¿Qué hacer con ese cuerpo que te arrincona?
| Inéditos
IV
Le quitaron dos quistes a Mireya
unas pequeñas bolitas se mueven en sus senos
recorren la piel
la grasa
si fueran canicas serían “agüitas”
—yo las coleccionaba de niña
las prefería blancas y azul turquesa—
el doctor ha dicho que es necesaria la biopsia
—lo más seguro benignos—
de todos modos da miedo
la mamá de Rosa murió de cáncer cuando teníamos once
Rosa era blanca y olía a leche
alta y de pelo crespo
ese año repitió grado
no volvimos a ser amigas
los días de escuela transcurrían iguales
rezábamos a oscuras y en silencio
yo no rezaba
pedí a Dios que me hablara
jamás lo hizo
pero sentía calor
—sudaba—
Menstrué a los once
—mientras la madre de Rosa moría—
ensuciaba la falda
y Marimar descubría con vergüenza
la mancha roja en la silla
ella nunca fue mi amiga
pero sabíamos de toallas femeninas
a los dieciséis: cirugía ambulatoria
—valium de diez miligramos
anestesia local
potente luz en el quirófano—
Veo a Mireya un poco pálida
aún no tiene hijos
yo sí
—la amamanté hasta el año—
ahora tiene seis
—casi siete—
Mireya bromea con sus senos
distintos
dolidos
—uno de vedette
otro de top model—
también me río
me recuerda a los hospitales
por sus exploraciones y medicinas
—padece migraña
mami la mima
le gustan los perros
las bolsas de marca
los novios con beemedobleú—
ahora está frágil
es franca
igual que yo después de la ooforectomía
la salpingectomía
la miomectomía
la próxima vez que corten mi cuerpo pediré una abdominoplastía
—aprovecharé la anestesia
las horas de quirófano
las noches y el desayuno—
dos meses de recuperación y luciré unos jeans ajustaditos
Hace seis meses
Maggy murió de cáncer
—era tres años mayor que yo
y nunca tuvo hijos—
VII
A los quince me hice un vestido turquesa
probé las zapatillas negras y altas
salí a pasear
paseaba por las habitaciones de mi casa
subía y bajaba escaleras
jugaba golpeando los tacones
pintaba y despintaba mis uñas
alargaba mis pestañas con maybelline
cada tanto asomaba a la ventana
ansiosa esperaba el caribe blanco
como toro bufaban sus escapes
retumbaba en la radio Styx
entonces corría
abría la puerta
inventaba una tarde ocupada:
—tareas en casa
la escuela—
pero él sabía que lo esperaba
miraba astuto el exceso de rojo
las uñas recién pintadas
las altas zapatillas
y yo de azul
—turquesa—
abría mi sexo involuntariamente
ofrecía una taza de café
a esa edad los hombres no tienen nombre
se llaman lindo o flaco
y te persiguen por los rincones de la cocina
tras el refrigerador
para arrancarte un beso y una caricia
subirte el vestido
explorar lo que hay entre tus piernas
¿qué hacer con ese cuerpo que te arrincona?
escurrirse entre sus brazos y evadir sus caricias
bajar pronto el vestido
invitarle un café
la casa está sola
Carmen frente al televisor,
al fondo el sonsonete de un melodrama emboba a la sirvienta
le arranca lágrimas y suspiros
esos que a mí me roban entre sartén y cafetera
hay tiempo entonces para tomarse de la mano
decir cien veces te amo
y comenzar de nuevo las caricias
ser invadida
acorralada entre mesa y silla
el mueble clavado a las costillas
mi cuerpo de contorsionista
—esto es un circo—
arriba del trapecio
—la cuerda floja—
o en la plaza de toros
—recibo una estocada—
En la televisión gritan a una buena mujer
Carmen odia a la amante rubia de un hombre millonario
se inyecta los ojos de románticas historias
se le hace miel el deseo
su sexo es dulce y mojigato
detengo mis quejidos
siento dolor en la espalda
placer en todo el cuerpo
las manos que lo estrujan
un cuerpo que deja de ser mío
y otro que se funde en mí
Carmen lejana
llora la emoción de la primera vez de la protagonista
se cree los cuentos de cenicientas
y tolera los anuncios para amas de casa
conmigo sucede distinto:
he teñido de rojo el azul turquesa
pongo algo de música
—Babe I’m leavin’
I must be on my way
the time is drawing near—
tallo la sangre hasta que desaparece
empiezo a conocer de limpiadores y escobillas
de manchas difíciles y hogares impecables
—le invito a mi chico un café—
VIII
Mi mejor trabajo ovárico duerme a sus veinte años,
más allá de mediodía.
La veo recostada, respirar lento, soñar. En algo sueña.
Mientras la miro pienso en los cuatrocientos noventa óvulos
que arrojaron mis ovarios durante cuarenta años.
Me quedan pocos, o ninguno:
hace unos meses una perla enrojecida se reventó a la entrada,
tiñendo de manera casi imperceptible mi ropa interior.
Mi último óvulo cayó en silencio, vencido.
Después de ese tiempo, pienso en la delicia de ser madre,
en la magia de ser cuna y alimento.
Me paro frente al espejo a manera de despedida,
lo que sucede en apariencia es un trayecto sin descanso:
tantos años el tejido del vientre hinchándose de posibilidades,
mientras mis extremidades se mueven de forma rutinaria.
Ahora que tengo los ojos al fin quietos,
la respiración en paz para mirarme desnuda,
comprendo que el deseo es distinto y la soledad elegida.
Sabes que en mi cuerpo tañe el placer muy dentro,
que hace primavera en un bosque imaginario,
y aunque veas flores y diversos insectos
revolotear los eucaliptos,
no podré ser madre de ningún hijo tuyo.
* Poemas pertenecientes al libro póstumo La próxima vez que corten mi cuerpo, publicado por Los Libros del Perro en 2023.
En la amplitud del campo
una flecha atraviesa al zorro
que llevo pegado al pecho
el corazón se abre
y una flor púrpura se derrama
sigo su cauce
sobre el vientre
a lo largo de mis muslos
la muerte del zorro se desliza:
un pájaro vuela a la altura de mis ojos
Un pájaro vuela a la altura de mis ojos
rasga el aire
me canta en el esternón
lírico me sangra
guardé en el corazón la astucia de la bestia
su olfato
sus incisivos
no tengo voz para hablarle:
el amor me entorpece
* Poemas pertenecientes al libro inédito Una lengua oscura y solitaria.

Cristina Guillermo / Ciudad de México, 1970. Poeta y narradora. Estudió la Licenciatura en Literatura Latinoamericana y la Maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, así como un Certificado de Posgrado en Educación por la Universidad de Buckingham (Reino Unido). Profesora de Lengua, Literatura y Análisis del Discurso a nivel Bachillerato y Licenciatura. Es autora de Zigo come cartas de amor (2017, con ilustraciones de Adriana Carrera), La inevitable Carmina (2017), La trama del mármol (2022), La próxima vez que corten mi cuerpo (2023) y El mundo circular de Marina (en prensa, ilustrado por Diniz Conefrey).