Traducción de Roberto Bernal.
En el otoño del año 1945, después de leer Parole de Antonia Pozzi, el poeta Eugenio Montale escribió la siguiente nota, que más tarde, el 1° de diciembre de ese mismo año, fue publicada en el periódico Mondo de Florencia, Italia. (N. del T.)
Siempre, cuando se leen versos oscuros o intrincados, y más en los años en que el manierismo y la afectación parecen adular toda expresión directa, tenemos y guardamos este deseo, esta ilusión: que surja un poeta de otra naturaleza, no importa si es hombre o mujer, que nos lleve a la verdad, a la naturalidad, al estilo que no parece estilo y no se siente como tal. Y siempre, cada vez que el Mesías se presentó, ya fuera macho o hembra, la gente enterada aplaudió y se olvidó de él, gritó viva y oyó el vacío en sus páginas. ¿Continuará de esa manera? Así sería, inevitablemente, en el caso de Antonia, si hiciéramos solo un contrapeso a la otra poesía de hoy, más pretenciosa, más encadenada, más dura; si quisiéramos aislarla del cuadro de las búsquedas de hoy para convertirla en un suceso decisivo, realmente feliz, acerca de un período claramente experimental que la ha preparado y hecho posible. Entonces se repetiría una vez más el error que está en la base de tantas gaffes memorables de las críticas contemporáneas: el error de intercambiar el agua del grifo por alcohol destilado. Quizá solo la desatención debida a la guerra y la muerte prematura han salvado a Antonia de convertirse en la poeta del corazón de tanta gente buena que dice no, siempre no y exclusivamente no a la aparición de toda voz nueva. Por lo tanto, ayudamos a la feliz-infeliz suerte de Antonia diciendo que ni siquiera en ella se realiza el trabajo de una verdadera poesía de penetración y estilo, y que si su libro se lee con una fluidez que no tienen otros, esto sucede porque las fracturas y las resistencias del artista son disimuladas por la relativa unidimensionalidad de su búsqueda y no por la ausencia de control y de todo escrúpulo crítico. Hay dos maneras de entender este libro: se puede leer como el diario de un alma y se puede leer como un libro de poesía. Y si nos inclinamos por lo segundo, veremos que Antonia deja de ser fácil y predecible, y adquiere el derecho a ser juzgada en segunda instancia, como la poesía de siempre. No proponemos de ningún modo una antología de su trabajo, quizás interna, mental, que aísla pocos versos elegidos aquí y allá, y trozos del corazón vertidos en los puntos suspensivos que indican el final del “fragmento”; no pidamos que se reconduzca a la estética de la lírica intermitente, fulgurante, que no es la suya; solo pedimos —porque también en ella es visible la cercanía y el deseo de avanzar con la lírica de sus contemporáneos— que la no-poesía y la elocuencia de Antonia sea considerada como la imborrable matriz de un arte fundamental que fue destruido en el umbral de su desarrollo. Probablemente Antonia nunca habría incursionado en la oscuridad y los peligros de la poesía pura; pero se advierte que en ella está el deseo de reducir al mínimo el peso de las palabras, y que ese deseo la sitúa ya al margen de la gratuidad genérica femenina, que es el deseo de tantos críticos masculinos. Alma de excepcional pureza y sensibilidad, que no pudo soportar el peso de la vida, Antonia Pozzi requiere una lectura que haga vivir en nosotros los progresos que ella sostenía y que no expresaba sino en porciones; y si su diario nos ayuda a penetrar en aquella alma, ninguna reducción, que aísle versos y destellos de poesía, nos dará una imagen parcial, diminutiva de ella. Técnicamente su lírica deriva del verslibrisme de principios de siglo y de ciertas lecturas de Ungaretti: voz ligera, muy necesitada de apoyos, que tiende a quemar las sílabas en el espacio blanco de la página; pero es compleja, y solo la ligereza del sonido hace que con cierta dificultad se descubra el hipérbaton y las repeticiones. Una uniformidad aérea era su límite más evidente: la pureza del sonido y la claridad de la imagen, sus dones naturales.
Hoy que los versos de Antonia, enriquecidos con un tono novedoso y que en conjunto se desprenden de cualquier cosa superflua, salen en la colección “Specchio” de Mondadori, no me queda más que alegrarme con el editor, y un poco conmigo por el acto de fe que permitió incluir el libro en una colección de obras poéticas verdaderamente significativas de nuestro tiempo. Impreso aparte, relegado de la colección (e incluso con el escrúpulo y la dignidad que le convenía), el diario de Antonia corría el riesgo de exponerse como un caso curioso, una singularidad, una excepción: el cuaderno de un alma entregada al recuerdo de quien la conoció, y no la voz de un poeta que puede esperar el juicio del futuro. Su creciente éxito podía parecer fundado en un equívoco, en uno de esos malentendidos que surgen a menudo en aquel demi-monde pseudocultural donde se sigue creyendo que los buenos sentimientos producen, infaliblemente, la buena literatura.
Antonia Pozzi merece ser liberada de este equívoco, merece salir del limbo entre lo polémico y lo mundano, en el que encuentra fáciles consensos cierta “contracorriente” de la poesía actual. Necesita que se hable de ella de una manera directa y no por caminos cruzados, con el propósito de denigrar otras formas de arte, o simplemente otras búsquedas.
Puede ser que un día, al examen del análisis formal, la guirnalda de Antonia pueda marchitarse en alguna hoja, en algún pétalo; pero seguramente no se perderá la evidencia de la imagen de ella, el centro, el “fuego” que sus poesías componen en el alma del lector.
No son frecuentes los poemarios (aunque vivos y fuertes en algunos aspectos) que den el entero retrato de una “persona”. Antonia Pozzi, que, en vísperas de la madurez artística, veía los peligros de una poesía del arrebato, hecha únicamente de confidencias, sol y erupciones, comenzó por este camino y con ser mujer le bastó para describirse sin perder el control de sí misma. El sentido crítico, que ella poseía en medida rara y que la llevaba a experiencias y a esfuerzos más penetrantes, la sostuvo también en sus experimentos de adolescente, que le permitieron tocar un punto, un solo punto de expresión, de autenticidad, que debió significar, además de todo, incluso para ella, un nuevo comienzo.
A esa “partida” feliz, que en su caso también fue un “arribo”, le queda confiar que Antonia será reconocida. ¿Es poco? ¿Es mucho? Confieso mi incompetencia para juzgar. Que lo digan aquellos para quienes (en poesía) palabras como estas todavía tienen un significado.
Acostarme
Ahora la suave aniquilación
de nadar bocarriba,
con el sol en la cara
y la mente penetrada de rojo
a través de los párpados cerrados.
Esta noche, sobre la cama, en la misma postura,
la ilusión cándida
de beber,
con las pupilas dilatadas,
el alma blanca de la noche.
Giacere
Ora l’annientamento blando
di nuotare riversa,
col sole in viso
– il cervello penetrato di rosso
traverso le palpebre chiuse –.
Stasera, sopra il letto, nella stessa postura,
il candore trasognato
di bere,
con le pupille larghe,
l’anima bianca della notte.
Sueño en el bosque
Dormiré
bajo un abeto
todo un día
y a lo lejos veré el último cielo
al fondo de las ramas
entramadas.
Por la noche
un ciervo
aparecerá entre los matorrales
dibujando
pequeñas huellas
en la nieve
y al alba
los pájaros
enloquecidos
llenarán de cantos el viento.
Yo
bajo el abeto
en paz
como una cosa de la tierra
como un mechón del brezo
quemado por el frío.
Sogno nel bosco
Sotto un abete
per tutto un giorno
dormire
e l’ultimo cielo veduto
sia in fondo all’intrico dei rami
lontano.
A sera
un capriolo
sbucando dal folto
disegni
di piccole orme
la neve
e all’alba
gli uccelli
impazziti
infiorino di canti il vento.
Io
sotto l’abete
in pace
come una cosa della terra,
come un ciuffo di eriche
arso dal gelo.
Pudor
Si alguna de mis pobres palabras
te gusta
y me lo dices
aunque sea solo con los ojos
yo me abro
en una sonrisa santa
pero tiemblo
como una madre pequeña y joven
que aún se sonroja
cuando un transeúnte le dice
que su bebé es hermoso.
Pudore
Se qualcuna delle mie povere parole
ti piace
e tu me lo dici
sia pur solo con gli occhi
io mi spalanco
in un riso beato
ma tremo
come una mamma piccola giovane
che perfino arrossisce
se un passante le dice
che il suo bambino è bello.
Pausa
Me pareció que este día
sin ti
sería intranquilo,
oscuro. En cambio, está colmado
de una extraña dulzura, que se ensancha
a través de las horas,
quizá como la tierra
después de un aguacero,
que se queda sola —en el silencio— a beber
agua caída
y que poco a poco,
en el fondo de las venas, siente que fue
impregnada.
La alegría que ayer fue angustia,
tempestad,
ahora retorna con breves
tonos al corazón,
como un mar calmado:
el apacible sol reapareció brillante,
como un noble regalo,
también en las conchas que las olas
dejaron en la orilla.
Pausa
Mi pareva che questa giornata
senza te
dovesse essere inquieta,
oscura.
Invece è colma
di una strana dolcezza, che s’allarga
attraverso le ore –
forse com’è la terra
dopo uno scroscio,
che resta sola nel silenzio a bersi
l’acqua caduta
e a poco a poco
nelle più fonde vene se ne sente
penetrata.
La gioia che ieri fu angoscia,
tempesta –
ora ritorna a brevi
tonfi sul cuore,
come un mare placato:
al mite sole riapparso brillano,
candidi doni,
le conchiglie che l’onda
lasciò sul lido.
Confiar
Tengo mucha fe en ti. Me parece
que podría esperar tu voz en silencio
por siglos de oscuridad.
Como el sol,
tú sabes todos los secretos:
podrías hacer florecer
los geranios y los azahares salvajes
al fondo de las canteras
de roca y las prisiones
legendarias.
Tengo mucha fe en ti. Estoy quieta
como el árabe envuelto
en un manto blanco
que escucha a Dios cultivar
la cebada alrededor de su casa.
Confidare
Ho tanta fede in te. Mi sembra
che saprei aspettare la tua voce
in silenzio, per secoli
di oscurità.
Tu sai tutti i segreti,
come il sole:
potresti far fiorire
i gerani e la zàgara selvaggia
sul fondo delle cave
di pietra, delle prigioni
leggendarie.
Ho tanta fede in te. Son quieta
come l’arabo avvolto
nel barracano bianco,
che ascolta Dio maturargli
l’orzo intorno alla casa.
Fuegos de S. Antonio
Siento arder mi nombre en las llamas
de la tarde a la orilla
de una costa oscura,
y a lo largo del puerto estallan hogueras
de cosas antiguas,
de algas y de barcos
naufragados.
Y en mí ya nada puede arder;
sin embargo, en cada hora de mi vida,
aún —con el peso indestructible
del presente—
el corazón apagado de la noche
me persigue.
Fuochi di S. Antonio
Fiamme nella sera del mio nome
sento ardere in riva
a un mare oscuro –
e lungo i porti divampare roghi
di vecchie cose,
d’alghe e di barche
naufragate.
E in me nulla che possa
esser arso,
ma ogni ora di mia vita
ancora – con il suo peso indistruttibile
presente –
nel cuore spento della notte
mi segue.
En tierras del viento
los perros ladran
sobre sueños de rebaños a la intemperie.
Ahora, sobre mi mano,
respira lenta
―cansada―
tu ternura solitaria.
8 de octubre de 1936
In campagne di vento
urlano i cani
sul sonno delle mandrie all’addiaccio.
Or sulle mani
mi respiri tu
solitudine
lenta fatica d’amore.
8 ottobre 1936
Último crepúsculo
El agua juega con los arrecifes
babeando
como un caballo sudado.
Dos embarcaciones vuelven
con las velas flojas.
Sola en el trampolín,
con mis desvaríos importunos,
alardeo en lo gris
mi camisa rosa:
pero el alma —adentro—
palidece
como la carne blanda
de un niño ahogado.
Ultimo crepuscolo
L’acqua gioca con gli scogli
sbavando
come un cavallo sudato
– due paranze ritornano
con le vele flosce –
Sola sul trampolino,
coi miei vaneggiamenti importuni,
ostento nel grigio
la mia maglia scarlatta:
ma – dentro – l’anima
illividisce
come la carne molle
di un bambino annegato.
Solitaria
Si bien el aroma de las flores nuevas te dio
el deseo de calor humano
y el atardecer que todavía no dibuja la noche
te empujó
por rutas lejanas
de la tierra
hacia los límites apagados del cielo
para buscar en vano quien pudiera
prometerte durante esta hora seguir
cerca de tu alma
también es cierto que nadie
más entrará en tu corazón
inaccesible
y que solo está
condenado a los gritos
de sus
golondrinas.
Solitudine
Benché l’odore delle foglie nuove ti desti
ad una voglia di umano sole
ed il tramonto non trascolorato ancora in sera
ti spinga
per vie di terra –
remote
le soglie spente del cielo –
tu cerchi invano chi possa
in quest’ora per un tuo voto giungere
presso il tuo cuore –
vero è che nessuno
più giunge presso il tuo cuore
inaccessibile –
ch’esso è fatto solo –
dannato ai gridi
delle sue rondini –
Autor
Antonia Pozzi
/ Milán, Italia, 1912-1938. Poeta. Estudió literatura en la Universidad de Milán, donde trabó amistad con varios poetas de su generación. Escribió un diario, múltiples cartas y más de 300 poemas, además de tomar fotografías, antes de suicidarse a la edad de 26 años. Su obra fue publicada de manera póstuma.