marzo 2023 / Inéditos

Yo soy una mujer limpia y con plomo

 

Sin papele’
 
“Bolo,
tú nunca quisiste mis callos,
ni mi ombligo después de parir.
Nunca me besaste la pisada.
Le faltaste al respeto a mi sombra.
Bolo, tú nunca me prendiste una vela.

Bolo,
nosotros no somos de arena.
Usted es cemento y lo sabe.
Pegajoso, mal unta’o, atrevido y regueretoso,
y lo sabe,
sabe que si ve moja’o, viene terco y se pega.
Yo soy una mujer limpia y con plomo;
usted y yo
ya no comemos en la misma mesa.

Bolo, tú crees que te llevaste mi nombre,
y te comi’te un cable,
porque solito voló de nuevo a mi pecho y usted,
Bolo del diablo,
no me robó el apellido de mi mai.
Yo contigo, saco e’ sal,
nunca firmé nada.
Aquí no hay tinta que me ajuste a tu desgracia.”

 
 
Mutuo

Y los dos,
sabiendo bien y por costumbre
que el caldero podría estar vacío
destapamos,
con la cautela del caliente
entibiando un despertar. 

Y de allí comienza a salir de todo
rebosando
lleno de granos, semillas y carne.
Repleto y generoso con cada bocado.
Fértil
hasta los bordes, las fronteras
y mucho más.

Generosamente
Plácidamente
Vívidamente.

 
 
Qué se siente

Si me dicen ven, voy.
Podría bien hacer resistencia de la salada,
de la que se amarra a la boca.
Me vi pronto, muy pronto
sacando y apretando otra masa de luz, caliente e indolora
cerca de una cuota incalculable de bien

rozando la acera a las doce,
quemando todo lo que soy
volviendo en resurrecciones infinitas, cubierta de cenizas,
y graznando sin partitura.

Si me dicen ven, voy en forma de obsidiana
y siempre vuelvo a tener que explicar mi belleza,
muchas veces
demasiadas

el alma que insiste en salir de mis ojos
no soporta el no dejar lo que le toca
y eso siempre, tras cada cascada de fuego, tras cada cuna de escombros

truena todo de mí con cada quiebre
pero cuando digo todo, es todo.
Y sólo sé que el alma existe
porque ella también truena,
ella también teme derrumbarse.

 
 
Mis perros prietos en tu puerta

No te sorprendas del puñal en tu nuca.
Que no te llegue tarde
el mensaje previo de que ya es hora.
Soltaré a mis perros prietos, Caballo.
Los soltaré en tu entrada esta noche, mientras evitas el punzón,
mientras aprietas tu puerta con la silla
y cruzas los dedos.

Te dejarán la piel seca y los ojos brotados.
Te van a untar el sudor
que dejé impregnado en los rechazos.

Reza, que llega la Pechua por la puerta.
Reza, que mandé a mis santos atizaos
a que te jalen los pies en la noche,
las cuerdas vocales al medio día
y el tímpano más débil los días de lluvia ácida

No joda a mis santos, Cabrón.
No los jodas que se mueven en tu psiquis.
Liborio se sintió inquieto hoy, Cristiano,
no jodas a mis perros prietos
que no estoy relajando.

Mamá e bruta
cuando le señalan la bemba.
Mamá e muy bruta
si le amenazan el ébano de sus ojos.
Y más si le relajan su pluma,
que punza la brisa,
escribiendo mensajes reales
que quedan como portales abiertos
pá que entre la dicha a su casa.
No jodas a Mamá que está tratando
de quitar el lodo que dejaste.

Mamá se tá relajando ahora.
No le muevas la silla
que está a punto de cerrar la catarsis.
Ésa mueve todo lo bueno
y el poder de lo contrario le ha dado fuerzas.
Deja que se serene la loca.
Zambúllete en el closet y no salgas.
Deja que se serene la loca.
Que se me sueltan los perros
fácil, fácil, fácil.

 

 
Para los dolientes

La vida debe despedir a la muerte.
Tiene que haber gente 
rodeando al féretro, 
siempre. 

Los dolientes deben ser abrasados 
apretados
estrujados 
y acariciados en la cara, 
durante el primer saludo.

El llanto, repentino o agudo, 
no debe de enjugarse.
Debe salir y caer en los pisos de madera,
debe repulir las losetas.

Se debe llenar de gente la sala.

El calor de los amigos y familia 
es lo que realimenta al espíritu 
de quienes acaban de perder un pedazo de alma.
El alma está rota y corre peligro.
Es sólo el calor de la vida presente 
que la disuade de irse con la muerte
 y con todo lo amado que se llevó.

Las historias en la sala 
deben de ser dichas,
todas.
Decir mil veces lo poco preparado que de está para esto.
Acordarse de sus muertos antiguos y medio olvidados, 
y mandarles un nuevo un beso 
y un recuerdo fresco.

Con paciencia 
y para los que dolientes,
hay que sentarse en los incómodos asientos
y turnarse para cubrir el impulso sostenerlos 
en una palabra cálida al oído.
Ser sutiles con el aire que los rodea 
y sobarles la espalda por poco tiempo, 
cada cierto tiempo. 

Al observar las coronas 
se debe hacer el esfuerzo de olvidar su significado,
y ver las flores con la mirada que se le brinda a cualquier flor.

Colarnos en el aire y ser parte del café.
Acordarnos del amor en todo momento,
y amar.
Despedir a la muerte 
viviendo y amando.

 


Autor

Yaissa Jiménez

/ Santo Domingo, República Dominicana, 1986. Poeta, ensayista, narradora, guionista, ghost writer, performer y crítica de música. Es autora del libro de poemas Ritual papaya (2018). Ha participado en encuentros internacionales de poesía y slam poetry, entre ellos el Festival Poesía en Voz Alta (Casa del Lago UNAM).

marzo 2023