La casita
En el principio mamá deseó una casita de árbol. Pero su infancia estuvo desolada y las tinieblas rondaban sobre la faz de la mía. Y dijo mamá: “hágase toda de madera”. Y de pino barnizado al fondo del jardín se construyó. Y dijo mamá: “haya dos metros de altura que separen el piso alfombrado del suelo de pasto”. Y se efectuaron cuatro columnas de concreto para mantenerla suspendida. Y mandó traer una escalera provisional de cinco peldaños de latón. Y así hubo entrada y hubo salida el siguiente día. Y vio que era bueno colocar un timbre y un candado. Y dijo mamá: “cúbrase el jardín de árboles frutales que den simiente según su especie: limonero, naranjo, ciruelo, níspero y peral”. Así fue que mucho tiempo antes los sembró, y desde el pequeño balconcito vio que eran buenos a la vista y suculentos al paladar. Y dijo mamá: “sepárese lo mojado de lo seco”. Y mandó a soldar un techo laminado. Y vio que fue bueno porque evitó la inundación por goteras. Y dijo mamá: “haya luz”, y alumbró un único foco con apagador. Y hubo clic y hubo clac el siguiente día. Y proliferaron muñecas, tacitas y colibríes. Y hubo canto y hubo juego al día siguiente… Entonces ella descansó aunque yo no había crecido. Y me dijeron: “no es bueno que estés sola”, y todo se llenó de alacranes y ratones.
Unción
un minuto de silencio
por mis padres
[se vuelve real cuando lo pronuncian]
Esto, aquí. Miradas estroboscópicas. ¿Cuándo aquí? Entre paredes de sonido. ¿Quién ahora? Sin preguntármelo. Eso, ahí. En breve. No soy. Decir yo. Sin creerlo. Desaparezco por completo. Un yeso, la maraña, el cabestrillo. En mi túnica. No estoy aquí. Sirenas de sonido. Qué bueno que no. Seguir sin ver que avanzo, llamar a eso seguir, llamar a eso avanzar. Un día, ahí va el primer paso, me quedé ahí, dónde. Eso no pudo haber comenzado así, dejaré a un lado las preguntas. Eso, decir eso, sin saber qué. La llanta. El asfalto. La cicatriz. Parece que hablo, no soy yo, de mí, no viene de mí. De mi boca, la azotea. No soy aquí. Blancos muros cincelados. Están las palomas, aletean. Fin del minuto. Silencio. Cientos de palomas vuelan hacia mí, me cagan encima.
Escondidas
el cerco de miradas, de luto —ella.
la que rehúye al rastro
de un arameo oscuro, un brazo
dislocado, un cabello hirsuto
volteando y corriendo a trechos entre muebles sin gesto
con hilos de oro
la muerte
no se echa en el sillón
Sola
entre peldaños de mármol
tirita en la sala
y asume lo irreversible:
volver al jardín por la tarde
abrazarse entre arbustos
quemar la base
y esperar veinte años para decir
un dos tres por mí
Ninguna oveja
Fuimos vasos de unicel unidos por cuerdas de caña las subidas en bicicleta y las frentes raspadas la misma infusión de canela con leche para el remojo del panecillo de miel con salvado en sueños de magdalena
Comparto cincuenta por ciento de mi herencia en yenes que dios ha dado Dios ha dado
Hallamos rodillas que nos acogieron y los mismos pechos nos amamantaron aunque él come del plato de lentejas y lo que ha de comerse sin sal
(1:2)
íntegro y temeroso naciéronle cinco hijos
siete mil ovejas tres mil camellos
quinientos bueyes y quinientas asnas
desde un mismo brazo de la balanza
saciaron la niñez con fábulas de fuentes
(∞)
…
(2:13)
—no se encuentra
—¿sabes a dónde fue?
—a pastorear a ninguna de sus ovejas
—llamo para que me ayude a pastar de su dolor
(1:21)
yo no doy
le pido
como Dios
Dios ha quitado
dios ha quitado
(41:1)
¿quién es un monstruo marino o un mar embravecido para que su tormento sea un leviatán
acordonado por la lengua? es mi hermano y si pudiera le diría que no entiendo bien a bien eso
del Karma por qué alimento peces de un estanque muerto ni por qué mil años no bastan para
degradar un vaso de unicel.
Luz cenital
una ciudad subterránea
un corazón con muralla
un escenario en cúpulas de bronce
Fui Naomi Shemer
recitando un hora tartamudo
rikud de pasos en pozos de agua desmedidos.
Todos se dieron cuenta, sospecho
y en tramoya lamento no llegar al Zion
Pero me reconocen,
soy el violín de todas las canciones,
escucho palmadas de oro desde el camerino.
La amiga más cercana de mi infancia
me centra la mirada y redunda lo de entonces:
a ti todos te quieren
porque tus papás se murieron.
Ya sin el vestuario,
abandono ese y todos mis diplomas
detrás de bambalinas.
Ante un espejo insulso
froto mis párpados
como plazas de un mercado vacío.
Ex libris
mamá no
mamá no contó
mamá no me contó
mamá no contó con su muerte
mamá no me contó de la muerte
mamá no contó con mi orfandad
mamá no me contó de mi muerte ni su orfandad
mamá no me contó los secretos en la vida de la muerte
mamá no me contó los secretos de la vida
mamá no me contó el secreto de la muerte
mamá no les contó a mis hermanos
mamá no nos contó esos secretos
mamá no nos contó
mamá no contó
mamá no
mamá

Autor
Sara Camhaji Lisbona
/ Ciudad de México, 1986. Escritora y docente. Maestra en Apreciación y Creación Literaria. Recibió la beca Asylum Arts en 2018. Ganadora de una residencia artística en Berkeley, California para 2023. Socia fundadora de Frëims, un espacio vecinal para la cultura emergente. Su primer libro: No tomes fotos del paisaje, toma retratos y, si quieres, pon una vista de fondo, se encuentra en vías de publicación.