entre amigas
nos ponemos tinta en la piel para marcar territorio
no tenemos paciencia para ver una planta crecer
repetimos los mismos errores
mentimos para no tener que explicarnos
buscamos nuevas maneras de desnudarnos
nos aburrimos de la otra y desaparecemos
no sabemos querernos pero a veces
compartimos nuestra sangre con jeringas
y así nos mantenemos vivas
buscamos algo familiar en cada rostro
doblamos páginas de libros
queremos aprender a lidiar con la culpa
pedimos sueños a gritos
despertamos sin saber dónde estamos
nos desvelamos hasta tener bolsas en los ojos
nos sostenemos el pelo frente al escusado
sentimos alegría para aguantar la soledad
dividimos el taxi a casa
le confiamos nuestra vida a extrañas
nos metemos en lo que no nos importa
nos metemos de todo con tal de olvidarnos
nos contradecimos
no queremos ir y aun así vamos
quemamos llantas en la lumbre
hacemos música con las manos
nos palpamos el sexo
tomamos leche directo del cartón
temblamos de placer en camas ajenas
sostenemos la respiración
nos humillamos unas a otras
nos mordemos el labio
y esperamos que con los años
lo que duele
también se vaya aliviando.
partes mojadas
despierto desnuda bajo la humedad del verano
la piel pegajosa como si
le hubieran pasado una lengua encima
la boca seca y los ojos girando
agarro mis piernas con las manos
enrollada como una niña salvaje
una niña salvaje que sangra
y se abraza para sentirse propia
mis párpados pesados
la piel irritada de tanto frotar
el estómago que palpita como si
aún durmiera algo ahí dentro
mis tetas llenas de leche
dulce y blanca para ti
y yo que estoy hecha de goteras
¿qué hago ahora para no vaciarme?
hilos rojos entre mis dedos
mi carne ardiendo
la ternura de una semilla
me acarició
cada vez más hondo
¿sientes?
no puedo alcanzarte
estoy suave y tengo miedo
no quiero secarme
vuelve —ven— no te vayas
¿qué no ves?
la intrusa aquí soy yo.
un minuto de silencio
naciste de cabeza
atento
como una mujer
a los cambios de su cuerpo
tenías frío
hiciste un hueco en la oscuridad
y te quedaste quieto
creías que podías inventar algo
en vez de aceptar lo que existía
estabas asustado
y apretabas los párpados
te gustaba seguir caracoles con la mirada
despertabas empapado y te tocabas
con los dedos llenos de saliva
le rezabas a un dios
en el que no creías
y si mentías
te llenabas la boca de tierra.
decías
que tu madre se hizo vieja
en una sola tarde
y que todos caemos
como
fruta
podrida
amarraste tu casa a un árbol
pasabas tus días deambulando
dejabas que el café se enfriara en tus manos
doblabas la ropa
la desdoblabas
la volvías a doblar
eras como un niño
que no sabe decidir
y entonces obedece
tus bestias
te seguían a todas partes
les diste un nombre y un idioma
las volviste tan reales como tú
tenías risa de adolescente drogado
gritos que rompían mis muros
y cuando me acercaba
te cerrabas como un puño.
me dejabas lamer tus pies
eras un animal dócil
me mordías para mostrar afecto
luego juntabas nuestras manos
y decías
que un día se iban a quedar pegadas
que seríamos la misma cosa
aunque solo fuera
por el lapso de una idea.
Autor
Macarena de Arrigunaga
/ Ciudad de México, 1993. Estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana (UIA). En 2019 publicó una colección de poemas ilustrados titulada Eclipse de girasoles . Durante los últimos años ha colaborado con material visual, poesía y reseñas literarias en diversas plataformas culturales, como Gatopardo, Mula Blanca, Radio UAM, Content Journal y C de Cultura. Actualmente reside en Londres, donde finalizó un curso de posgrado en Ensayo Creativo y Escritura Autorreferencial impartido por la Universidad Central Saint Martins.