Anthofílico
Una abeja moribunda da vueltas por el jardín.
Eso fue lo que dije unos segundos antes: aún creo en la gravedad.
Pequeña, rollo de pianola, girando, marcando a tiempo alguna melodía azul.
Tu muerte debe ser como… Espera, llegó un telegrama:
Derogación de especie:
“Abeja obrera #173, ya no eres productiva para la colonia,
quizá debas reconsiderar tu destino. Buena suerte,
confía en tu valor; quise decir, en tu valentía.
Atte: Su Majestad.”
En fin, verte así debe ser como trazar disparos bajo el agua, letargo, nieve o sol.
Un sueño de vuelta al jardín, anthofílico; pecoreo estambres,
buganvilia, hibisco, flor de granada o dicho de otra manera:
una abeja obrera se está muriendo porque aún creo en la gravedad.
No es tan serio desafiar a Newton,
sino hacerlo al pie de un encino donde mi boca se desprende de mí,
aleteando en camadas de tres o cuatro intentos fallidos.
Pero las alas son un ensayo, una proposición absurda;
me hacen entender la belleza errática de los sentidos.
Es común que quienes usan sus pies por última ocasión
puedan trazar formas irregulares tan perfectas.
Los soldados así lo han hecho, también pecorean
moribundos sobre la playa en días de mayo,
y da vueltas la impronta de su agonía sobre la arena.
Un pie ladeado, el codo, archipiélagos, el rostro a bocajarro.
Una ola agita el hierro de la sangre en la garganta:
espuma crispa sobre cadáver.
Seis pies peregrinos suben por las hebras del pasto,
tropieza, herida estándar, protocolaria; cosa sensata es vivir.
La abeja es una caja musical.
Apocalipsis
¿Escuchas la desarmonía?
El golpe del piano como una estampida
bajando la escalera.
¿Oyes o eres líquido sin fluido?
Hay días en que nos golpeamos a nosotros mismos
para amortiguar la frustración,
hay días
donde no hay más éxito que la lluvia.
El bebé llora, busca una extensión
de su hermano escondido en el sótano.
Maletas, humus de girasol, ciclos scholares
y tus palabras
son para los oídos que no leen.
El mundo ha llegado a su fin:
abrazaré a quienes me abrasan,
y Rajmáninov entrará discretamente a mi hogar
para luego derrumbarlo.
¿Escuchas?
Semánticas
Por aquello del espacio, el polvo y el recuerdo
un hogar es una fosa común.
Por aquello de los gritos que atraviesan los pasillos
una casa es un agujero contrario.
Por aquello de la necesidad de tejer un lenguaje
una morada es una criatura limítrofe.
Por aquello que nos circula el tacto entre las mantas sintéticas
y eleva la piel muerta de nuestra carne en la fricción
un domicilio es una cicatriz incipiente.
Por aquello de las cepilladas mentales, el flúor en saliva,
y el semen renegrido sobre el arado invernal
un albergue es un poema de afectos sucedáneos.
Por aquello que nos hiere con su luz
porque expone nuestra sombra
un refugio al aire libre.
Autor
Juan Pablo Tovar Ruiz
/ Ciudad de México, 1989. Estudió Literatura y Creación Literaria en Casa Lamm, donde colaboró como editor de poesía en Lammadame. Fue coordinador editorial en Mirlo Ediciones. Ha publicado en revistas como Salida de Emergencia, Palabrerías, Revista Hispanoamericana de Literatura y Monolito, entre otras.