Sus botas rojas
Cuando el deseo te lleva con sus botas rojas
no ves calzada a la muerte
Cuando ríes y danzas en todas las esquinas
no aceptas que la muerte es tu pareja
Tu muerte anticipa o retrasa la hora de las correspondencias
es una zapatera que martilla
entre los destellos de los cueros sangrientos
te rodea con su cuerpo
te sopla en el oído
Las botas son tu reloj corporal espiritual
tu santa o santo en éxtasis
tu belle dame sans merci
de suaves vellos que recorres con tu lengua
Tus botas son rengas son púberes
son ancianas
de ojos concupiscentes
de dos pies
de muchos pies
que solo aprendieron a seguirte
Sanatorio Berghof
Huesosas flores en un hotel-sanatorio
Huesosos fantasmas de hielo y nieve
que actúan como fijador en la cámara de revelado
necesito preguntarles:
¿existe perfección en las radiografías?
¿hay una estética en sus láminas de acetato?
¿prueban acaso la enfermedad o la salud?
¿se apaciguan con el silbido de aire
que huye por un neumotórax?
En esta altura sin paisajes floto con mi pijama
y le envío mensajes de amor a Madame Curie
pulso señales de iridio cobalto cecio
me acerco a su laboratorio como si se tratara
de un lugar de peregrinaje.
(Las manos en la cintura
saca el pecho
que parezca una mágica montaña
retén el aire
y espera una adivinación
un diagnóstico:
no soy una figura irrepresentable
no soy una renuncia
no soy una descarnada silueta
en todos los tonos del gris
que ve pasar las horas en una tumbona)
La intensidad de un haz de rayos X
es un hálito que converge
que diverge
que se entrega a la ilusión de un plazo más de vida.
Huesosa esperanza que me lleva a leer La montaña mágica otra vez
Soy Hans Castorp
Mía es la estética del tiempo
y el tiempo es una intromisión de la blancura.
(¿Dónde nos ha transportado
el aire de la distancia?)
Busco en las 1002 páginas del ejemplar que poseo
una frase decisiva que merezca un punto final.
La tapa blanca del volumen está manchada
de nubes que parecen pulmones.
Siesta veneciana
He almorzado un pulpo pequeño a la parrilla con un punto de ajo y aceite de oliva. Sentí que se estremecían mis dientes, que estallaba mi lengua en azotes. Los pulpos son galaxias errantes de células nerviosas, razonan, envidian, pueden sumergirse en océanos melancólicos. De noche edifican catedrales extraterrestres y ejecutan la música del órgano con sus tentáculos.
Si te asomas al espejo ves la pared del mar llena de pulpos que quieren arrastrarte a las profundidades. Si te cubres con la sábana brotan como flores sus octópicas ventosas. Si después de tu siesta de moro veneciano, lees Otelo, serás uno con el a-moroso asesino que vive en ti.
Ah, Shakespeare
Ah, brazos de pulpo que cortaste
y siguen durante horas su camino
en el mar
Desdemoniacos
custodios del apareamiento
de los amantes moros con la nada.
Cabezas estelares
Campanas
que no confortan
que no perdonan.
Autor
Carlos López Degregori
/ Lima, Perú, 1952. Ha publicado once libros de poesía, entre los que se cuentan Las conversiones (1983), Cielo forzado (1988), Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002) y La espalda es frontera (2016). Sus poemarios forman los capítulos de un único libro titulado Lejos de todas partes (1978–2018), escrito a lo largo de cuarenta años y publicado a finales de 2018.