Sin pócima que nos sane, el bisonte de Altamira devana su cerebro un siete de diciembre de hace treinta y ocho mil cuatrocientos veinte años. En su certeza que nunca amplifica, las huellas de sus pintores reclaman auxilio. Formas de una oración rupestre por cansina, por todas las variaciones que experimentó con rezos, saltos y más rezos durante el gran minuto vegetal que fue la prehistoria. Nevadas, lluvias, sequías… Columnas que fortifican y albergan como un paradero cualquiera. Lluvias, nevadas, sequías y este horizonte de lodo. Su mirar informa de que nunca habrá vitrinas bastantes para la exhibición de este letargo o el tiempo. La liturgia se cancela con la muerte. Otros vendrán con sus cumbres. Varicela del ansia. Otros reharán de nuevo el sacrificio.
Habito en la circunscripción del miedo. No se puede pedir más a esta suma de átomos desparramados: una aguja y su desquite, otra llamada a la puerta, el ímpetu del médico en su currículum.
Bastaría con retroceder hasta cuándo, llegar al dónde en que comenzó todo y saltar, serenamente, con la firmeza del pájaro en extinción.
¿El disfraz de la salud o días de morfina en hospitales? La médico no responde a esa imagen primera o brecha azul que me persigue. Aquí los pañales son idénticos para los recién nacidos que para los próximos a morir. Comisuras de hielo, mecano donde abrigamos la esperanza de hacer entender, como el cachorro a la madre, este pogromo enérgico y sin dioses. A lo sumo las sílabas del daño, la queja consentida o territorio tedioso de orugas ascendentes… No quieras confesarte, no cedas sin más a este dolor que se diluye, origina y vocea su burbuja encendida. Tampoco el Arca de Noé quiso saber del mar…
La voltereta final, sí, la que ahoga en un charco indefinido. Las neuronas a modo de electroshock para despedirse de la llanura que parece entonces la vida. Anota antes de darle el rumbo de tus posesiones o la verdad del estiércol. Anota que te sangra la boca con la palabra “muerte” aunque te asusta más una longevidad enferma. Entre el “do” y el “sí” no hay detención posible. A decir verdad, el “re” es la utopía de los que un día quisimos remar.
He tenido que llegar hasta aquí para entender la sumisión jovial de tanta despedida.
* Estos poemas pertenecen a Sacrificio (Bartleby Ediciones, 2021).
Autor
Marta Agudo Ramírez
/ Madrid, España, 1971. Es doctora en Filología Hispánica. Ha publicado los libros de poemas Fragmento (Celya, 2004), 28010 (Calambur, 2011), Historial (Calambur, 2017) y Sacrificio (Bartleby, 2021). Coeditó la antología Campo abierto. Antología del poema en prosa en España (1990-2005) (DVD Ediciones, 2005). En 2010 su estudio sobre la estancia de José Ángel Valente en Madrid se incluyó en el volumen Valente vital (Universidad de Santiago de Compostela), y en 2014 vio la luz su traducción del catalán al castellano del poemario Tot és ara i res (Trea), de Joan Vinyoli.