25 abril, 2022

Todas las heridas de la tierra. A treinta años de las explosiones en Guadalajara

de Varies autores | Dossier

 
La poesía es uno de los dispositivos más complejos de la memoria. Así, cada tragedia trae consigo un registro alejado de toda verdad histórica y que se remite a la experiencia humana, lejos de capitales, instituciones, políticos y sus brazos ejecutores. Este año se conmemora el 30 aniversario de las explosiones del 22 de abril en el barrio de Analco y otras colonias de Guadalajara, Jalisco, debido a la negligencia de las autoridades. Se calcula que hubo más de doscientos muertos, casi una centena de desaparecidos y cerca de dos mil heridos. A lo largo de ocho kilómetros, el drenaje, irrigado con fugas de gasolina, gases de materia orgánica y las altas temperaturas, abrieron una cicatriz incapaz de borrarse.

En 2002, para conmemorar los diez años de las explosiones, los escritores y editores Jorge Orendáin y Felipe Ponce publicaron la antología Estela contra el olvido (Ediciones Arlequín/ Tegrafik, Guadalajara, 2002). En ella se incluyen textos de diversos géneros: poesía, teatro, cuento, crónica, novela, así como un ensayo de Baudelio Lara a partir de dibujos de la catástrofe hechos por niños, los cuales reproducimos aquí.

A continuación, presentamos algunos de los poemas incluidos en aquella antología, así como fragmentos inéditos de los poetas tapatíos Diego Espíritu y Xitlalitl Rodríguez Mendoza.

—La Redacción

 


 
 
 
Escúchale a la ciudad
 
Canta su muerte la ciudad por las calles

Por la ventana arrojamos
trozos de vida inservibles en nuestra sangre

                    la ciudad lleva muerte entre su cielo

Cada cual inventa su canto
su aire derribado

                    canta su muerte la ciudad por las calles

Este día parece el de ayer
el de mañana no se parece a ninguno

Nadie sabe de su hermano ni de su madre
de que existo ni de que existes
pero ni tú ni yo sabemos de existencia

Si miras la ciudad te grita
Si no la miras no existes

Ve a los perros
háblale al gato
imita al árbol

No eres más que ellos
Nunca lo serás
aunque los quemes en tu memoria

Detén su prisa un momento

                    escúchale la muerte a la ciudad

No te persignes
no reces
no mires al cielo

                    escúchale a la ciudad su muerte

No tapes los oídos
no toques tu cuerpo
no cierres los ojos

escúchale a la ciudad tu muerte

                                                                                         —Jorge Orendáin
 
 

 
Al contrario

Los ojos ven. De mirar,
miran. Tampoco

estamos desistiendo, yéndonos
del todo. La maldad
o el mal, que no son

lo mismo. El árbol
o la sombra. Pájaros

en aquél, así sean
cuervos. El puro
descenso del color, del vuelo

en ésta. El puro
aquel, puro este. Eh,
muerte: aquí está
tu victoria.

                                                                                         Luis Vicente de Aguinaga
 
 

 
Abril

para qué la desproporción de las manos
para qué respiradores que solo me conducen a la tortura
no tengo nada que confesar

yo salí libre a esta prisión aérea
yo salí
y fueron rayas luminosas las que despintaron mi amarillo
yo salí
fui el único cadáver desenterrado de la muerte
(mi madre ha venido a verme
me ha dicho
me ha pedido volver, estar juntas)

sumaré los alientos de todos los que cayeron ante la vida rendidos
solo la muerte es indulgente
cálida en su frialdad
maldita, qué manera de llegar
de irte
pero ya estoy aquí
perra.

                                                                                         —Karla Sandomingo
 
 


 
S.R.
 
 
I

Digo calle
digo callen.

Tengo mundo huesos naciendo
no busco llevar
las mismas asas en mí
ni la tierra toda no busco para na’ inventarme policías en el pecho.

Mi estómago se entristece de veras
al recibir la noticia de que hay más mierda en la cabeza
que dentro de él.
 
 
II

Falsos los anuncios clasificados del periódico
los tres momentos de felicidad ante la licorería,
no así el Estadio Tecnológico y los expendios de pan.

Esta tierra perdió la razón
llorosos nos unimos al festejo
todos portamos una cinta métrica
con qué medir la culpa en los demás.

Debiera extrañarte un puñetazo en la Arena Coliseo.
 
 
III

Dices calle
dices callen.

En las esquinas se respira a abuelas muertas.
Es posible que las bardas
no tengan más corazón,
solo una tibia lagartija.

Cómo le explicas a esa mezcla de ladrillos y cal
viga más grava         madera con adobe,
que la única semejanza entre la Atlántida y tú
es la ruina de los charcos.
 
 
IV

Nos mirabas tímido
como buscando unos brazos en el espejo.
De alguna forma escuchamos tu estribillo lodoso
acompañado por el Coro de Analco:

Tuberosa                              presente
Violeta                                  presente
5 de Mayo                            presente
Olímpica                               presente
Analco                                  presente
Las Conchas                       presente
Bartolomé                            presente
Río Bravo                              presente
Río Lagos                             presente
Gante                                    presente

                                                                                         —Alejandro Zapa
 
 
 
El crucificado del poste telefónico

La muerte te sorprendió en las alturas
cuando escuchabas como los pájaros
la conversación del ancho mundo

Hasta ahí te alcanzaron a rozar
las plumas del trueno que escapó
en un alarido de la prisión del drenaje

Y ahí quedaste colgado sin clavos,
mártir civil, para que te recen
todas las heridas de la tierra.

                                                                                         —Raúl Aceves
 
 

 
Servidores públicos de la muerte

Exacta circuló subterránea
la diabólica estupidez
de servidores públicos en uso
                     de la muerte:

servidores privados
de la muerte pública,
el petróleo les babea
desde el hocico hasta la punta
                     derecha de su cartera.

                                                                                         —Raúl Bañuelos
 
 

 
Líneas que van quedando…

✝︎ el barrio es la casa, la casa fue el barrio
✝︎ PEMEX suministró los santos petróleos
✝︎ la cifra no oficial es la verdadera cifra
✝︎ unidad de protección civil
✝︎ política para el subdesarrollo de la comunidad:
                     —raticida en el pastel
                     —ácido sulfúrico en el refresco
                     —cretinismo en el alma
                     —peste en el corazón
                     —gasolina en el drenaje
✝︎ damnificado sea tu nombre
✝︎ el tiempo está a favor de los culpables
✝︎ el cuerpo en el escombro no figura en el índice bursátil
✝︎ ¿quién tratará las aguas negras de la conciencia?
✝︎ justicia, sabiduría y fortaleza son letras metálicas
✝︎ de camión foráneo a camión forense
✝︎ hubo consigna de traxcavo
✝︎ gasío mataurri

                                                                                         —Arduro Suaves
 
 

 
De la Calzada para allá

                                             ¡Chinguen a sus madres, a sus padres
                                             y de una vez a toda su familia!

                                                                              San Lalo Blues
 
 
De la Calzada para allá
los muertos están a la espera
de la siguiente lista

Me pregunto si al gobierno
le gustó su nuevo banquete
perdón
                     boquete
y si entre sus dientes
le quedó el sabor a sangre
                                          o a tierra
que hoy exhala olores de ser

En este cementerio previsto
habría que sembrar violetas
y cantar
aunque nos sobren silencios
porque en esta ciudad
quedó un rumor de gente dormida

En estos barrios
en estas calles
donde caminar significa pisar sembradíos humanos
habría que esperar
que el árbol de hombre brote del barro
Porque esta pesadilla lleva un grito
Porque este rumor tiene garganta
y un árbol mutilado no deja de sangrar

De la Calzada para allá
no somos
                     los que estamos
los mismos
apenas vivos-muertos con suerte
de encontrar a sus desaparecidos
 
                                                                                         —Enoé Eréndira
 
 

 
Un fuerte olor a gasolina. Digamos que el sonido de las palabras dinamita el significado de las cosas. Pero hablar de significado es algo muy abstracto. Hablemos de cuánto pesa una tapa de alcantarilla al caer del cielo, hablemos de las balas del cristal reventado, de lo que pesa un niño; hablemos del sol de abril que caldeó los ductos del drenaje al grado de hacer explotar 13 kilómetros de ciudad: aguas negras de gasolina. La cifra al tanteo que pudieron permitirse las autoridades fue de 200 muertos y más de mil heridos. El presidente de México, Carlos Salinas de Gortari le da 72 horas a la PGR para que dé un informe oficial y deslinde responsabilidades. Luis Donaldo Colosio, titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, culpa a la aceitera La Central. El hexano explota a todas columnas en diarios locales y nacionales. El gobernador Guillermo Cosío Vidaurri arremete contra los damnificados. Los acusa de ser como niños, los culpa de la tragedia. El arzobispo Juan Jesús Posadas Ocampo insta a Dau Flores a dejar su cargo de presidente municipal. Dau Flores pide licencia del cargo. Digamos que las palabras dinamitan las entrañas de las cosas. Por eso es más fácil culpar a los muertos y luego, a quienes les amaron, a quienes —ya sin palabras ni significado posible— están atrapados bajo el derrumbe de sus gritos, en una oscuridad compacta, construida con el duro material del pasado y hecha, para ellos, a la medida.
 
                                                                                         Xitlalitl Rodríguez Mendoza
 
 
nunca un cielo permaneció tan enorme,
ni se abrió para que la jeta del diablo asomara
                                        entre las jardineras de una iglesia

templos donde cada noche asoma el fantasma del invierno
a revelar el verdadero color de la muerte

: el día de la Tierra reventó Gante, en el segundo mes según el Rey Numa Pompilio
se alzaron antes del mediodía las alcantarillas de la segunda ciudad más grande

: la presión de la válvula alivia la raíz/ como el óblast de Kiev
al norte de Ucrania donde el súbito meltdown
                                        fracturó la herrumbre de los castillos;

la torva ceniza inflamó el compendio de gases,
                                        : una hipérbole de crestas eléctricas
que desde lo profundo de la calle erizan

chispea
un espeso olor a gasolina tan parecido a lo rancio de la mierda

y la piedra al fondo de las piedras
la herida                                        más grande que la palabra “herida”

: desde la punta norte
                                        baches flanquean calles aledañas

muros que ya no existen
                                        contienen el choque del ferrocarril tras la jacaranda

las casas viejas lo son aún más
las voces familiares se tornan lejanas

bajo un sol con filo juramos caminar sin más verdad
que una cruz en el vientre como estaca

las calles nunca fueron más hondas ni más honda fue la palabra
salvo el padrenuestro que guarece
                                        las voces que guardan las paredes

                                                                                         —Diego Espíritu
 
 


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