abierta y giratoria.
Moneda que al final respira y cae,
un círculo negro, adivinación
con alas pardas de la codorniz.
No creaste ninguna mitología
ni oíste el murmullo de los ídolos;
sí besaste la frente de los reos
y enseñaste las voces “dolo” e “inicuo”.
Autores
Juana Gabriela Nieves
Estado de México, 2001. Es estudiante de Escritura Creativa y Literatura de la Universidad del Claustro de Sor Juana; ganó el tercer lugar del Vigésimo Concurso de Cuento Preuniversitario Juan Rulfo de la Universidad Iberoamericana con el cuento “Viva Cristo Rey”.
Manuel de J. Jiménez
Ciudad de México, 1986. Poeta, ensayista y académico. Compiló, junto con Gerardo Grande, Astronave. Panorámica de poesía mexicana (1985-1993) (UNAM-UANL, 2013). Sus libros más recientes son Savant (Sol Negro, 2019) e Interpretación celeste (Litost, 2019).
Valeria List
Puebla, Puebla, 1990. Poeta y traductora. Estudia la maestría en Letras Españolas en la UNAM. Trabaja en el Departamento de Publicaciones del IIBI-UNAM. Es cofundadora de la agencia de servicios editoriales Ahuehuete. Escribe en huellademyo.wordpress.com.
Maricela Guerrero
Ciudad de México, 1977. Ha estudiado, escrito y trabajado en distintas instituciones públicas. Es autora, entre otros títulos, de Desde las ramas una guacamaya (2006), Se llaman nebulosas (2010) y El sueño de toda célula (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2018). Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.