A Carlitos lo encontramos un día después:
mi tía y yo en Facebook:
una foto y otra en nuestros ojos
una página
”Lo real de Guerrero”:
ropa ensangrentada,
rostros lastimados,
narcomantas,
hasta dar con la foto que no esperábamos:
unos ojos cerrados a la fuerza.
Mamá Lili corrió al Semefo.
Los pies y las manos temblando.
El grito naciendo en mi garganta.
El peso del cuerpo doblándome las piernas.
El teléfono sonó
para decir:
mamá Lili lo encontró.
A mamá Lili los ojos se le nublaron:
no pudo reconocer el cuerpo de su hijo
su desnudez expuesta
en esa mesa de metal
con el rostro ennegrecido,
deformado a golpes,
las muñecas marcadas por cinta de aislar gris,
la nariz desplazada de su lugar,
los brazos vueltos hacia atrás,
los párpados pegados por sangre seca,
la boca tatuada de asfalto,
unas piernas flacas con sangre hecha costra,
los dos costales de papas y
la narcomanta dedicada a El Balta.
Lo siguiente fue llamar a la familia y decir que Carlitos no estaba.
O que estaba pero no vivo.
Mamá Lili pidió un traje que le quedara
(las medidas del niño no eran las mismas).
Un relámpago recorrió mi columna:
la camilla cruzaba el Semefo para llevar aquel cuerpo a una funeraria.
Mi familia y yo peregrinamos a distintas partes:
Mamá visitó a Mamá Mari para decirle que su nieto no volvería,
que tendría que poner otras velas en el altar
cantar otros rezos para que el alma del niño descansara,
pero Mamá Mari cuestionó a Dios dónde estaba el 5 de noviembre.
Mamá Lili y yo caminamos a la funeraria.
Entramos a la sala de espera y seis sillas de metal esperaban nuestro luto.
Apenas mencionamos el acta de defunción,
mandar un comunicado de prensa;
suplicar la no réplica de las fotos,
llamar a los hermanos y contar.
Autor
Azul Ramos
/ Acapulco, Guerrero, 1993. Es poeta. Ha participado en diversos eventos y festivales literarios nacionales e internacionales. En 2018 obtuvo la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Entre sus premios más recientes resaltan el Premio Estatal de Poesía Joven en Guerrero (2019) y el Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo (2020).