Todas las heridas de la tierra. A treinta años de las explosiones en Guadalajara
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La poesía es uno de los dispositivos más complejos de la memoria. Así, cada tragedia trae consigo un registro alejado de toda verdad histórica y que se remite a la experiencia humana, lejos de capitales, instituciones, políticos y sus brazos ejecutores. Este año se conmemora el 30 aniversario de las explosiones del 22 de abril en el barrio de Analco y otras colonias de Guadalajara, Jalisco, debido a la negligencia de las autoridades. Se calcula que hubo más de doscientos muertos, casi una centena de desaparecidos y cerca de dos mil heridos. A lo largo de ocho kilómetros, el drenaje, irrigado con fugas de gasolina, gases de materia orgánica y las altas temperaturas, abrieron una cicatriz incapaz de borrarse.
En 2002, para conmemorar los diez años de las explosiones, los escritores y editores Jorge Orendáin y Felipe Ponce publicaron la antología Estela contra el olvido (Ediciones Arlequín/ Tegrafik, Guadalajara, 2002). En ella se incluyen textos de diversos géneros: poesía, teatro, cuento, crónica, novela, así como un ensayo de Baudelio Lara a partir de dibujos de la catástrofe hechos por niños, los cuales reproducimos aquí.
A continuación, presentamos algunos de los poemas incluidos en aquella antología, así como fragmentos inéditos de los poetas tapatíos Diego Espíritu y Xitlalitl Rodríguez Mendoza.
—La Redacción
Escúchale a la ciudad
Canta su muerte la ciudad por las calles
Por la ventana arrojamos
trozos de vida inservibles en nuestra sangre
la ciudad lleva muerte entre su cielo
Cada cual inventa su canto
su aire derribado
canta su muerte la ciudad por las calles
Este día parece el de ayer
el de mañana no se parece a ninguno
Nadie sabe de su hermano ni de su madre
de que existo ni de que existes
pero ni tú ni yo sabemos de existencia
Si miras la ciudad te grita
Si no la miras no existes
Ve a los perros
háblale al gato
imita al árbol
No eres más que ellos
Nunca lo serás
aunque los quemes en tu memoria
Detén su prisa un momento
escúchale la muerte a la ciudad
No te persignes
no reces
no mires al cielo
escúchale a la ciudad su muerte
No tapes los oídos
no toques tu cuerpo
no cierres los ojos
escúchale a la ciudad tu muerte
—Jorge Orendáin
Al contrario
Los ojos ven. De mirar,
miran. Tampoco
estamos desistiendo, yéndonos
del todo. La maldad
o el mal, que no son
lo mismo. El árbol
o la sombra. Pájaros
en aquél, así sean
cuervos. El puro
descenso del color, del vuelo
en ésta. El puro
aquel, puro este. Eh,
muerte: aquí está
tu victoria.
—Luis Vicente de Aguinaga
Abril
para qué la desproporción de las manos
para qué respiradores que solo me conducen a la tortura
no tengo nada que confesar
yo salí libre a esta prisión aérea
yo salí
y fueron rayas luminosas las que despintaron mi amarillo
yo salí
fui el único cadáver desenterrado de la muerte
(mi madre ha venido a verme
me ha dicho
me ha pedido volver, estar juntas)
sumaré los alientos de todos los que cayeron ante la vida rendidos
solo la muerte es indulgente
cálida en su frialdad
maldita, qué manera de llegar
de irte
pero ya estoy aquí
perra.
—Karla Sandomingo

S.R.
I
Digo calle
digo callen.
Tengo mundo huesos naciendo
no busco llevar
las mismas asas en mí
ni la tierra toda no busco para na’ inventarme policías en el pecho.
Mi estómago se entristece de veras
al recibir la noticia de que hay más mierda en la cabeza
que dentro de él.
II
Falsos los anuncios clasificados del periódico
los tres momentos de felicidad ante la licorería,
no así el Estadio Tecnológico y los expendios de pan.
Esta tierra perdió la razón
llorosos nos unimos al festejo
todos portamos una cinta métrica
con qué medir la culpa en los demás.
Debiera extrañarte un puñetazo en la Arena Coliseo.
III
Dices calle
dices callen.
En las esquinas se respira a abuelas muertas.
Es posible que las bardas
no tengan más corazón,
solo una tibia lagartija.
Cómo le explicas a esa mezcla de ladrillos y cal
viga más grava madera con adobe,
que la única semejanza entre la Atlántida y tú
es la ruina de los charcos.
IV
Nos mirabas tímido
como buscando unos brazos en el espejo.
De alguna forma escuchamos tu estribillo lodoso
acompañado por el Coro de Analco:
Tuberosa presente
Violeta presente
5 de Mayo presente
Olímpica presente
Analco presente
Las Conchas presente
Bartolomé presente
Río Bravo presente
Río Lagos presente
Gante presente
—Alejandro Zapa
El crucificado del poste telefónico
La muerte te sorprendió en las alturas
cuando escuchabas como los pájaros
la conversación del ancho mundo
Hasta ahí te alcanzaron a rozar
las plumas del trueno que escapó
en un alarido de la prisión del drenaje
Y ahí quedaste colgado sin clavos,
mártir civil, para que te recen
todas las heridas de la tierra.
—Raúl Aceves
Servidores públicos de la muerte
Exacta circuló subterránea
la diabólica estupidez
de servidores públicos en uso
de la muerte:
servidores privados
de la muerte pública,
el petróleo les babea
desde el hocico hasta la punta
derecha de su cartera.
—Raúl Bañuelos
Líneas que van quedando…
✝︎ el barrio es la casa, la casa fue el barrio
✝︎ PEMEX suministró los santos petróleos
✝︎ la cifra no oficial es la verdadera cifra
✝︎ unidad de protección civil
✝︎ política para el subdesarrollo de la comunidad:
—raticida en el pastel
—ácido sulfúrico en el refresco
—cretinismo en el alma
—peste en el corazón
—gasolina en el drenaje
✝︎ damnificado sea tu nombre
✝︎ el tiempo está a favor de los culpables
✝︎ el cuerpo en el escombro no figura en el índice bursátil
✝︎ ¿quién tratará las aguas negras de la conciencia?
✝︎ justicia, sabiduría y fortaleza son letras metálicas
✝︎ de camión foráneo a camión forense
✝︎ hubo consigna de traxcavo
✝︎ gasío mataurri
—Arduro Suaves
De la Calzada para allá
¡Chinguen a sus madres, a sus padres
y de una vez a toda su familia!
San Lalo Blues
De la Calzada para allá
los muertos están a la espera
de la siguiente lista
Me pregunto si al gobierno
le gustó su nuevo banquete
perdón
boquete
y si entre sus dientes
le quedó el sabor a sangre
o a tierra
que hoy exhala olores de ser
En este cementerio previsto
habría que sembrar violetas
y cantar
aunque nos sobren silencios
porque en esta ciudad
quedó un rumor de gente dormida
En estos barrios
en estas calles
donde caminar significa pisar sembradíos humanos
habría que esperar
que el árbol de hombre brote del barro
Porque esta pesadilla lleva un grito
Porque este rumor tiene garganta
y un árbol mutilado no deja de sangrar
De la Calzada para allá
no somos
los que estamos
los mismos
apenas vivos-muertos con suerte
de encontrar a sus desaparecidos
—Enoé Eréndira
Un fuerte olor a gasolina. Digamos que el sonido de las palabras dinamita el significado de las cosas. Pero hablar de significado es algo muy abstracto. Hablemos de cuánto pesa una tapa de alcantarilla al caer del cielo, hablemos de las balas del cristal reventado, de lo que pesa un niño; hablemos del sol de abril que caldeó los ductos del drenaje al grado de hacer explotar 13 kilómetros de ciudad: aguas negras de gasolina. La cifra al tanteo que pudieron permitirse las autoridades fue de 200 muertos y más de mil heridos. El presidente de México, Carlos Salinas de Gortari le da 72 horas a la PGR para que dé un informe oficial y deslinde responsabilidades. Luis Donaldo Colosio, titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, culpa a la aceitera La Central. El hexano explota a todas columnas en diarios locales y nacionales. El gobernador Guillermo Cosío Vidaurri arremete contra los damnificados. Los acusa de ser como niños, los culpa de la tragedia. El arzobispo Juan Jesús Posadas Ocampo insta a Dau Flores a dejar su cargo de presidente municipal. Dau Flores pide licencia del cargo. Digamos que las palabras dinamitan las entrañas de las cosas. Por eso es más fácil culpar a los muertos y luego, a quienes les amaron, a quienes —ya sin palabras ni significado posible— están atrapados bajo el derrumbe de sus gritos, en una oscuridad compacta, construida con el duro material del pasado y hecha, para ellos, a la medida.
—Xitlalitl Rodríguez Mendoza
nunca un cielo permaneció tan enorme,
ni se abrió para que la jeta del diablo asomara
entre las jardineras de una iglesia
templos donde cada noche asoma el fantasma del invierno
a revelar el verdadero color de la muerte
: el día de la Tierra reventó Gante, en el segundo mes según el Rey Numa Pompilio
se alzaron antes del mediodía las alcantarillas de la segunda ciudad más grande
: la presión de la válvula alivia la raíz/ como el óblast de Kiev
al norte de Ucrania donde el súbito meltdown
fracturó la herrumbre de los castillos;
la torva ceniza inflamó el compendio de gases,
: una hipérbole de crestas eléctricas
que desde lo profundo de la calle erizan
chispea
un espeso olor a gasolina tan parecido a lo rancio de la mierda
y la piedra al fondo de las piedras
la herida más grande que la palabra “herida”
: desde la punta norte
baches flanquean calles aledañas
muros que ya no existen
contienen el choque del ferrocarril tras la jacaranda
las casas viejas lo son aún más
las voces familiares se tornan lejanas
bajo un sol con filo juramos caminar sin más verdad
que una cruz en el vientre como estaca
las calles nunca fueron más hondas ni más honda fue la palabra
salvo el padrenuestro que guarece
las voces que guardan las paredes
—Diego Espíritu