7
A veces Dios se pone metafísico y entiendo poco lo que me dice. Él adivina que entiendo poco o nada, y oigo
que se ríe, y me grita: apréndete esta frase de memoria:
Tienen razón los ateos. No existo. Soy anterior a la existencia. Soy la palabra. La palabra sin dueño.
Soy la palabra sin existencia que les da existencia a los ateos.
Otro día me dijo: los ateos saben de mí mucho más que yo.
8
A lo mejor ni te enteras nunca del día de tu muerte. Cuando te digo que es a lo mejor, soy literal.
Puede ser que la esperes y no llegue. Puede que sí. O se porta distinto y aparece repentina, por detrás,
sin ruido. O con un ruido que explota después, cuando tú ya no seas.
Eso me soltó Dios cuando le pregunté por la fecha de mi muerte.
Fue una tarde de sábado y yo estaba solo, oyendo música. Él —Dios en persona, Él no tiene secretarios—,
Él estaba ahí hacía rato y sólo abrió la boca para elogiar el color de la tarde.
Dios hablaba con una voz apacible.
No parecía tener ninguno de los problemas que debe soportar el autor de la creación.
Era el momento que yo esperaba para saber cuándo me voy a morir.
Le solté la pregunta y Él no cambió de tono. Sereno, amigable, me dijo que no lo sabe o no se acuerda.
Lo dijo con intención paternalista, dando a entender que me protege: buena coartada para disimular
la ignorancia.
Me habla. A casi nadie le ha dirigido la palabra este Dios que nos tocó en suerte. A casi nadie, y a mí me habla.
Pero eso no quiere decir que yo le importe.
9
Me va tomando confianza. Anoche me preguntó Dios: ¿si tú fueras Dios, estarías contento?
Déjame pensar una respuesta, le propuse, y Él, que es eterno, me reprendió:
No te olvides que te leo la mente, miserable criatura. Si mientes por complacerme, lo sabré.
Le contesté: entonces no tienes que preguntarme, porque ya sabes la respuesta.
No es fácil ser Dios, dijo hablando con él mismo y yo como mero testigo, todos critican el mundo pero nadie
tiene propuestas.
Te quejas, Dios mío, te quejas y es evidente que no te duele en ninguna parte.
Entonces Dios se fue y sólo volvió a conversar conmigo mucho tiempo después.
12
Venía yo en un avión desde el sur.
De la pampa a los Andes a la selva a mi meseta.
No miraba por la ventana: oía música, dormía y oía música dormido.
No pensaba en nada. Es la mejor manera de ir en un avión.
No pensaba en nada. Es la mejor manera de ir.
No miraba por la ventana: temo a la selva. Temo a ese verde monótono y oscuro, un solo tono de un solo verde
que interrumpen pantanos o que los ríos cortan.
No pensaba ni miraba y de súbito Él me habló y me impulsó a mirar la espesa y repelente selva.
Me dijo:
—Cuando soy agua, soy el río Amazonas.
Solo eso me dijo y lo entendí contemplando el Amazonas a treinta mil pies de altura a velocidad de crucero.
Lo entendí: para que exista este río tiene Dios que convertirse en agua.
17
Si fuera cuestión de paciencia,
hace milenios hubiera producido un desastre natural
que exterminara a los hombres.
No es paciencia porque cualquier paciencia ya hubiera reventado.
Yo no tengo paciencia.
Es cuestión de curiosidad.
Soy Dios, pero soy curioso.
¿Acabará primero el hombre con el mundo
o será la naturaleza que acabe con los hombres?
Entonces bastará una escasez de agua dulce,
o tal vez una ola de calor
para que se vayan aclimatando a la temperatura del infierno.
* Poemas pertenecientes a Conversaciones con Dios, de próxima aparición en el sello Pre-Textos.

Autor
Darío Jaramillo Agudelo
/ Santa Rosa de Osos, Antioquia, Colombia, 1947. Poeta, novelista y ensayista. Autor de más de 10 libros de poemas y siete novelas. Fue becario de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation en 2008. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nacional de Poesía de Colombia 2017 y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca 2018 por el conjunto de su obra. Es miembro honorario de la Academia Colombiana de la Lengua y miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.