Segunda parte de dos. Puedes leer aquí la primera parte de este ensayo.
Recuerda Juan Carlos Rodríguez que los primeros símbolos presentados en La vida breve de Falla —la pieza que presumiblemente respira tras Bodas de sangre de Lorca— son la fragua y el pregón. En el libreto de F. Shaw encontramos el “pregón de las verduras”: “brevicas de graná, / cesticas de fresas, canastas”.1 Estilizado populismo, sin duda, para un horizonte material y nominal de brevedades, breviarios, brevicas, carencias y disminuciones. Diminutivos como estos —que de seguro agradan a García Valdés— inundan los versos de sus dos libros recientes: cuerdecillas, musiquilla, manchita, perrilla, dientecillos, bracito, animalillo… Diminutivos teresianos al amparo enunciativo del pregón, término que comparte con plegaria una raíz etimológica que lo emparenta, asimismo, con precario. En su biografía de la escritora abulense, García Valdés recuerda que “La inquietud de Teresa crece”,2 una inquietud que siempre está ahí, como su “oración mental”, sujeta meramente a la variación de “fases o grados”. Plegaria e imprecación comparten asimismo, como recuerda con astucia la poeta en un ensayo sobre Aníbal Núñez,3 la misma procedencia etimológica. Así pues, los términos pregón, plegaria, imprecación y precariedad quedan enlazados: una precariedad ontológica agravada (no creada) por causas socio-históricas provoca ya el lamento silencioso (la plegaria) de los siempre indignados, ya la proclama sonora (el pregón, la imprecación) de los temporalmente indignados. Cuando la plegaria impreca, como en la escritura reciente de Jorge Riechmann —una escritura que llama cabrones a los usuarios de jacuzzi, al tiempo que eleva plegarias: “hijos huérfanos / de la Ilustración: / nuestra ración de ortigas crudas / terrible Madre Muerta / dánosla hoy”, 4 defiende “los derechos de las nutrias”, 5 y ensalza “La vida frágil / La vida breve”—,6 el resultado es, por raro que parezca, estimulante. Cuando la plegaria no impreca sucede más o menos esto:
que encontraba, una palabra a cada
uno amable y oportuna (así dijeron) y
entró luego en el río; la autonomía
de la voz que habla y nada dice
del alma y sus cuidados. A veces
lo recuerda cuando alguien
responde a la empatía
afable de la voz, no al hormigueo
de la hueca esperanza que resguarda
(plegaria
la claridad del verde, hoja menuda), o quien
no habla para que la voz no
diga, dentro del animal la voz. 7
Era y es su voz antigua, “[ajena] a la vida intensa / de la infancia y al bienestar del presente”,8 ignorante y consciente —con Ofelia, Virginia Woolf, Rosa Luxemburgo o la niña ahogada en el pozo que evocara Lorca— de los densos jugos amargos, la que eleva plegarias desde la precaria claridad del verde. Pues, en definitiva,
que llevarlos y traerlos por este
raro mundo, benigna es
la muerte para lo frágil
de piel finísima y huesecillos9
Pero a pesar de todo y del Todo, parece decirnos la poeta, todos estábamos y estamos vivos, originariamente expuestos al afuera, volcados a la protección de lo pequeño y próximo. En cita del Eclesiastés (4.9-12) incluida en un poema de Lo solo del animal: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levanta a su compañero. También si dos durmieran juntos, se calentarán; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si algo prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; y cordón de tres dobleces no presto se rompe”. Y en palabras propias:
farolillos aéreos encandilen
el trago no tragable
amarillos y leves adormezcan
la vida si quisiera
extemporánea volver10
Decía Ortega que la vida se dice en gerundio. García Valdés la dice, como Aníbal Núñez (tarden poco, perfeccione, obedezca, no haya edén), en el subjuntivo desiderativo de la plegaria: encandilen, adormezcan. En 1975 anota Valente “La oración es sólo invocación, no plegaria”.11 Para García Valdés, en cambio, es también plegaria como oración cantada de quien convalece: “Quien convalece canta, pues cantar es lo propio de convalecientes, a los sanos les gusta hablar”.12 Todos vivos y todos convalecientes. La propia retórica de la globalización tecno-capitalista nos devuelve, desde su insidiosa incrustación en la terminología doxal, versiones refractadas de esa misma constitución precaria o convaleciente: clases pasivas, caída de bolsa, primas de riesgo, valor impositivo, fondos de inversión, volatilidad de los mercados… La dinámica que opone lo pasivo, impuesto o profundo, a lo arriesgado, inestable y volátil, no constituye una economía cerrada. El resto que dejan sus operaciones, no es, por otro lado, un valor reincorporable al circuito. Es un poso material de humanidad silenciosa jamás del todo traducible a las leyes de este mercado: “Todo dice poder, calla / carencia”.13 Calla carencia hasta que donna (mi, ti, ci) prega. Miguel Casado, en su “Epílogo” a Esta luz de Antonio Gamoneda, subraya con acierto la asociación, en la escritura del poeta leonés, “entre el duelo de las mujeres y la figura ancestral de las plañideras”.14 Y Fernando García de la Flor insiste en la categoría de carencia, que articula el arraigo de una “ontología de la precariedad” 15 en la poética gamonediana de la pobreza, decisiva —crítica, diríamos, en el sentido pleno de crisis— para García Valdés.
En el prólogo a su libro La apuesta invisible. Cultura, globalización y crítica social, Antonio Méndez Rubio afirma: “Me ha resultado costoso articular ahí una perspectiva teórica que incorporara las dosis de heterogeneidad, precariedad y crítica que la práctica social maneja en las manifestaciones culturales que considero más desafiantes”.16 El libro está fechado en 2002. Dos años después, Méndez Rubio insiste en “la necesidad de actualizar el valor crítico, más precario y más humilde de lo parece, de la praxis”.17 Althusser, evocando a Husserl, habló de una “categoría suprema de ‘praxis’ antepredicativa”;18 dicho ante contiene la exigencia de hábitos no sometidos al ritmo del calendario fiscal, parlamentario o sencillamente sindical. Doce años antes, en 1990, Jorge Riechmann publica unos Apuntes sobre poesía, 1984-1988 con el título Poesía practicable. Uno de esos apuntes es un poema en sí mismo; se titula “Ese lugar precario o susurrado”, y dice así:
Venido ha el tiempo de la composición, inaplazable. Mas nos confunde la pluralidad de nuestras voces. ¿Quién se cree capaz, siempre recién llegado al día, de rechazar categóricamente el soborno de la gangrena? ¿Quién de levantarse sin el apoyo de una brizna, si le han tumbado de espaldas?
Domingo para celebrar el miedo. La gravedad de la herida no tolera el himno; pues que equidistamos hoy del sollozo y la execración, nos ejercitaremos en escribir con tinta invisible.
Lo que la historia relata es una atrocidad: sangre y excremento. Balbuceante prosodia de los cuerpos torturados. Dilatado crimen que simultáneamente nos constituye y nos niega.
Escribo para los vencidos. Escribo en los márgenes. Escribo sobre la piel de las víctimas. Escribo para perder. No escribo para nadie. No escribo.
Precarius: obtenido por ruego. Prayer, preghiera, prière, plegaria, ruego, precario. El ruego de A a B es una respuesta a la interpelación de B a A. En el esquema de Althusser, B es la ideología y A el sujeto indefenso e interpelado. La precariedad es un estado de ruego, de plegaria: la enunciación de una exigencia. La precariedad de lo indigente parece, pues, directamente proporcional a la interpelación de lo supuestamente pleno (deus sive ideologia). Y no olvidemos, con Althusser, que si la ideología tiene “existencia material”,19 el sujeto interpelado no es mucho más que materia. Recordaba García Valdés la “evidente raíz corporal” de la “espiritualidad” de Teresa de Jesús, 20 rogadora mayor del reino, sujeto interpelado por antonomasia. Según Judith Butler:
Y más adelante sugiere que los asesinados por el cielo de las Torres Gemelas “provide the narrative means by which ‘the human’ in its grievability is established”.22 Grievability: disponibilidad de llanto y queja. De plegaria: ¿pero a quién? ¿A la ideología que nos interpela, al dios que nos abandona, al cuerpo que nos amenaza, a la política que se retira, entre tanto, por la puerta de atrás? ¿Cabe la plegaria en la poesía de un mundo sin procedencia? Jean-Luc Nancy:
A mi juicio, la vara de este humanismo en aparente disminución o sustraído es mucho más alta que la de Ficino, Descartes o Hegel. No es fácil escribir “en nombre” de la “evidencia” prescrita por Nancy. ¿ La poesía, ¿será posible desde tanta carestía —que no crisis ni holocausto—? ¿Será viable desde tanta carencia? ¿Qué hacer entonces? ¿Ordenar, con Lorca, los paisajes? A modo de respuesta, unos versos de Claudio Rodríguez de un poema titulado “Dinero”:
como hoy; alegría,
no frivolidad; ley,
no impunidad. ¿Voy a vender, entonces,
estas palabras? Rico de tanta pérdida,
sin maniobras, sin bolsa, aun sin tentación
y aun sin ruina robada, ¿a qué la madriguera
de estas palabras que si dan aliento
no dan dinero? ¿Prometen pan o armas?
¿O bien, como un balance mal urdido,
intentan ordenar un tiempo de carestía,
dar sentido a una vida: propiedad o desahucio? 24
El balance mal urdido no es sólo el de Lehman Brothers o el del Banco de España: es el del yo precario, inquieto, enigmático y agónico, “como si / no hubiera entre yo y ser adecuación, / entre bondad o belleza y vida”, escribe García Valdés.25 No es sólo que la vida breve no sea noble, ni buena, ni sagrada, sino que, en el fondo, “la vida que querríamos no es la nuestra”.26
1Juan Carlos Rodríguez, Lorca y el sentido. Un inconsciente para una historia, Madrid, Akal, 1994, p. 62.
2Olvido García Valdés, Teresa de Jesús, Madrid, Omega, 2001, p. 192.
3Olvido García Valdés, “Quebrada, quiebro, quebranto: geometrías de Aníbal Núñez” en Mecánica del vuelo. En torno al poeta Aníbal Núñez, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2008, p. 31.
4Jorge Reichmann, El común de los mortales, Barcelona, Tusquets, 2011, p. 45.
5Ibid., p. 162.
6Ibid., p. 248.
7Olvido García Valdéz, Lo solo del animal, Barcelona, Tusquets, 2012, p. 85.
8Ibid., p. 93.
9Ibid., p. 101.
10Ibid., p. 53.
11Diario anónimo (1959-2000), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2011, p. 165.
12Olvido García Valdés, “Prólogo” a Juan Ramón Jiménez, Estío, Madrid, Visor, 2009, p. 26.
13Olvido García Valdés, Y todos estábamos vivos, Barcelona, Tusquets, 2006, p. 157.
14Miguel Casado, “Epílogo” a Antonio Gamoneda, Esta luz. Poesía reunida (1947-2004), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2004, p. 611.
15Fernando Rodríguez de la Flor, Contra (post) modernos, Cáceres, Periférica, 2013, p. 243.
16Antonio Méndez Rubio, La apuesta invisible. Cultura, globalización y crítica social, Montesinos, 2003.
17Poesía sin mundo, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2004, p. 27.
18Louis Althusser, L’avenir dure longtemps, Paris, Stock/IMEC, 1992, p. 201. [Traducción del PdP.]
19Ibid., p. 243.
20Op. Cit., p. 136.
21Judith Butler, Precarious Life, London, Verso, 2004, pp. 26-29. [Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, trad. de Fermín Rodríguez, Buenos Aires, Paidós, 2006, pp. 52-55.]
22Ibid., p. 38.
23Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, Barcelona, Paidós, 2003, p. 54.
24Claudio Rodríguez, Poesía completa (1953-1991), Barcelona, Tusquets, 2001, p. 167.
25Y todos estábamos vivos, Barcelona, Tusquets, 2006, p. 71.
26Olvido García Valdés, “Quebrada, quiebro, quebranto: geometrías de Aníbal Núñez” en Mecánica del vuelo. En torno al poeta Aníbal Núñez, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2008, p. 31.
Autor
Julián Jiménez Heffernan
/ Nueva York, 1968. Es profesor titular de Literatura Inglesa en la Universidad de Córdoba y doctor en Filología por la Universidad de Bolonia con una tesis sobre Giordano Bruno. Fue investigador visitante en Yale, Nottingham, Cambridge y Toronto, y profesor invitado en Kent y Passau. Es autor de los libros La palabra emplazada: meditación y contemplación desde Herbert a Valente (2005) y Los papales rotos. Ensayos sobre poesía española contemporánea (2004), entre otros. Destacan sus traducciones de Wallace Stevens, Mark Strand, John y Christopher Marlowe.