Ulber Sánchez Ascencio, Oscura sal, Nueva York Poetry Press, col. Tránsito de Fuego, 2022, 112 pp.

Pierde el alma su sal, su levadura,
en concéntricos ecos sumergida,
en sus cenizas anegada, oscura.
Octavio Paz
Parto del título Oscura sal, el libro más reciente del poeta guerrerense Ulber Sánchez Ascencio (Tepetixtla, Guerrero, México, 1978), igual que se parte de la casa hacia algún destino incierto o como un relámpago que nace entre las nubes y va dejando en el camino una estela de sombra y de luz. Cuando leí el libro por primera vez me generó cierto destello, no sé si por la palabra “sal”, por la oscuridad contenida o por lo paradójico que resulta el nombre completo. Quizá fue el cambio semántico que el autor imprime al combinar los términos, donse busca y encuentra la esencia íntima y trascendente del título, representado metafóricamente por la sal y el adjetivo femenino “oscura”.
Dice Plinio: “Nada es más útil que la sal y el sol”. Si bien la sal es incolora, la sal que recuerdo de niño tenía un color rosado o blanquecino. Mi madre nos llevó algunas ocasiones a una comunidad de la Costa Chica que en el arco de acceso dice: “Bienvenidos: Ojo de Agua, Las Salinas, Guerrero”. Menciono el dato porque aquí vive mi familia materna pero, sobre todo, porque la infancia me viene a la memoria. La sal que vi (que olí, toqué y comí) en este lugar brillaba hasta de noche. Escribo sobre esta experiencia con la intención de que el lector, al igual que yo, ascienda y descienda en este mar afable que mora en las páginas del libro, y cuyos versos servirán de balsa y remo para anclar en el muelle de algún poema.
Es cierto que en la poesía, como en otros géneros o disciplinas artísticas, el título no necesariamente refleja el contenido. En este caso sí están tejidos uno con otro como la red en las manos del pescador. El poeta bebió agua de mar para dejarnos restos de ese naufragio: afinidades, gratitudes, dolores, libros atesorados. La voz lírica es consciente de los personajes que desembocan en torno a ella: el padre, la madre, el hijo, los ahogados, los migrantes. Cada uno influye en su fondo y forma, y muta en el poeta a lo largo del libro.
Regreso a la primera vez que abrí Oscura sal. Estaba frente al mar, ese monstruo que todo el tiempo parece que amenaza con levantarse de su cama de piedra, ahí donde reposa desde antes que asomara el ser humano. Pienso en el niño que se acerca a la playa con incertidumbre, en la mujer que sube a una lancha para arrojarse al agua una y otra vez, como quizá yo me arrojé a este libro en cuyas venas fluye el mar y su constante transformación.
marcharse de nuevo.
Poemas de versos cortos, cadenciosos, prosa concisa y tratada con soltura. Poemas que abrigan al cambiar de página, con sensaciones térmicas y cálidas a la vez. Un libro que incorpora a la unidad e intimidad de su voz las voces de los demás, esos otros a quienes el poeta ha leído e imaginado desde la vida propia y la hoja en blanco. Por una parte, el poeta nombra la sal desde la memoria; por otra, deja que el lector camine y mire hacia atrás con la curiosidad de Edith, la mujer de Lot convertida en estatua de sal.
Más allá de la curiosidad, el poeta tiene como herramienta la generosidad de los buenos pescadores al momento de repartir la pesca, es decir, al momento de pescar cada palabra y ajustarla de manera que el lector encuentre en la orfandad, la migración y la madre, una fuente inagotable del libro. De esta forma el poema es una fuerza que trastoca la vida y la muerte sin miedo a evitarla, no por soberbia o pretensión sino porque está consciente de su facultad para evocar la muerte. ¿Será ésta la muerte la única forma real de migrar?
mañana. El domingo sigue su camino en la memoria. Las
preguntas de mi hijo marchan a mi corazón. Afuera, cerca
del jardín, crecen más preguntas.
El libro está dividido en tres partes: “Luz paterna”, “Razones del migrante” y “Oscura sal”; cada una de ellas está compuesta por veinte poemas. En la primera sección, el poeta recrea un diálogo íntimo con el padre; se trata de una conversación horizontal en el presente pero que sucumbe en la infancia, desde la que el yo poético señala a su interlocutor.
No se escribe para regresar al padre que nos abandona sin dar ninguna explicaciones, ni para desterrarlo de nuestra vida porque hubiese sido mejor que nunca se quedara en casa. No es a través de la poesía que regresamos a la infancia sino que, a través de la conciencia de un adulto, la poesía nos pone en ese puente donde la vida y la muerte se encuentran ante nuestros ojos.
hombre extraviado en una ventisca de relámpagos,
luz paterna que teme a la belleza del olvido.
Hay padres que se ahogan de tanto migrar y que sólo regresan para perturbar el corazón de sus hijos; padres ahogados en alcohol y padres que aparecen carcomidos por aves o peces carroñeros, con la ropa raída en la orilla de alguna playa. Quizás el personaje del padre sea para el poeta un migrante que se fue, no para convertirse en mejor padre sino en esclavo de su tiempo.
Sin embargo, el agua cubría tu soberbia.
Padre:
eres dios de sal y de rocas.
En vida fuiste el borracho del puerto.
El diálogo cambia en “Razones del migrante”, la segunda sección. Ahora es el padre quien asume la voz. El poeta traza un vaivén religioso y mitológico en el poema a través de su experiencia cotidiana y de su reflexión metalingüística. El libro no transcurre durante la noche sino a la luz del día. La oscuridad es una metáfora del alma en conflicto consigo misma. Se advierte un panorama de símbolos oscuros que nos recuerdan el mundo onírico y el tono melancólico.
oscuridad es un invento en mis párpados. Quisiera que no
hubiera explicaciones. La tarde es el vuelo de las aves que
se marchan para no volver. La última vez que supe de
ustedes fue por la muerte del pez, en la quietud de sus ojos
brotaban ángeles ebrios. Toda nostalgia es un pez en su
morada de mar, todo pez migra para no volver.
“Oscura sal”, última y homónima parte del libro, se centra en la madre y su complicidad con el poeta; cuenta las cosas que ambos creían perdidas o, al menos, olvidadas. Ulber Sánchez Ascencio se somete a la reflexión para afrontar el desamparo y la enfermedad de la madre protectora, el carcinoma contra el que ella lucha. Los poemas, sin más arropamiento que unos corchetes, mezclan el pasado y el presente a través de marcas en un calendario personal.
Día 3 / Recordando
[El árbol de nísperos crece como los sueños de mi hijo. El
níspero es la edad del padre que fija la anchura del mundo.
Aquí, lo siento sombra, dolor de púas, tangible y gradual.]
Autor
Antonio Salinas
/ Acapulco, Guerrero, 1977. Poeta, narrador y promotor de la lectura. Cursó la Maestría en Ciencias de la Educación y actualmente es maestro de educación básica. Es autor de los libros de poesía Serial (2011) y La canción de los ahogados (Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2016).