marzo 2023 / Inéditos

La vida es escarbar y a cada cual su cielo

 
Hay árboles que nacen para bosque
y otros que son un bosque sin saberlo.
El árbol ignora el bosque
y el bosque tal vez ignora el árbol,
lo único que sabemos es la raíz que escarba
y la rama que también escarba,
una en su cielo de barro,
la otra en su cielo de nube.
La vida es escarbar y a cada cual su cielo.
 
 
 
No ayudamos a mi madre a mudarse.
La veo sentada,
rodeada de los bultos que juntó,
esperando a sus dos hijos,
mientras los hombres de la mudanza
se llevan sus cajas.
Así se ha vaciado,
como cajas de una mudanza, su cabeza,
y ahora no se acuerda
que tuvo que mudarse sola,
al lado del chofer y apretada
entre los hombres
que olían a sudor.
Mi hermano y yo no iremos al cielo,
nos mudaremos rodeados de cajas
con mi madre,
nos mudaremos con todas las madres
rodeadas de bultos,
hasta el final de todas las cajas del mundo.
 
 
 
Sobre una piedra, para romperla,
dejo caer una piedra más grande
y es la grande la que se parte a la mitad,
no la pequeña. Misterio de las piedras.
Busco una piedra todavía más grande
y la pequeña otra vez se resiste
y despedaza a la mayor.
Misterio de los choques.
Busco piedras cada vez más grandes
y todas se quiebran
contra la primera piedra.
Agotado por el esfuerzo de levantar tanta piedra
me siento en una silla
con la cabeza entre las manos.
Misterio de las cabezas.
 
 
 
Poder decir
los pies hermosos de las turcas.

Decirlo con el tono
de un viajero de otros siglos.

En una cena,
en la sobremesa,
sin que venga al caso,
como una verdad por todos sabida.

Pero ¿puede decirse algo así,
en medio del mantel más blanco?
¿Puede decirse algo que no viene al caso?

Todo viene el caso si estás vivo.
Todo.

¡Cómo quisieran regresar los muertos
de su estancia,
atravesar sus siglos bajo tierra
y, respirando,
asegurarnos que las turcas tienen pies hermosos!
 
 
 
Los insectos no se hunden,
el agua los repele,
no nadan porque flotan
y al no saber nadar
se ahogan tristemente.
¡Morir por no saber hundirse!
¡Morir ahí, en la superficie!
Con cada movimiento
el nadador regresa del abismo
que lo atrajo,
un mar nefasto lo persigue, él huye.
¿Huye de hundirse
o huye de flotar como un insecto?
Ni él lo sabe y mientras no lo sepa
se puede sostener a flote.
Se nada hundiendo medio cuerpo
mientras el otro medio pide auxilio.
Si sólo flotas estás muerto.
El verdadero aceite
que no se mezcla con el agua:
los insectos.
 
 
* Poemas pertenecientes al libro A cada cual su cielo (Ediciones Era, 2022).

 


Autor

Fabio Morábito

Alejandría, Egipto, 1955. Poeta, ensayista, narrador y traductor mexicano. Es autor de los libros de poemas La ola que regresa (Poesía reunida) (2006), Delante de un prado una vaca (2011), A cada cual su cielo (2021) y Canción segunda (2024 y 2025), así como de los libros de narrativa Cuentos populares mexicanos (2014), Madres y perros (2016), El lector a domicilio (2018) y Jardín de noche (2024), entre otros. Además, tradujo la poesía completa de Eugenio Montale. Su obra ha merecido el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el Premio Xavier Villaurrutia y el Premio Roger Caillois.

marzo 2023